La Mujer en la Vida de la Iglesia (2 de 9)

Primera Aproximación al Género en la Biblia

¿Preguntar por el género del Mesías no es ir demasiado lejos para responder una cuestión relativamente sencilla: por qué no ordenar mujeres?

Sobre temas tan profundos y existenciales como el orden sagrado no caben cosas como citar versículos (eso se ha hecho casi hasta el abuso) ni citar el magisterio (eso ya se hizo también). ¿De ahí qué sigue? ¿Dar la razón a los que ven en el ministerio una función y decir que ya el mundo evolucionó y que esa función la pueden ejercer las personas humanas sin distingos de sus inclinaciones o prácticas sexuales? ¿Decir que como sacramento estaba ya dado a las mujeres en otros tiempos de la Iglesia? Eso no nos convence a muchos. No vemos que sea fiel a la Biblia. Los documentos son más que cuestionables. Pero mostrar por qué no nos parece fiel y sí cuestionable no es un asunto de dos versículos, ni de una visión o acelerada o integrista. Toma tiempo. Requiere mirar a fondo qué es ser hombre y qué ser mujer. Y por cierto: ¡ese viaje es bello! Dios nos hizo con amor y con belleza y no veo por qué haya que estudiar con odio o con desconfianza el ser sexuado que él nos regaló.

Pues hay cosas demasiado claras al respecto. Sabemos que Cristo fue varón, por ejemplo…

Por supuesto, pero ¿está claro el lugar del género de Cristo? ¿Era ese género (varón o hembra) irrelevante para el anuncio del Reino en cuanto tal? ¿Era un asunto sólo práctico, o �culturalmente adaptado�, como sostienen algunos, es decir, sólo útil a asegurar una difusión expedita de unos contenidos en una sociedad patriarcal? ¿Era ese todo su sentido? Si la respuesta que damos es �sí,� el ministerio queda entendido como una función básicamente de organización (a muchos niveles, eso se podría conversar después). Si la respuesta es �no,� entonces de ahí hemos de pasar a mirar qué significa el sacerdocio de Cristo en el contexto del anuncio del Reino, y luego al lugar del ministerio ordenado en la Iglesia.

¿Es inadmisible decir que era algo más bien �práctico�?

Yo no comparto esa respuesta. Hay muchas cosas prácticas que no vemos que Cristo haga y muchas cosas imprácticas que sí le vemos hacer y establecer. Considero por lo tanto que esa respuesta es errónea, y hace que nos perdamos de algunos elementos fecundos y muy bellos de la misión del Mesías. Esto no quita nada a la misión propia de las mujeres, y entre ellas, María, la Madre de Jesús. Ella, lo mismo que tantas mujeres ejemplares, tiene en la riqueza de su corazón claves que nos ayudarán a entender la obra del Espíritu en la Iglesia.

¿Y qué argumentos hay a favor de decir que el género de Cristo sí era relevante?

Yo lo planteo de la siguiente forma:

-Cristo es la plena revelación de Dios.

-Plena indica: en continuidad y perfección última de aquello y de Aquel que se revela en el Antiguo Testamento.

-El lenguaje esponsal es una clave continua de referencia en los profetas y la lectura apocalíptica.

-En ese lenguaje, Dios es siempre el esposo; el pueblo es siempre la esposa.

-Hay pues una relación innegable entre la revelación y la realidad creatural bisexuada de los humanos. En esto como en otros casos, el orden de la creación se convierte en lenguaje que �dice� la redención.

-Por consiguiente ese lenguaje no es irrelevante ni tiene un sustento sólo funcional/cultural.

Una vez discutido, y eventualmente aceptado, esto es posible luego mirar la relación entre el hecho del género en Cristo y luego en sus ministros ordenados o no ordenados (los casos son distintos).

Pero uno podría decir que lo esponsal es una manera de hablar del amor y de la fidelidad; parece muy forzado ir de esa metáfora a justificar que no haya mujeres que reciban el sacramento del orden.

El lenguaje esponsal era un símbolo del amor y la fidelidad; es cierto. Mas esa interpretación no explica un hecho. En la pareja humana, amor y fidelidad son mutuos y simétricos. En la Biblia, sin embargo, Dios no es nunca representado como la parte femenina –cosa que, por otra parte, era de lo más frecuente en la antigüedad de los pueblos que rodeaban a Israel y Judá. Los datos no los podemos cambiar. Dios no es la esposa. ¿Eso qué significa? Tenemos que buscarlo; hemos de procurar entenderlo; pero lo que no podemos es negarlo, minimizarlo o explicarlo de modo insuficiente.

Y miremos que después de la predicación de Dios-Esposo, Jesús habla de sí mismo como el Novio. Y Juan se refiere a Cristo también como el Novio. ¿No podría ser que hubiera en esto un mensaje que es también libertad y belleza? La conclusión es que no toda la belleza está en la igualdad. No toda.

Es decir: la comparación esponsal nunca es simétrica. Hay textos que hablan de Dios Madre – Pueblo Hijo. Otros, más numerosos, hablan de Dios Esposo – Pueblo Esposa. Mi afirmación es que nunca encontramos la pareja inversa: Pueblo Esposo – Dios Esposa. Este hecho, que podemos seguir estudiando y corroborando, indica algo profundo e interesante, y no podemos soslayarlo. Corresponde a quienes queremos amar y estudiar la Palabra ver por qué sucede así, hasta donde ello nos sea posible con la luz que Dios mismo nos conceda.

Sin embargo, el llamar a Dios Esposo y al pueblo Esposa no dice nada de lo que es Dios, sino de su gran amor para con nosotros(as)…

Bueno y ¿sobre qué base sabemos que el alcance de esa imagen o comparación es solo una afirmación de un amor ajeno al género? El texto mismo no da para eso. ¿De dónde se saca? El pueblo es la Novia en el Apocalipsis. ¿Y quién es el Novio? ¿Da lo mismo que pueblo y Cristo sean Novia y Novio o que sean dos amigas o dos amigos? ¿No será más bien que hay en la relación de género un algo que es vital que comprendamos sobre cómo ama Dios?

Esto no quiere decir que Dios sea �masculino.� Aquí hay dos temas distintos aunque relacionados. Uno es qué es Dios en sí mismo; otro es: qué lenguaje es apropiado para hablar de Dios. Para referirnos a Dios en sí mismo necesitamos recurrir, tarde o temprano, a categorías metafísicas. No importa qué vueltas demos, terminamos utilizando conceptos tales como naturaleza, esencia, persona, o sus equivalentes. En cambio, para conectar nuestra reflexión racional sobre Dios en sí mismo con el lenguaje de la revelación no toda comparación es útil y no toda comparación es válida. Hablar de Dios esposa de un Pueblo esposo, por ejemplo, no es correcto, no se corresponde con el dato revelado. Pertenece a la fantasía, con otras palabras. Esto no quiere decir que Dios sea masculino sino que no toda imagen bíblica podemos girarla en nuestra cabeza y aplicarla a Dios.

¿Y Dios no podría hacer el papel de esposa?

Poderse, se puede; pero no tiene respaldo en la Escritura. Y ciertamente no seremos salvos por la fuerza de nuestra fantasía sino por la gracia y la verdad que nos han llegado a través de la predicación profética y apostólica.

Bueno, pero es que hombres fueron quienes escribieron la Biblia, y su cultura y cosmovisión se refleja en lo que escribieron, y en su imagen de Dios.

Ese modo de explicar las cosas tiene defectos hermenéuticos irreparables. Cada vez que la Biblia afirma algo lo está afirmando desde la voz de los mismos seres culturalmente condicionados que han escrito todo lo demás. De modo que, si acepta un planteamiento hermenéutico como el de esta última postura, resulta indistinguible lo cultural de lo no-cultural, con lo cual finalmente se diluye el hecho mismo de la Revelación como tal.

Un ejemplo ayuda a entender el problema en toda su gravedad.

Vamos a suponer que yo no quiero admitir que la Biblia habla de justicia social. Entonces digo algo como esto: �Puesto que el pueblo que escribió la Biblia fue un pueblo oprimido social y económicamente, y en perpetua dependencia de otros pueblos e imperios, sus escritos reflejan esa situación cultural traduciéndola, cuando ha parecido necesario, al ámbito de las relaciones internas del pueblo de Dios, o incluso a la atmósfera de lo familiar. A Dios no le importa la justicia social, pero este pueblo que escribió la Biblia no pudo desprenderse de sus resentimientos seculares y dejó plasmada una visión de conflicto y lucha social. Para entender la Biblia es preciso depurarla de ese condicionamiento cultural y ver que la justicia social en realidad no importa.�

¡Es una caricatura, por supuesto! ¡No refleja mi postura, por supuesto! ¡No es la visión de la Iglesia, por supuesto! Pero nos ayuda a ver.

Si pretendemos explicar la Biblia desde la cultura –cosa que ya intentaron los protestantes liberales del siglo XIX– terminamos quitando de la Biblia todo lo que nos estorbe o no nos guste, porque todo fue en algún momento un rasgo de alguien, de un ser humano.

No es posible explicar la Biblia desde la sola cultura.

Hay otro ejemplo relacionado. Quienes quieren aprobar el amor homosexual hacen algo así: �San Pablo estaba condicionado culturalmente cuando dijo que los homosexuales no tendrían parte en el Reino de Dios…� Lo grave es que el sistema funciona para todos, incluida la extrema derecha o la extrema izquierda. Y cuando un sistema se vuelve capaz de hacer decir a la Biblia cualquier cosa, o de callar a la Biblia sobre cualquier cosa, es obvio que no es un sistema que nos sirva para leer la Biblia. Sirve, si acaso, para leer nuestras intenciones, fantasías o deseos, pero no serán esas las que nos salven.

Necesitamos una hermenéutica viable; no podemos devolvernos al liberalismo protestante del siglo XIX, porque ya ese sistema mostró bien sus límites y su capacidad de traicionar a la Palabra de Dios. De modo que la pregunta sigue vigente: ¿por qué la Biblia no habla de Dios como esposa?

La razón por la que vuelvo a este punto es por la estructura del argumento que quiero proponer:

1. Cristo es la plenitud de la revelación.

2. Esa revelación contiene intrínsecamente un elemento de género, no sobre el ser de Dios pero sí sobre su modo de amor y nuestra relación con su modo de amar.

3. De Cristo mana todo ministerio en la Iglesia.

4. Luego toda pregunta sobre la relación entre género y ministerio ha de fundarse en el modo de comprender y exponer el género y ministerio de Cristo.