109. Los actos y su significado

109.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

109.2. Los actos humanos, en su rápida sucesión, puede dar la falsa impresión de que transcurren sin apenas dejar huella. Una juiciosa meditación, por el contrario, muestra que en esa sucesión, que parece interminable, se va construyendo un “algo” definido y finito, aunque inagotable en su capacidad significativa. Si lo quieres ver de ese modo, la vida que tienes en esta tierra es el “significante” y la vida después de la muerte es el “significado.”

109.3. Es muy importante para la conversión y transformación de tu vida que tengas siempre en cuenta que el significado no se alcanza en un acto, sino en una sucesión de actos; al mismo tiempo, empero, has de tener presente que en una sucesión de actos nada hay que no sean actos, y que, en ese sentido, cada uno es irreemplazable en la configuración final de tu vida.

109.4. Es algo como lo que pasa con el océano. Una gota de agua no puede tener olas, ni tormentas, ni remolinos, y sin embargo, ninguna de estas cosas se darían, si no existiera esa multitud ingente de goticas. Algo así son los actos pequeños y grandes de tu vida: si los aíslas completamente de su contexto parecen insignificantes, pero si descubres, a través de la meditación y la oración cuánto y de qué modo se entrelazan, implican y complementan, entonces descubres significado a partir de la insignificancia.

109.5. En esta misma línea puedo darte otro ejemplo, tomado del ejercicio que tú mismo vas haciendo a medida que te hablo. De tus dedos sale un arroyo de letras. Cada una, vista en sí misma y al margen de las demás, no dice nada. Pero ya ves cómo, a medida que se van juntando en un determinado orden, se van completando y complementando hasta declarar todos estos pensamientos, afectos, historias, evocaciones, correcciones y palabras de promesa y esperanza. Cada uno de tus actos es una letra y tu vida es un libro escrito con esas letras.

109.6. Esta última comparación que te he dado puede enseñarte todavía algo más. Puesto que el sentido no queda concluido sino al final, mientras vas escribiendo puedes reformar lo escrito, no sólo borrándolo, que en este caso es una opción que tienes, sino también negándolo, aclarándolo, subrayándolo, situándolo en fin en su propio contexto. Esto es algo maravilloso de la palabra humana: ¡mira que con palabras sitúas a otras palabras!

109.7. Por eso, cuando se trata de un escrito donde no es permitido borrar —y tal es el caso de la vida—mejor es la condición de las palabras posteriores que la de las anteriores. La palabra posterior puede situar a la anterior, y esto es en cierto modo definirla. Así también tus actos últimos, aunque no borren los primeros, sí pueden, para bien o para mal, transformarlos en su significación, precisamente a través del acto de situarlos y del acto entonces de redefinirlos.

109.8. Mira cómo los actos posteriores dependen de los anteriores, en cuanto al hecho de existir, mientras que los anteriores dependen de los posteriores, en cuanto al hecho de significar. Esta es una ley que se cumple en general con respecto al tiempo humano y a la Historia de la humanidad: lo que viene después depende de lo que fue primero en cuanto al ámbito del despliegue de las posibilidades, pero a la vez es el pasado el que depende del futuro, en cuanto a la evolución del sentido.

109.9. Y bien, si la dinámica del sentido deja todo en manos del futuro, es evidente que la Palabra que otorga sentido definitivo es una palabra siempre futura, siempre más allá de lo que dicen las posibilidades que hasta ahora se han desplegado. La Historia misma mira al futuro no sólo como complemento, sino como un edificio que aguardara la llegada de su cimiento.

109.10. La Historia es adviento, y el Cielo es Navidad. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.