Cuando llegan las fechas de las personas que amamos es inevitable recordarlas, aunque hayan partido de esta tierra.
Una de esas fechas, para mí, es el cumpleaños de mi madre, Maruja de Medina, que este 5 de Mayo cumpliría 82 años de edad. Ella falleció el 7 de Julio de 2010.
Debo confesar algo: aunque muchas veces he sentido que me ha hecho falta escuchar su voz, o recibir su abrazo, ni un sólo día he pensado que ella estaría mejor aquí con nosotros que en el lugar donde creo, con esperanza puesta en Dios, que se encuentra.
Esa sencilla reflexión me ha llevado a preguntarme qué es amar: ¿es disfrutar la compañía de la persona que amamos, o es desear para esa persona lo mejor? Quizás hemos venido llamando amor a algo que tiene bastante el aspecto del egoísmo.
Casi cuatro años después de su muerte, siento paz, y una semilla de verdadera alegría de que mi madre haya partido de entre nosotros. Su ausencia me recuerda la brevedad de la vida, y la necesidad de colmar de significado y de amor cada cosa que hacemos.