En Mateo 19,19 la Biblia Latinoamericana trae esta traducción: “Os digo que cualquiera que se divorcie de su mujer, salvo por infidelidad, y se case con otra, comete adulterio.” Otras traducciones dicen: “salvo en caso de fornicación.” La pregunta es doble: ¿cuál de estas traducciones es la correcta? Y segundo: ¿no da ese criterio mayor flexibilidad para el estudio del tema de la indisolubilidad del matrimonio como lo predica la Iglesia Católica? -A.G., México
La cuestión de la estabilidad del vínculo matrimonial era controvertida en tiempos de Jesús y lo sigue siendo en nuestra época. Es entendible: la ruptura de la unión conyugal afecta en profundidad no sólo a los cónyuges sino a la prole, de modo que no puede tocarse el matrimonio sin afectar la salud de la sociedad. Por otra parte, la vida puede volverse una tortura cuando dos personas que se quisieron ya sólo parece que puedan reprocharse y odiarse, con evidente daño de los hijos, nuevamente. En general parece que buscar la solidez del matrimonio mira más al bien de la sociedad mientras que la posibilidad del divorcio parece dejar más abierta la puerta a la felicidad de la persona considerada individualmente. En esto, pues, hay como un conflicto entre el bien del individuo y el de la comunidad. Cosa que es sólo aparente pues en últimas estos dos bienes son inseparables: a largo plazo una comunidad enferma producirá personas emocionalmente enclenques y enfermas; a largo plazo también, las personas débiles en sus compromisos producirán un tejido social incapaz de sostener a los más pequeños.
En tiempo de Jesús, las dos grades escuelas rabínicas tenían sendas posturas sobre este tema. Los de Shamai eran estrictos y prácticamente impedían el divorcio siempre; los de Hillel eran más bien laxos, y algunos de ellos decían que un hombre podía pedir y lograr el divorcio por cosas tan triviales como que la esposa preparar mal un plato de sopa.
Lo que Jesús dice, en el texto griego, es que da una regla general: “lo que Dios ha unido no lo separe el hombre” y da una excepción que está en la palabra griega “porneia” (de la que por ejemplo viene pornografía). Esa palabra es la que algunos traducen por infidelidad, otros por fornicación y otros de otras maneras. Lo que el Señor dice es: “no hablo del caso de porneia.”
La cosa es complicada porque esta palabra es muy poco frecuente en el Nuevo Testamento y por eso hay discusión entre los exegetas, los estudiosos de la Biblia, sobre qué era exactamente lo que quería decir Cristo. En general, los protestantes siguen una interpretación más bien laxa, tipo Hillel, y los católicos seguimos una interpretación estricta, más bien como la de Shamai.
Lo que se sabe sobre “porneia” es que alude al sexo cuando es sucio, ilegal, degradado, vergonzoso o reprobable. Por eso su significado va desde la fornicación hasta la prostitución. ¿A qué se refería Jesús?
Un criterio básico es exégesis es aclarar lo menos evidente con lo más evidente. Es oscuro, admitamos, lo que quiere decir “porneia” en este contexto; pero no son oscuras estas dos cosas: que Jesús alude al plan original de Dios para la pareja, y que ese plan debe primar sobre los planes o proyectos puramente humanos. “Debe primar” no como una imposición sino como un llamado a la verdad del querer de Dios para nuestro bien, como sucede con otros mandamientos como no mentir o no robar, aunque a veces a uno le convenga robar o mentir.
Si Jesús estuviera pensando en que la infidelidad disuelve al matrimonio cualquier persona podría organizar su plan así: “Voy a ser infiel, porque me cansé de mi pareja, y si le soy infiel eso disuelve el vínculo.” Por chocante y deshonesto que ese razonamiento pudiera parecer, ¡la Biblia lo respaldaría! Y si uno alega que Jesús sólo hablaba de la infidelidad que la persona padece, eso tampoco sirve, porque entonces Jesús estaría promoviendo una sociedad en donde todos, para sentirse más libres, intercambian parejas o juegan toda clase de juegos de amor, con lo cual cada quien queda con el pretexto listo para juntarse con quien quiera. Los hechos demuestran que así se dan las cosas.
Parece que esa “porneia” de la que habla Cristo no alude a un evento aislado sino más bien a una especie de condición permanente que haría sencillamente inválida la decisión de hacer pareja. Sería la porneia habitual, algo así como la promiscuidad como adicción o como la prostitución. Si la persona de antiguo vive en una situación permanente de promiscuidad su resolución de casarse no significa en realidad nada: en ese caso nunca hay verdadero matrimonio. En un lenguaje más asequible, lo que Cristo está diciendo es algo como esto: “Si hay matrimonio, ese matrimonio es estable y no debe ser disuelto por voluntades humanas. Pero tengan en cuenta que si una persona en realidad no se ha casado, porque vive en condiciones internas o externas que le impiden entregarse de verdad a alguien, en ese caso no hay matrimonio, y por consiguiente tampoco hay verdadero divorcio.”
Esta interpretación es subyace a la visión católica sobre el matrimonio.