El amigo de mi Amigo

Hasta donde he leído, la frase que sirve de pivote y quicio fundamental de la reciente encíclica del Papa Benedicto es aquella que relaciona el amor a Dios y el amor en prójimo. La clave se llama Jesucristo.

En Jesús se ha revelado el amor de Dios; se ha hecho concreto sin dejar de ser universal. En Jesús somos renovados para responder a ese amor que Dios nos tiene con un amor que le agradece, le glorifica y se rinde también a su majestad, desde una convicción: su plan es el mejor plan para mi vida.

¿Cómo entra aquí el amor al prójimo? A través de Jesús, precisamente. Recibir a Jesucristo es entrar en la esfera de su poder que salva pero también entrar en el ámbito de su amor que sana y levanta. Ahora bien, yo no puedo querer fácilmente a quien no es “querible” para mí, porque me resulta antipático o porque incluso me ha hecho daño. Pero no puedo negar que Jesús ama a esa persona, y la trata como amiga.

El modo, pues, de cambiar mi corazón no es forzarlo sino persuadirlo. Y la manera de persuadirlo es llamar a ese que no me gusta: “amigo de mi Amigo.” No lo quiero porque me guste, pero empiezo por aceptarlo porque sé que es amigo de mi Amigo. ¿Sabio, no?

Una respuesta a «El amigo de mi Amigo»

  1. El texto está disponible en la página del Vaticano, no sólo en idiomas modernos sino en latín.

Los comentarios están cerrados.