Saludos Fray Nelson y gracias, de antemano, por su gran ayuda en las dudas que tenemos. En dos ocasiones he escuchado decir a dos sacerdotes diferentes que Jesús fue conociendo poco a poco el hecho de que era Dios y de a quiénes debería llegar y, que por ello en algunos pasaje como el evangelio de San Mateo dijo que sólo fueran sus apóstoles a los israelitas (Mt 10,5). Pero yo veo una gran contradicción porque a sus doce años ya estaba en la casa de su Padre haciendo el trabajo que le encomendó y cuando su Madre, en las bodas de Caná, le pidió el vino para el matrimonio, El no quería adelantar su hora. Entonces, qué es lo que quieren decir algunos ministros con esta idea? –María Patricia G. de R.
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Las preguntas sobre la auto-conciencia de Cristo nos llevan a menudo a cuestiones difíciles o quizás imposibles de responder. Afirmar, en el sentido usual de las palabras, que a los tres meses de nacido Jesús sabía que era Dios verdadero como el Padre Celestial es sin duda inaceptable. Sugerir que murió sin tener clara idea de quién era es igualmente inaceptable.
El evangelista Lucas, en el capítulo 2, versículo 52, nos habla de que Jesús crecía “en edad, sabiduría y gracia.” No hay razón para suponer que ese crecimiento se detuvo en ningún punto. Este dato de la Escritura nos lleva entonces a decir que Cristo sabía cada vez mejor quién era y quién es Dios. Negar esta conclusión es negar el verbo “crecer,” porque crecer implica pasar de menos o más. Sin embargo, el asunto ha sido discutido porque Santo Tomás de Aquino dice que Cristo no crecía propiamente en sabiduría ni en gracia sino únicamente en la manera como manifestaba esos dones (véase Suma Teológica, III, q. 7, art. 12, ad 3m).
Quizás la objeción que uno tendría frente a esta postura es doble: (1) El sentido propio del verbo crecer parece que no se toma en cuenta; es artificial decir que un alumno crece en sabiduría porque muestra más de lo que sabe. (2) El verbo “ser” aplicado a una vida humana, o en general, a una realidad temporal, parece que debe aplicarse al conjunto o arco de existencia del respectivo ser. Por ejemplo: viendo una semilla de manzana yo podría decir que “es” un árbol de manzana, pero lo correcto es usar este lenguaje sólo cuando esa semilla ha completado su ciclo vital: ha alcanzado su pleno desarrollo o incluso ha muerto. Lo mismo sucede con las personas: decimos que Einstein fue un gran físico, y con ello no nos referimos a sus meses como bebé sino al conjunto o arco de su vida; teniendo en cuenta, por supuesto, que nunca hubiera sido lo que fue de adulto sin ser lo que fue de niño. Es decir, que hay un sentido incoativo del verbo ser que es indispensable cuando nos referimos a realidades orgánicas sujetas al tiempo.
Según eso, la proclamación de Cristo como verdadero hombre y como verdadero Dios necesariamente mira al conjunto de la existencia de Cristo. No se equivoca el que dice, mirando a Jesús feto que es “verdadero Dios,” como tampoco se equivoca el que mira una foto de Einstein en la escuela primaria y dice: “he aquí uno de los más grandes científicos de todos los tiempos.” En efecto, la infancia de Einstein fue tal que hizo posible y está del todo ligada a lo que él hizo en su vida. No sería lo que llegó a ser si no lo hubiera empezado a ser. Lo mismo en el caso de Cristo: no empezó a ser Dios después de morir, ni en ningún punto de su edad adulta; fue Dios desde siempre, y sin embargo, sólo podemos afirmar su divinidad a partir de la contemplación del arco completo de su existencia.
Sobre la narración de Jesús a sus doce años, hay que tener presente que ocuparse de las cosas de su Padre no implica ni tampoco niega una conciencia total de su propio ser. Puede admitirse entonces lo que has escuchado de aquellos amigos sacerdotes, entendiendo que la palabra definida por la Iglesia es cierta y vinculante para todos.