El día había amanecido como tantos otros y poco a poco contemplaba cómo la oscuridad de la noche y el brillar de las estrellas iba desvaneciéndose con la llegada del nuevo día. No lo sé explicar pero algo en mi me hacía sentir muy contenta y bendecida. Surgía dentro de mí una alegría más inmensa que de costumbre. No porque mi amo me echara más pienso o que éste tuviera otro sabor. No, no era nada de eso, era otra cosa, otro sentimiento que ni yo sabía explicar.
De pronto muy apresuradamente llegaron dos muchachos. Yo no los había visto antes, mas no me intranquilicé porque parecían hombres de buen corazón. Mi amo me trataba bien y yo junto a él me sentía protegida, querida y amada. Yo vivía convencida de que nadie me podía maltratar porque así me tenía mi amo de quien yo estaba muy orgullosa, el daría toda su riqueza por mí.
Aquellos muchachos se miraron, sonrieron y humildemente se acercaron, yo seguía muy tranquila y de vez en cuanto movía mi cola en señal de mi satisfacción. Uno de ellos el que más joven parecía se arrimó más aún. Me miró como si me pidiera permiso, me desató y me guió por donde habían llegado. Al oír mis taconazos en aquella rocosa aldea, mi amo se presentó, parecía conocer a aquellos muchachos con lo cual no hubo tampoco mucha conversación. Solo alcancé a oír unas palabras < < el maestro la necesita>>
¿El maestro? ¿Quién era aquel? me preguntaba a mí mismo y por el camino fui contemplando aquellas palabras. ¿A mí? ¿El maestro? ¿Por qué especialmente a mí? Eran tantas las preguntas pero, sabia una cosa < < el amo no me abandonaría jamás en manos peligrosas>> ¡le había tomado tanta confianza!
Cuando llegamos vi a un grupito de hombres sentados escuchando a uno que les hablaba con fervor. Al vernos se levantaron para darnos una calurosa bienvenida, para mi sorpresa no faltó ni el pienso que tanto me gustaba ni el agua. Se acercó aquel hombre hasta mí, me acarició con la palma de su mano…. Nunca me había sentido tan feliz, sus manos eran distintas de las de mi amo, transmitían vida, cariño, amor, felicidad…y me dijo al oído < >. ¡Qué lástima, aquella última palabra, “no lo quisieron”! luego prosiguió < < sufriré pero reinaré eternamente>>. Me sentí honrada, me sentí plena y le hice una promesa desde el fondo de mi corazón, < >.
Aquellos que le escuchaban, trajeron sus mantos que las tendieron muy cariñosamente sobre mi espalda, y los acomodaron, Él se montó y empezamos el largo viaje. Yo conocía el camino porque lo había recorrido muchas veces con mi amo cuando íbamos a vender lana, recordaba muy bien aquellos muros hilados entre piedras meticulosamente encuadrados y encajados. Pero esta vez algo nuevo brotaba en mí, algo más me hacía levantar mi cabeza y mover para allá y para acá mis orejas con orgullo.
< >.
Muy cerca de la ciudad santa, se corrió la voz que aquel Maestro llegaba e irrumpieron muchos niños y una muchedumbre inmensa con sus ramos de olivos y palmas ya que en los alrededores había muchas huertas de olivos. Este Rey me pareció a mí que era muy popular y la gente se involucraban con él intentando tocarle y verlo, y unánime y fuertemente cantaban < >. ¡Nunca había sentido antes tanto honor! Todo el camino estaba alfombrado con mantos y ramas de olivos y yo las pisaba con gracia y arte.
Me gustaría haberle visto su cara pero sobre mi lo sentía feliz, seguro y que apreciaba mi fiel entrega. Por la gente llegó a mis oídos que era un Nazareno, que se proclamaba Hijo de Dios. Yo no lo dudé porque ya había tenido experiencia amistosa con él y había pasado a ser mi mejor amigo y compañero. También oí a la gente contando todo lo que había hecho tendiendo sus manos a todos sin distinción alguna, que era un profeta cargado de compasión y comprensión, que se mezclaba con los humildes, los pobres, los marginados. Que había incluso resucitado a un tal Lázaro. ¡Qué tipo de persona!, me encantaba. Cada vez afinaba más el oído para recoger más noticias sobre él y ¿cómo no? cada vez caminaba al compás de mis sentimientos. ¿Pues será que por ser humilde me escogió a mí? pensé pero no me dejé perder en estos pensamientos ya que quería conocer más su historia. El griterío de Hosanna resonaba cada vez más fuerte y aquello se quedó muy grabado en el fondo de mi corazón y de vez en cuanto repetía en mis adentros < >. Antes me habían llamado la atención los animales sacrificados sobre los altares pero ahora los sobrepasaba a todos, cargaba en mis espaldas al mismo Rey.
Entre tal barullo no supe lo pronto que llegamos, en ese lugar apreciado de Dios sobre la tierra, esto me susurraba en el oído mi amo cada vez que llegábamos en Jerusalén. Pero, ahora el mismo Dios en persona estaba en ella. No faltaron quienes increpaban a la gente para que se callaran pero mi Rey les dijo < >. Él no tenía miedo a nadie y hablaba con toda autoridad como un Rey. Me gustó mucho su respuesta, precisa, concreta y directa. Cada vez más la gente que nos habían acompañado se encogían de miedo y la aversión de los religiosos y la autoridades crecía en toda la comarca. Me dio mucha lastima, ¿por qué no lo querrían? ¿Por qué no se alegraban de su presencia? Entonces recordé sus palabras < >. Cesó el homenaje, Él muy de prisa se bajó de mi cabalgadura y me dejó en la custodia de sus discípulos. Pero en mí dejó una alegría y un orgullo de haber podido llevarlo y a la vez una tristeza al separarse de mí.
Hna. Catalina Mª Inmaculada