Quiero enviar desde aquí un saludo cargado de admiración y agradecimiento a los hombres y mujeres que en tantas partes del mundo organizan o participan en las Marchas por la Vida.
Quiero enviar mi saludo y bendición a quienes se sitúan tan cerca de los abortuarios como les permite la ley (ley asquerosa e inicua, que trata de lograr un objetivo satánico: que niños inocentes sean asesinados). Ustedes los que velan y oran y aconsejan cerca de los abortuarios, ustedes son unos campeones, y Dios ha de bendecirlos una y mil veces.
Quiero felicitar particularmente a los que han aguantado insultos, soledad, desprecio de otros católicos, pérdida de amigos y negación del saludo de sus propios parientes, ridiculización continua, falta de apoyo de algunos sacerdotes… todo por defender la dignidad de la vida humana.
Me conmueve especialmente que algunos de esos grandes guerreros son jovencitos y jovencitas, que en vez de estar practicando el último baile de moda están dándole la gloria a Dios, y están haciendo algo realmente útil con su juventud y su entusiasmo.
Gracias, gracias, gracias.