Borges fue, que yo sepa, el primero en llamar la atención sobre un hecho curioso del Corán: en sus cientos de páginas no se menciona nunca un solo camello. Por supuesto, tanto Mahoma como sus lectores conocían y usaban los camellos con gran frecuencia, y ello precisamente hacía superfluo mencionarlos. Las cosas desaparecen en los dos extremos: por muy poco visibles o por demasiado visibles. Unas cosas no las decimos porque no las entendemos; otras, porque las sobreentendemos. Lo no entendido y lo sobreentendido están ausentes y lo presente no tiene las claves de lo ausente.