El bien, la bondad y la donación de Dios no son completas en la ley; sólo es plena en Jesucristo pues Él nos trae la fuerza para alcanzar el bien y vencer el mal y el pecado.
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Como de costumbre, el reto es llenar todas las casillas con los números del 1 al 9, de modo que no haya números repetidos en ninguna fila, en ninguna columna o en ninguno de los nueve cuadros menores.
Detrás de las características más visibles de las dos viudas que aparecen en las lecturas de hoy está una condición de durísima desprotección, que es ocasión para que se manifieste la solicitud amorosa y compasiva de Dios por aquellos que no tienen a nadie que vele por sus derechos o se interese por sus necesidades. Ello nos obliga a preguntarnos quiénes son los desvalidos de hoy y cuáles son las actitudes nuestras, y de nuestras familias y comunidades, por aquellos que poco a poco vamos marginando y olvidando.
* En la Eucaristía recibimos el misterio entero de Cristo, como queda bien expresado en la aclamación que propone la Santa Misa después de la consagración: “Anunciamos tu muerte (pasado); proclamamos tu resurrección (presente); ¡ven, Señor Jesús! (futuro).”
* En esta ocasión queremos ver la riqueza de la Eucaristía como “memorial” que nos permite asomarnos a lo más propio de Cristo; a aquello que es su obra cumbre y la expresión más hermosa de todo su ser: la Divina Eucaristía.
* Para comprenderlo mejor, miramos las partes de la Santa Misa, y descubrimos en ella dos grandes secciones: la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía.
* Lo propio de la proclamación de la Palabra es conectar el hoy de nuestro peregrinar en la fe con algunos momentos de la historia del pueblo de Dios; y ver luego como cada punto de esa Historia de Salvación apunta a una plenitud en Cristo; y descubrir finalmente como esa luz de Cristo llega a nosotros y se hace vida en nuestro tiempo y circunstancias.
* Luego ese Cristo, así mejor conocido y amado, se hace presente en medio de nosotros, en la Liturgia Eucarística, de modo que en la ofrenda de sí mismo al Padre, habiendo asumido nuestros dolores, amores y esperanzas, la Eucaristía es la cumbre del culto que la Iglesia puede ofrecer en esta tierra.
* Pero hay otra cumbre: el Cristo que recibimos al comulgar es el mismo Cristo que en la proclamación de la Palabra se ha mostrado como nuestro camino. Y esto es lo que hace absolutamente única a la Eucaristía, y al diferencia de toda otra religión: el mismo Jesucristo que nos ordena y manda algo para nuestra salvación, viniendo vivo a nosotros en la Sagrada Comunión, hace posible que lo realicemos en nuestra vida.
“Unas 45,8 millones de personas, entre ellas millones de niños, permanecen en la actualidad bajo situación de esclavitud moderna, según un informe divulgado hoy por la fundación australiana Walk Free…”
¿Que la carga es pesada? -¡No, y mil veces no! Esas obligaciones, que aceptaste libremente, son alas que te levantan sobre el cieno vil de las pasiones. ¿Acaso sienten los pájaros el peso de sus alas? Córtalas, ponlas en el platillo de una balanza: ¡pesan! ¿Puede, sin embargo, volar el ave si se las arrancan? Necesita esas alas así; y no advierte su pesantez porque la elevan sobre el nivel de las otras criaturas. ¡También tus “alas” pesan! Pero, si te faltaran, caerías en las más sucias ciénagas.