La semana pasada vivimos días intensos, en la hermosa expectativa de la elección del sucesor de Benedicto XVI. Estoy seguro que muchos de nosotros oramos con fe y humilde corazón, implorando al Espíritu Santo el regalo de su luz para los Señores Cardenales, que tenían sobre sí la difícil tarea de discernir quién podría ser apto para la más alta responsabilidad que puede imaginarse sobre esta tierra. Después de sólo cinco escrutinios, la anhelada “fumata” blanca apareció en el cielo oscuro y lluvioso de Roma. Gritos de júbilo se alzaron inmediatamente de una ingente multitud de peregrinos que, apostados como centinelas del amor de todos, desafiaron el frío y la lluvia para ser los primeros en alegrarse y los primeros en saludar al Vicario de Jesucristo. Largos minutos hubo que esperar mientras el elegido se revestía, aceptaba luego el saludo y promesa de obediencia de sus cohermanos Cardenales, y por último se dirigía al balcón externo de la basílica de San Pedro, para saludar a su diócesis, Roma, y para bendecirnos a todos.
¡Qué gran sorpresa, escuchar el nombre del elegido, y oír inmediatamente el nombre que quiso para sí! El Papa Francisco, que desde ese 13 de Marzo bendito nos preside en la fe, tímido pero sonriente, daba las primeras señales de cómo será su servicio en la cátedra de Pedro. He aquí lo que aprendimos en pocos minutos con solo verle y escucharle en ese primer saludo.
1. Nos pidió orar por Benedicto XVI. Aprendemos que la Iglesia se renueva en las personas que sirven pero Ella misma permanece en fidelidad y continuidad profunda a su propio ser. No esperemos entonces esos grandes cambios que algunos quisieran, como si de repente la Iglesia dejara de ser lo que es y se volviera esclava de las modas o pareceres de cada época. En concreto, si alguna tenía ilusiones vanas en cambios con respecto a la enseñanza moral de la Iglesia en cuanto a la vida, la sexualidad o la familia, mejor que recapacite, porque no es la Iglesia la que tiene que cambiar, sino el mundo aprender de Ella.
2. Nos pidió que oráramos por él. Antes de bendecirnos, se inclinó para rogarnos que intercediéramos por su persona y su servicio. Es una lección hermosa de humildad que no resultará extraña para quienes conocían la trayectoria de Jorge Mario Bergoglio, ya desde su servicio a la Compañía de Jesús, y luego como obispo. La sencillez, la sobriedad, la austeridad, incluso, se han convertido en una especie de segunda naturaleza en él.
3. En sus breve discurso mencionó dos veces al Cardenal Vicario para la Diócesis de Roma. Entendemos que es un hombre que sabe y quiere delegar, trabajar en equipo, fomentar colegialidad. Por supuesto que conoce en quién recae la responsabilidad y no va a excusarse en decisiones de comité para quedar bien ante nadie. El Obispo de Roma es él, pero su estilo no será el de quien empuña el poder sino el de la mano que se extiende para crear y fortalecer verdadero espíritu de fraternidad.
Es importante que rodeemos con nuestro amor y oración al Sucesor de Pedro. Es importante que sepamos que son muchos sus enemigos, grandes los peligros, duro el combate. El Papa Francisco no puede estar solo. Nosotros estaremos junto a él, atentos a su palabra, discípulos de su corazón educado en la experiencia de buen jesuita, caritativo obispo, humilde testigo del amor de Dios que transforma y levanta.