233. El necio dice todo lo que piensa; el sabio piensa todo lo que dice. (Sir 21,26)
234. Conversar con un necio es conversar con un dormido. (Sir 22,10)
235. ¿Quién pondrá guardia a mi boca, y a mis labios sello de prudencia, para que no venga a caer por su culpa, y que mi lengua no me pierda? (Sir 23,2)
236. Muchos han caído a filo de espada, mas no tantos como los caídos por la lengua. (Sir 28,18)
237. A tus palabras pon balanza y peso, a tu boca pon puerta y cerrojo. (Sir 28,25)
238. No salga de vuestra boca ninguna palabra ofensiva, sino una palabra buena que edifique a quien lo necesite y agrade a quien la escucha. (Ef 4,29)
239. Al juramento no acostumbres tu boca, no te habitúes a nombrar al Santo. (Sir 23,9)
240. Habla, joven, si te es necesario; dos veces a lo sumo, si se te pregunta. Resume tu discurso, di mucho en poco, sé como quien sabe y al mismo tiempo calla. (Sir 32,7-8)
241. Con los inteligentes ten conversación, y tus charlas versen sobre la Ley del Altísimo. (Sir 9,15)
242. No repitas nunca lo que se dice, y en nada sufrirás menoscabo. Ni a amigo ni a enemigo cuentes nada; a menos que sea pecado para ti, no lo descubras. ¿Has oído algo? ¡Quede muerto en ti! Por una palabra oída ya está el necio en dolores, como por el hijo la mujer que da a luz. (Sir 19,7-9.10-12)
243. El sabio sabe callar hasta el momento oportuno; el presumido y el necio siempre hablan a destiempo. (Sir 20,7)