IX-A. Visiones del Cielo

312. Cuando resuciten de la muerte, no se casarán los hombres y las mujeres, sino que serán en el cielo como ángeles. (Mc 12,25)

313. Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como una novia que se arregla para el novio. Oí una voz potente que salía del trono: Mira la morada de Dios entre los hombres: morará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. Les enjugará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte, ni pena, ni llanto, ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado. (Ap 21,2-4)

314. No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. (Ap 21,22)

315. El que estaba sentado en el trono dijo: Mira, renuevo el universo. Y añadió: escribe, que estas palabras mías son verdaderas y fidedignas. Y me dijo: Se acabó. Yo soy el alga y la omega, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber del balde del manantial de la vida. El vencedor heredará todo esto. Yo seré su Dios y el será mi hijo. (Ap 21,5-7)

316. Allí no habrá noche. No les hará falta luz de lámpara ni luz de sol, porque los ilumina el Señor Dios, y reinarán por los siglos de los siglos. (Ap 22,5)

317. Ha llegado la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios y la autoridad de su Mesías; porque ha sido expulsado el que acusaba a nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios. Ellos lo derrotaron con la sangre del Cordero y con su testimonio. (Ap 12,10-11)