“Ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”, rezamos en el Credo. -Ojalá no me pierdas de vista ese juicio y esa justicia y… a ese Juez.
¿No brilla en tu alma el deseo de que tu Padre-Dios se ponga contento cuando te tenga que juzgar?
Hay mucha propensión en las almas mundanas a recordar la Misericordia del Señor. -Y así se animan a seguir adelante en sus desvaríos. Es verdad que Dios Nuestro Señor es infinitamente misericordioso, pero también es infinitamente justo: y hay un juicio, y El es el Juez.