[Reflexión compartida con un grupo de jóvenes de origen hispano, en Lafayette, LA, Estados Unidos. Mayo de 2013.]
* Es relativamente fácil encontrar de qué quejarse cuando se trata de los jóvenes. Violencia, superficialidad, facilismo, son algunas de las críticas que se les hacen. Pero el ejercicio de culpabilizar es estéril, y a menudo se vuelve contra la generación precedente. Uno ve que de las mutuas acusaciones no saldrá nada útil.
* De hecho, no es difícil encontrar raíces profundas para esa agresividad expresa o implícita de tantos jóvenes:
(1) Vivimos en un mundo que miente sistemáticamente. La publicidad presenta el uso de tal producto como la causa inmediata e instantánea de compañía atención o felicidad. Pero nada de eso llega.
(2) Desbordamiento de información. La voluntad queda desbordada por una multitud de propuestas, y es triste ver que detrás de muchas de esas voces hay solamente intereses y lucro.
(3) Culto al instante y al multi-tasking (multi-tarea: hacer muchas cosas al tiempo). Eso implica que lo que no responda al ciclo corto de deseo y satisfacción es descartado, no reparado. En la práctica tal tendencia engendra seres humanos solos que desechan y son desechados ágilmente.
* Este diagnóstico no debe quedarse con la última palabra. En concreto, quien ha encontrado a Jesucristo ha encontrado un modo de relación señalado por las coordenadas de la verdad, la sanación y un camino con propósito.