¡No hay derecho a que te dejes impresionar por la primera o por la última conversación! Escucha con respeto, con interés; da crédito a las personas…, pero tamiza tu juicio en la presencia de Dios.
No te preocupen esas contradicciones, esas habladurías: ciertamente trabajamos en una labor divina, pero somos hombres… Y resulta lógico que, al andar, levantemos el polvo del camino. Eso que te molesta, que te hiere…, aprovéchalo para tu purificación y, si es preciso, para rectificar.
Murmurar, dicen, es muy humano. -He replicado: nosotros hemos de vivir a lo divino.
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