Sal de la tierra. -Nuestro Señor dijo que sus discípulos -también tú y yo- son sal de la tierra: para inmunizar, para evitar la corrupción, para sazonar el mundo. -Pero también añadió «quod si sal evanuerit…» -que si la sal pierde su sabor, será arrojada y pisoteada por las gentes… -Ahora, frente a muchos sucesos que lamentamos, ¿te vas explicando lo que no te explicabas?
Me hace temblar aquel pasaje de la segunda epístola a Timoteo, cuando el Apóstol se duele de que Demas escapó a Tesalónica tras los encantos de este mundo… Por una bagatela, y por miedo a las persecuciones, traicionó la empresa divina un hombre, a quien San Pablo cita en otras epístolas entre los santos. Me hace temblar, al conocer mi pequeñez; y me lleva a exigirme fidelidad al Señor hasta en los sucesos que pueden parecer como indiferentes, porque, si no me sirven para unirme más a El, ¡no los quiero!