Domingo y solemnidades, después de I Vísperas – Este bendito silencio
Este bendito silencio,
que rasgan mis palabras,
me enseña, Jesús, el misterio
de la humildad callada
que hay dentro de tu alma
pobre, obediente y casta.
La soledad de la tarde
y el frío que me hiela
me enseñan, Jesús, a esperarte:
si acaso tú vinieras
mi corazón te espera
toda la noche en vela.
Este desierto y camino,
un día y otro día,
me enseña, Señor Jesucristo,
que tú eres mi alegría,
mi dulce compañía.
/¡Ven, Vida de mi vida!/
Amén.