Una de mis expectativas al llegar a Europa, la culta Europa, era ver qué clase de televisión encontraría aquí. El balance tiene su gracia. Hay canales que entran con una calidad máxima, y otros, de tipo más científico o formativo que entran menos bien y que reciclan más la programación. Los primeros trasnmiten realities, muestras de moda, novelones, historias de farándula. Los segundos hablan de historia, tecnología aplicada, ciencia e investigación. La proporción numérica es impresionante también. Hay seis o siete canales (¿o son ocho?) del primer estilo y uno, o uno y medio del segundo.
Se puede pensar que es la tendencia humana hacia lo superficial, lo sensual o que todo vien del contexto consumista de nuestra sociedad marcada por el capital. Sin negar que todo ello está presente, pienso que hay más. Necesitamos relatos. El ser humano necesita una palabra que cuente una historia. Los canales serios y cultos pueden dar teorías pero el alma humana necesita no sólo explicaciones. Antes de ellas, tiene hambre de historias: saber que a alguien le pasó algo alguna vez. Luego vendrá el tema de qué clase de relatos consume cada cultura. Pueden ser relatos de horror, de generosidad, de sexo, de violencia, de ingenio, de santidad, de asco, de suicidio, de amor y romance, o de mil cosas más. Todo ello será el cómo que siempre va precedido de un qué. Y el “qué” es que necesitamos palabras que cuenten historias.
Las teorías son posibles cuando empezamos a hacer preguntas. Mas las preguntas sólo pueden pronunciarse sobre la base de afirmaciones, que es lo que ofrecen las historias, así en plural; ahí caben los cuentos, las sagas, las leyendas, los mitos, las anécdotas. La gente mira realities y compra revistas de farándula porque quiere saber qué le pasa a alguien en ciertas circunstancias. Quiere ver suceder una historia.
Por supuesto esto tiene que ver con la predicación. El recurso homilético más usado por estas latitudes es empezar contando un breve relato del tipo: “Cuando yo era niño y salíamos temprano, incluso en el invierno, para alcanzar a llegar a tiempo a la escuela…”
La tecnologia puede darnos medios, que son como canales, pero no nos da el agua para llenar esos canales. El “agua” es la vida que va sucediendo, es todo aquello que causa dolor o risa, que hace nacer una lágrima o el deseo inmenso de abrazar a alguien.