[Retiro espiritual para sacerdotes de la Diócesis de Yopal, en Colombia; Enero de 2014.]
Tema 12 de 12: Evangelizar la sexualidad humana
* Por la excepcional importancia que tienen la familia y el amor humano en el futuro mismo de la sociedad, conviene hacer algunas reflexiones específicas sobre la sexualidad en el conjunto de la acción pastoral de la Iglesia.
* Sobre todo hay que responder a una objeción actual, muy común, en el sentido de que la Iglesia debería disminuir un poco la importancia que suele dar a temas de sexualidad. Se dice que la gente de Iglesia está “obsesionada” con este tema, en posible detrimento de la atención que merecerían otras cuestiones, por ejemplo, las de justicia social. O se dice que hablar de una moral sexual es notoriamente hipócrita, a la luz de los escándalos de abuso por parte de algunos miembros del clero. Pero esa noción de “hipocresía” es tendenciosa, y va diseñada a atacar directamente a la Iglesia. Porque en este caso se considera “hipócrita” al que no alcanza a vivir de acuerdo con el ideal que tiene, y una tal definición es falsa.
* La verdad es que la Iglesia no puede renunciar a mostrar el plan de Dios para la pareja humana. Como lo mostró proféticamente el Papa Pablo VI en Humanae Vitae, cuando se separa, como hecho cultural consumado, la función procreativa de la función unitiva en el sexo, este queda reducido a un entretenimiento entre dultos. Las graves consecuencias que de ello se siguen fueron ya previstas por Pablo VI, ante todo: la trivialización de la sexualidad; y la cosificación del cuerpo humano.
* De ahí se sigue pronto el que no importe cómo se obtiene una satisfacción que tiene el carácter de deleite privado, y por lo tanto, ajeno al ámbito de la legislación pública. Si sólo interesa la voluntad y acuerdo consensuado de los adultos, entonces el llamado “matrimonio igualitario” y en general, todo tipo de relaciones, sin que ya importe el número de los implicados ni su cercanía emocional o madurez o responsabilidad, quedan en principio permitidas.
* La fidelidad es entonces una limitación en la capacidad de disfrute, y los hijos son estorbos en la capacidad de “disfrutar” una relación en la que el placer, y sólo el placer, tiene la última palabra. La mentalidad anticoncepcionista pronto se vuelve mentalidad abortista, gracias a un toque final de razonamiento que usa la demagogia de los “derechos reproductivos” de la mujer.
* No puede entonces evangelizarse si no se evangeliza el corazón y si no se rescata la dignidad del cuerpo humano como presencia de la victoria de Cristo y de su pascua.