Cuando se miran las extrañas decisiones del partido Laborista en Inglaterra, hay fuertes indicios de que la palabra “Izquierda” está a punto de significar casi cualquier cosa. Lejos de la quimera de Marx y Engels, lo único que creo que podemos saber que no existirá en el futuro próximo es algo que semeje una “Internacional Comunista.” Los sueños de Lula, Chávez, Putin, Zapatero y Brown sencillamente no tienen cómo sentarse a la misma mesa.
Y sin embargo, algo extraño se cocina en Latinoamérica, a empujones de la retórica y los petrodólares de Chávez. Haz esta suma: armamentismo “made in Rusia,” más populismo recalentado más sentimiento anti-yanqui (¡muera el imperio!) más una chequera abultada más nostalgia indigenista más un Bolívar reinventado para el caso más una tropa de gente que ha esparado mucho tiempo una oportunidad para tener una tajada en el poder militar, política, económico o mediático más algunas medidas que por fin dan a los pobres la sensación de que puede haber justicia para ellos.
Si uno viene de Latinoamérica, como es mi caso, uno sabe la fuerza que algo así puede tener. No porque la gente lo crea a fondo; no porque sea objetivamente cierto lo que el presidente-comandante Chávez repite adoctrinando a su gente cada domingo, al mejor estilo de Castro; no porque estén ocultos los fallos del sistema, que ya son sensibles en la escasez de algunos productos en los supermercados venezolanos.
La gente se da cuenta de todas esas inconsistencias pero están preparados para aceptarlas–como los cubanos de a pie han estado abiertos a acoger la miseria física de casas y edificios que hace décadas no han podido recibir un mantenimiento decente. Alguien dirá que lo aguantan por pura represión pero yo personalmente no lo creo. De lo que he hablado con cubanos amigos o enemigos del actual régimen, lo que veo es más bien parecido a la mirada oblicua que los países islámicos pobres le dan a la cultura occidental: la ven como superior en un aspecto, por ejemplo, la tecnología pero no la envidian en el conjunto de sus aspectos, que incluyen por ejemplo lo que ellos estiman como un modo impío y degenerado de ver al cuerpo humano.
Por supuesto, Chávez quiere hacer escuela, y ya tiene seguidores y camaradas que se han fortalecido en sus respectivos países: Correa, que acaba de recibir el espaldarazo de una reforma constitucional que le deja las manos libres; Morales, que no hace mucho fue confirmado mayoritariamente por referendo; Ortega, que “reina” sin contendor vigoroso a la vista en Nicaragua. Alguien puede pensar que Lugo, en Paraguay, se una a este club que tiene como presidente honorario a Castro y que trata de crear puentes con todo lo que se oponga a la hegemonía estadounidense, llámese Irán, Rusia, Libia, y no sé si Corea del Norte.
¿Estamos presenciando el despuntar de un socialismo / comunismo “exportable”? No lo parece. Europa puede estar desunida en muchas cosas menos en una irrevocable opción pacifista, por lo menos en lo que toca sus propias fronteras. La beligerancia chavista produce más risas que otra cosa, y yo no sé si haya muchos socialistas que se sentirían cómodos caminando por la calle con alguien como el presidente venezolano. China, por su parte, está bastante ocupada resolviendo una enmarañada agenda interna que hará sino complicarse más a medida que suceden estos tres fenómenos: la caída de la censura mediática, el crecimiento de los intereses privados (una vez que ya no es “pecado” ser rico), y la urgencia de responder a protocoles internacionales de calidad (no se pude seguir tapando escándalos como el de la leche envenenada o el pésimo nivel de la construcción de edificios públicos–recuérdense las escuelas de la región del reciente terremoto). Así que China sí quiere vencer a Estados Unidos pero no por la vía burlesca de Chávez sino en los pulsos del mercado, la excelencia tecnológica y la física exportación masiva de su tecnología, idioma y productos.
Dentro de Latinoamérica es dudoso que el socio-comunismo de los cinco países ya liderados por Chávez se puede extender mucho más. La opinión pública colombiana sencillamente no lo digiere; Perú le ha pedido que no intervenga; Brasil ha dicho que está dispuesto a negociar con EEUU como con cualquier otro país; Chile y Argentina se sienten culturalmente cerca del estilo y el desarrollo europeo-occidentales y no van a perder eso por una boína y un oleoducto. Es verdad que algo se podrá avanzar en Paraguay–quizás–pero, ¿es eso más de lo que se perdería si avanza la tensión interna en Bolivia con Santa Cruz y sus departamentos aliados? En cuanto a Centroamérica, las cartas están echadas: Nicaragua no tendría a Ortega si no hubiera tenido a Somoza; ergo el estilo sandinista poco pega en Costa Rica, Panamá, Guatemala u Honduras, que ya tienen bastante con mantener la cabeza a flote, y las instituciones más allá del radio de influencia del caos ejemplificado por las pandillas.
En resumen: creo que estamos presenciando la disolución misma de la palabra socialismo, que ya casi solo significa: urgencia de aprobar el aborto; en eso sí que parecen coincidir todos los socialistas. Quitando eso, no sé yo si en Ecuador haya empezado la prisa por los matrimonios gay. Y entiéndase: lo digo con pena, porque si hay algo que falta, algo que dolorosamente falta en esta tierra, es justicia social.