No todo se irá en la forma (3 de 7)

Dos Esquemas en el Relato de la Anunciación

Cuando Lohfink aplica la teoría de las formas literarias al relato de san Lucas, descubre dos “formas”: un esquema de anunciación y uno de vocación. Estos dos esquemas se traslapan hasta cierto punto pero no se contradicen sino que el primero queda incluido en el segundo, y así juntos sirven para llegar a un relato que es construido con un propósito. Según Lohfink, el hecho de que se trate de formas identificables y que estas tengan un formato preestablecido, o sea, una secuencia estereotipada de intervenciones y fases, las desconecta de los contenidos propios de la vida de las personas implicadas, en este caso, de María.

Con otras palabras: las “formas literarias” tienen como una vida propia, y según ella tienen que darse los elementos que encontramos en la narración de Lucas. Estos elementos provienen entonces, no de hechos que hayan acaecido (eso no lo sabemos ni lo sabremos ni es lo importante), sino del esquema que tiene la respectiva o las respectivas formas. Siempre según este autor, nuestro único interés debería ser encontrar a qué intención mira el uso de la forma que hemos identificado. Una vez logrado esto, lo demás puede y debe quedar en el limbo de lo que no tiene respuesta.

Para el caso concreto de la Anunciación, Lohfink ve un esquema en siete pasos:

  1. Aparición de un ser celeste.
  2. Anuncio del nacimiento de un niño.
  3. Imposición del nombre.
  4. Revelación de su futuro.
  5. Dudas del ser humano implicado.
  6. Aclaración que disipa las dudas.
  7. Signo fehaciente.

Los cuatro primeros pasos de este esquema son ellos mismos un “esquema de anunciación” que puede encontrarse también en varios lugares de la Biblia. Lohfink cita el caso de Ismael, anunciado a Agar (Gén 16,7-12) y el de Isaac, anunciado a Abraham (Gén 17,15-19).

Este esquema de anunciación está a su vez dentro de otro esquema más grande, el de “vocación” que también tiene varios ejemplos conocidos: el llamado a Moisés (Éx 3,10-12) y el llamado a Jeremías (Jer 1,4-10) son los paradigmas citados por este autor.

Lohfink, pues, piensa que Lucas (¿o la comunidad a la que él pertenece?) está siguiendo el guión de este doble esquema y que básicamente lo que hace es llenar ese guión con lo pertinente para llegar al resultado que le interesa, a saber, proclamar a Cristo como “Hijo del Altísimo” a quien “el Señor Dios le dará el trono de su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre.”

Si tal es la intención de Lucas y si eso es lo que él está haciendo, no es que haya que negar si hubo o no una experiencia sobrenatural o espiritual muy profunda en María, sino que no podríamos asegurarlo con base en el relato.

Una consecuencia de bulto de este modo de plantear las cosas es que no podría definirse si hubo o no un padre humano para Cristo. Apoyándose en el análisis de G. Lohfink, a quien llama “notable biblista católico,” el P. Alfonso Llano, SJ, afirma: “El hecho de que María supiera que el hijo de sus entrañas, que iba a tener de José, era al mismo tiempo el Hijo de Dios, no se explica porque un ángel le musitara al oído esa buena nueva.” Esta cita ha sido tomada de la obra de Llano Jesucristo según algunos teólogos católicos del siglo XX (Bogotá, Intermedio, p. 89).

Lohfink no dice lo que dice Llano, pero ciertamente lo autoriza, pues para él la “forma” marca hasta tal punto “lo que hay que decir” que finalmente no sabemos si lo que fue dicho lo fue por tributo a la forma, o si es parte de un “fondo” o contenido que brota de eventos allende el relato.

Es el momento de preguntarnos si esto no está yendo demasiado lejos.