Temprano en la mañana salgo para Dublín.
Me voy agradecido con Dios; con mis Hermanas Dominicas, de las que nada he hablado por centrarme todos estos días en los hechos de Fátima; con quienes sirven en el Santuario, y con los nuevos amigos de lengua inglesa que Dios me regala en esta ciudad.
Vivo encomendado a la plegaria de la Iglesia Católica, a la que sirvo y amo. Cuando leas esto, regala un sentimiento, una mirada al Cielo pidiendo por mí; yo oro también por mis amigos ciberespaciales (y ciberespeciales).