¡Qué bueno es saber rectificar!… Y, ¡qué pocos los que aprenden esta ciencia!
Aunque eres tan poca cosa, Dios se ha servido de ti, y continúa sirviéndose, para trabajos fecundos por su gloria. -No te engrías. Piensa: ¿qué diría de sí mismo el instrumento de acero o de hierro, que el artista utiliza para montar joyas de oro y de piedras finas?
Tu vocación -llamada de Dios- es de dirigir, de arrastrar, de servir… Si tú, por falsa o por mal entendida humildad, te aíslas, encerrándote en tu rincón, faltas a tu deber de instrumento divino.
«Quia respexit humilitatem ancillæ suæ» -porque vio la bajeza de su esclava… -¡Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes! Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda.