Para mi criterio, MUY lúcido…

Lluís Amiguet, del periódico La Vanguardia de Barcelona, hace una entrevista a Mike Duffield, un inglés experto en resolución de conflictos. Comparto prácticamente en su totalidad lo que dice Duffield y lo considero notablemente lúcido en su análisis. Por eso, en contraste con mi costumbre, transcribo hoy el texto tal cual. Empieza hablando el mismo Duffield.

Tengo 56 años. Nací en Tipton (Inglaterra), el país del carbón. Soy profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Lancaster. Fui delegado de Oxfam en Sudán y he trabajado en Angola, Afganistán, Bosnia y Etiopía. Hay una guerra civil entre ricos y pobres: Occidente no la resolverá mientras pueda contener al Tercer Mundo.

Ya no nos interesa la seguridad de los estados: eso acabó con la guerra fría. Lo que nos importa hoy es la seguridad de las personas vivan donde vivan: el proyecto nacionalista para el mundo ha fracasado y los estados son cada vez más incompetentes e irrelevantes.

-¿A qué se refiere?

-Cuando acabó el colonialismo -durante los 60, 70 y 80-, los estadistas mundiales pensaron que la solución a los problemas del mundo pasaba por la creación de nuevos estados: hubo una eclosión de independencias y un estado para cada nación. La ONU pasó de tener 50 estados a casi los 200 de hoy.

-No han funcionado.

-Occidente esperaba beneficiarse así de un nuevo orden, un imperialismo no formal sin ocupación territorial, donde, en lugar de ser ellos como potencias coloniales los que salvaguardaran sus intereses, fueran los nuevos estados poscoloniales los que controlaran a su población con su policía y ejército para preservar el bienestar occidental.

-Y esos nuevos estados son incapaces hoy de controlar sus migraciones.

-Se creía que, en un mundo de reglas imparciales para todos en que cada estado fuera soberano, los problemas acabarían solucionándose y lo que ha sucedido en realidad es que la mayoría de esos nuevos estados poscoloniales se ha colapsado internamente. Son estados en crisis crónica e irremediable.

-Y sus poblaciones, buscándose la vida.

-Migran por el planeta o se integran en redes transnacionales de narcotráfico, explotación de prostitución y emigrantes ilegales, tráfico de armas o tramas mafiosas más o menos violentas. Toda esa globalización indeseable que hoy Occidente considera la mayor amenaza a su seguridad.

-¿Ese es el nuevo orden mundial?

-Acabada la guerra fría, el nuevo orden mundial consiste en proteger de las amenazas externas las redes de bienestar occidental en las que usted y yo estamos incluidos.

-¿Redes?

-Redes de educación, salud, bienestar, pensiones… Los ciudadanos de Occidente las disfrutamos y el Tercer Mundo, no. Nosotros tratamos de conservarlas y ellos de integrarse en ellas emigrando. Esa es la fuente de la inestabilidad en el planeta, que vive una guerra civil entre los que están dentro de las redes de bienestar y los que no: los que estamos dentro viviremos 100 años, fuera de ellas muchos apenas llegarán a los 50.

-Occidente tiene poder militar.

-Pero se ve a sí mismo más vulnerable que nunca, porque la fuerza militar no es convertible fácilmente para detener esas amenazas.

-No se puede matar moscas a cañonazos ni enviar al Eurofighter a detener pateras.

-Y Occidente sabe que es frágil porque su bienestar depende de cadenas centralizadas de abstecimento, de sistemas de transportes y de mercados muy vulnerable,s y de redes globales de energía muy frágiles. Su economía, que es el termostato del sistema, puede colapsarse con un mero rumor o ser devastada por la inflación ante la sospecha de inseguridad en un país lejano.

-Occidente puede reaccionar militarmente.

-En Afganistán e Iraq lo ha hecho. Ha sido una reacción militar ante la amenaza a su red de abastecimiento de energía. Occidente necesita usar su fuerza militar cuando cree que fracasan sus estrategias de contención del Tercer Mundo. La contención es rentable mediáticamente y por tanto políticamente.

-¿En qué sentido?

-Lo racional sería buscar soluciones globales para integrar más y más población mundial en esas redes de bienestar que sólo disfrutamos en Occidente, pero nuestros estadistas quedan bien en la tele diseñando o promocionando estrategias de contención ante el Ter-cer Mundo ya sea con leyes de inmigración restrictivas o con refuerzo de las fronteras de nuestras fortalezas territoriales.

-¿No quedarían mejor con medidas efectivas para redistribuir los recursos mundiales?

-Sólo se puede acabar con esa guerra civil entre ricos y pobres del mundo con esas medidas complejas a largo plazo: pero eso no es mediático ni da votos. En Congo, pese a la intervención de la ONU, murieron cuatro millones de personas entre 1998 y el 2003. ¿Por qué? Porque esa guerra no salió en la tele. La tele decide quién vive o muere.

-¿Y las ONG?

-Cuando nacieron en los 70 y durante los 80 pusieron su trabajo de base sobre el terreno apoyados por las sociedades civiles occidentales y las donaciones individuales contra el abuso de los burócratas estatales y las corruptelas de la ayuda internacional. Las ONG hacían un trabajo efectivo.

-¿Y no lo hacen aún?

-Sufren una crisis de identidad, porque los gobiernos han aprendido a utilizar las ONG para lavar su propia imagen en casa y en el Tercer Mundo, y además para aprovechar sus redes de relaciones. El apoyo al desarrollo forma parte, además, de esa política occidental de contención del Tercer Mundo: hay que ayudarles a progresar en su país para que no nos invadan. Hay que localizar la miseria y las ONG son eficaces en esa ayuda.

-Más eficaces que los gobiernos.

-La consecuencia es que las ONG se han oficializado y ya no pueden ser tan críticas. Forman parte de las fuerzas ocupantes en los conflictos poscoloniales. Por eso han sufrido muchas bajas en Iraq o Afganistán: ya no se perciben como neutrales ni aquí ni allá.

-Cualquiera se la juega en Iraq.

-Hoy las ONG más serias se replantean su papel: ¿quieren ser parte de todo aquello que criticaron o aún aspiran a ser alternativas?