Ministros Extraordinarios de la Comunion

Hermano en el Señor, Fray Nelson: Soy Ministro Extraordinario de la Comunión. Hay sacerdotes que critican muchísimos al Ministro Extraordinario de la Comunión (MEC). Lo critican y no lo quieren en el Altar. Hay otros sacerdotes, en cambio, que lo quieren en todo. Podría explicarme que puede y que no puede hacer, desde el punto de vista litúrgico, un Ministro Extraordinario de la Comunión. Y por supuesto, su opinión personal. Gracias. – E.D., Desde Venezuela

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Es una pena que haya tanta disparidad en este tema, que debería ser motivo de gratitud y de gozo en el Señor, y no asunto de discusiones o tensiones.

Empiezo por la opinión personal: Los Ministros Extraordinarios de la Comunión (MEC) son, ante todo, ministros, es decir, servidores dentro de la comunidad cristiana. Se espera entonces, y cabe exigir de ellos, una coherencia sobresaliente entre su fe y su vida. Se espera que reciban una formación inicial que les lleve a amar más el misterio de misterios, que habrán de distribuir, y que esa formación sea luego renovada en encuentros periódicos, por ejemplo: cursos o retiros espirituales anuales.

Son ministros “de la comunión,” es decir: no consagran. Distribuyen el Pan del Cielo, ante todo, a los que no pueden acercarse a la asamblea eucarística, esto es: los enfermos confinados a su casa, si por su número resulta muy difícil que el párroco u otro sacerdote les visite, consuele y dé la comunión. Por cierto, esto indica que no se les debe ver como “vicarios” del párroco para los enfermos; son ayudantes en una tarea hermosa de misericordia y cercanía pastoral.

Otra cosa distinta es la distribución de la comunión en las misas ordinarias. Como norma general, quien preside la eucaristía debe también repartir la comunión, pues ello hace claramente visible el signo instituido por Cristo, que partió y repartió él mismo. Pero ante un número de 200, 300 o 1000 comulgantes, ¿cuánto tiempo y puro esfuerzo físico demanda que una sola persona reparta la comunión? Ahí no se da mayor piedad sino a veces lo contrario. La grandeza de la eucaristía no puede medirse por la grandeza de las filas para comulgar.

Soy de la opinión de que los MECs pueden colaborar en estas ocasiones, que pueden ser bastantes regulares, un poco en contraste con su denominación de ministros “extraordinarios.” Si todo se hace con respeto, veneración profunda, verdadero decoro, ¿por qué habría uno de oponerse? De hecho, en tiempo de mártires la Sagrada Eucaristía era llevada y distribuida por seglares. Lo esencial en la distribución no es el sacramento del orden, sino la conciencia de a Quién llevamos y cómo lo recibimos.

Espero que estas reflexiones sean bien recibidas por mis hermanos presbíteros para que todos, de modo más unánime, mostremos la grandeza y fraternidad propias del sacramento por excelencia.