Sería lamentable que alguno concluyera, al ver desenvolverse a los católicos en la vida social, que se mueven con encogimiento y capitidisminución. No cabe olvidar que nuestro Maestro era -¡es!- «perfectus Homo» -perfecto Hombre.
Si el Señor te ha dado una buena cualidad -o una habilidad-, no es solamente para que te deleites, o para que te pavonees, sino para desplegarla con caridad en servicio al prójimo. -¿Y cuándo encontrarás mejor ocasión para servir que ahora, al convivir con tantas almas, que comparten tu mismo ideal?
Ante la presión y el impacto de un mundo materializado, hedonista, sin fe…, ¿cómo se puede exigir y justificar la libertad de no pensar como “ellos”, de no obrar como “ellos”?… -Un hijo de Dios no tiene necesidad de pedir esa libertad, porque de una vez por todas ya nos la ha ganado Cristo: pero debe defenderla y demostrarla en cualquier ambiente. Sólo así, entenderán “ellos” que nuestra libertad no está aherrojada por el entorno.