Fundamentación teológico-moral de la libertad y la conciencia

2015-04-16 11.36.38

* La condición cultural en que nos encontramos obliga a iniciar la reflexión teológico-moral en la libertad. Sin una clarificación inicial sobre la libertad lo que digamos, por racional que sea, por bien intencionado que sea, y por bien fundamentado que se encuentre en la revelación, se enfrentará a una objeción pueril pero inexpugnable por parte de aquellos que consideran su propia capacidad de decidir como el tesoro que debe ser custodiado a toda costa. Quienes hacen de su libertad una especie de absoluto de inmediato responderán a las exigencias de lo razonable con expresiones notoriamente irresponsables como “viva y deje vivir” o “no pretenda imponer su religión a toda la sociedad.” Por ello es necesario iniciar con una reflexión sobre la libertad como tal, y ese es el marco más externo de nuestro discurso.

* Lo que no puede negar quien quiere ejercer su libertad es que sus actos tendrán consecuencias. Somos libres, en cierto modo y dentro de ciertos límites; libres somos para elegir una u otra opción pero no podemos escapar de las consecuencias de lo que elegimos u optamos. El encuentro con las consecuencias de nuestras opciones está indicando un límite externo, inevitable, obstinado, al que pueden darse varios nombres, por ejemplo: principio de realidad. Las consecuencias de lo que hacemos son nuestro primer encuentro con algo que llamamos “objetividad.” Es un engaño la libertad puramente subjetiva porque ningún ejercicio de la libertad carece de consecuencias externas que recaen sobre quien ha optado, y luego, de muchos modos, sobre los demás seres humanos y la naturaleza.

* Si hay consecuencias que seguirán a los actos, se impone el uso de la inteligencia antes de actuar. Sin esa inteligencia no se podría considerarnos verdaderamente libres pues más bien habría que tenernos por esclavos de nuestros ímpetus o caprichos, que luego nos dejan encadenados a las consecuencias de lo optado. Es evidente entonces que toda genuina libertad requiere un grado de previsión, análisis, inteligencia, racionalidad (no racionalismo, que es la hipertrofia de la razón, tomada como absoluto).

* Es evidente que la inteligencia busca entre las diversas opciones, algún género de bien. Posiblemente un bien real; o tal vez un bien aparente, parcial, transitorio o engañoso. Pero no puede negarse que busca algún tipo de bien. Esta relación intrínseca entre el ejercicio de la voluntad y el conocimiento del bien es el sello mismo de nuestra libertad, en el que se ve que ser libre no puede consistir simplemente en hacer lo que venga en gana. Obrar en contra del bien reconocido o del bien desconocido pero posible no es libertad.

* Identificar el bien propio requiere entonces reconocer qué es lo propio de cada ser, y del ser humano mismo. Esto es lo que captura el concepto de “naturaleza.” Somos libres solamente en el reconocimiento del bien propio de cada ser en cada circunstancia,y ello se traduce: somos libres dentro de la ley natural, entendida esta “ley” no como algo definido o promulgado exteriormente por una instancia de la sociedad (como decir: por la Iglesia) sino como el reconocimiento del ser propio de cada cosa. Los que atacan el concepto de ley natural como si fuera algo así como “otro nombre para el pensamiento de la Iglesia” se engañan tristemente. Esas mismas personas, ¿cómo responden a una pregunta como esta: por qué es más grave matar a un ser humano que a un mosquito? Cualquier análisis semejante obliga a afirmar bienes propios de los humanos que no se dan en los mosquitos, y eso es hacer un análisis de distintas “naturalezas”: la del humano y la del mosquito.

* Dentro de la concreción de la ley natural, entendida así como ámbito natural de la libertad humana, cabe preguntarse por la moralidad, es decir: ¿qué hace que un acto sea bueno o malo? La tradición clásica nos lleva al análisis de Santo Tomás, para quien los factores fundamentales son: qué se quiso hacer (objeto), con qué propósito (intención) y en qué condiciones y con qué consecuencias (circunstancias).

Himnos de Completas – Domingo y solemnidades, después de I Vísperas – Este bendito silencio

Domingo y solemnidades, después de I Vísperas – Este bendito silencio

Este bendito silencio,
que rasgan mis palabras,
me enseña, Jesús, el misterio
de la humildad callada
que hay dentro de tu alma
pobre, obediente y casta.

La soledad de la tarde
y el frío que me hiela
me enseñan, Jesús, a esperarte:
si acaso tú vinieras
mi corazón te espera
toda la noche en vela.

Este desierto y camino,
un día y otro día,
me enseña, Señor Jesucristo,
que tú eres mi alegría,
mi dulce compañía.
/¡Ven, Vida de mi vida!/

Amén.

Catheriniana – 09, Teología del Amor, parte 5

[Catheriniana es una serie de reflexiones sobre aspectos de la enseñanza de Santa Catalina de Siena. Para sacar mayor provecho de estas conferencias es muy recomendable revisar primero la serie sobre su vida, y después la serie sobre los fundamentos de su doctrina espiritual. Si se quiere acceder a todas las publicaciones de este blog sobre la Santa Doctora, hacer click aquí.]

Tema 9: Sobre el correcto amor a sí mismo

* Hay un amor a sí mismo que trae destrucción, y hay un amor que trae salvación. ¿Qué los hace distintos y cómo reconocerlos?

* La diferencia no proviene del origen porque todo nuestro deseo y capacidad de amar proviene de Dios. El Padre Celestial dijo a Catalina que nuestra alma estaba “hecha” de amor.

* De hecho, Dios nos ha creado de tal modo que es infinita nuestra necesidad de ser amados como es infinita nuestra necesidad de amar. Tales “infinitos” dejó Dios en nuestro corazón para que lo buscáramos y poseyéramos a Él mismo, según aquello de San Agustín: “Nos hiciste, Señor, para ti…”

* Cuando el ser humano pone algo en lugar de Dios se declara en rebeldía contra ese mandamiento primero y fundamental, del cual depende también su realización como persona humana y su posibilidad de ser feliz. Por eso todo pecado es pecado contra el primer mandamiento porque siempre implica rebelarse contra Dios y quitarle su lugar.

* En todo pecado entonces uno está escogiéndose a sí mismo y siguiendo el propio criterio por encima de la obediencia y amor a Dios. Tal es la fuente del mal amor a sí mismo.

* Catalina llama a ese amor perverso hacia sí mismo “amor propio sensitivo.” Es “sensitivo” porque, al desconectarnos de Dios, fuente de verdadera felicidad, buscamos, ciertamente en vano, saciarnos con todo tipo de placeres o sensaciones fuertes que al final terminan siendo causa de destrucción.

* El correcto amor a sí mismo tiene el sello de todo verdadero amor: la búsqueda del bien. Amarse correctamente es reconocer en dónde está nuestro verdadero bien. Por eso el camino del correcto amor a sí mismo pasa por el verdadero conocimiento de sí mismo. Saberse necesitado y ver en Dios la fuente única de misericordia, poder y sabiduría en la que es posible saciarse. De ese modo, amarse bien a sí mismo se traduce en volcarse en obediencia alegre y generosa al plan de Dios en el que uno encuentra todo bien.

* Paradójicamente, ese obedecer y amar a Dios, como bien supremo, puede implicar el sacrificio de otros bienes como se nota claramente en el caso de los mártires. A ojos del mundo es necedad lo que ellos realizan pero en realidad perdiéndolo “todo” están ganando TODO.