No basta ser bueno: has de parecerlo. ¿Qué dirías de un rosal que no produjera más que espinas?
¡Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su “lista de agravios”! La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los “constantes y necesarios” servicios que presta, tampoco anota los desplantes que padece.