Esas depresiones, porque ves o porque descubren tus defectos, no tienen fundamento… -Pide la verdadera humildad.
Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad: -pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; -querer salirte siempre con la tuya; -disputar sin razón o -cuando la tienes- insistir con tozudez y de mala manera; -dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; -despreciar el punto de vista de los demás; -no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; -no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees; -citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; -hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; -excusarte cuando se te reprende; -encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; -oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti; -dolerte de que otros sean más estimados que tú; -negarte a desempeñar oficios inferiores; -buscar o desear singularizarte; -insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional…; -avergonzarte porque careces de ciertos bienes…