Al considerar que son muchos los que desaprovechan la gran ocasión, y dejan pasar de largo a Jesús, piensa: ¿de dónde me viene a mí esa llamada clara, tan providencial, que me mostró mi camino? -Medítalo a diario.
¿Vacilas en lanzarte a hablar de Dios, de vida cristiana, de vocación,… porque no quieres hacer sufrir?… Olvidas que no eres tú quien llama, sino El: «ego scio quos elegerim» -yo sé bien a los que tengo escogidos.
Has tenido una conversación con éste, con aquél, con el de más allá, porque te consume el celo por las almas. Aquél cogió miedo; el otro consultó a un “prudente”, que le ha orientado mal… -Persevera: que ninguno pueda después excusarse afirmando «quia nemo nos conduxit» -nadie nos ha llamado.