“¿Será que amo a mis hijos más que lo que Dios los ama? ¿Dios ama a sus hijos descarriados de África? ¿Dios ama a sus hijos abandonados de India? Pareciera que no, porque aunque ellos lo han abandonado a Él, Él no ha hecho nada para atraerlos a Él, ellos siguen descarriados en la desesperanza, Dios no hace nada para ayudarlos y nos pide a nosotros que lo hagamos para Él, cuando Él pudiera resolverlo todo de un solo brochazo, y sabiendo que nosotros no podremos hacer mucho para resolver mucho de los problemas que tienen estas personas, nos pide a nosotros que lo hagamos por Él. ¿Será que nuestro Dios se ha vuelto loco?”
Esta vez quisiera empezar por el final de tus palabras. Ciertamente tiene algo de “locura” el proyecto de Dios. No te extrañe que hable así. Pensemos en la grandeza de los bienes que nos ha dado y terminaremos repitiendo lo que dice el salmo:
¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? ¡Sin embargo, lo has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronas de gloria y majestad! Tú le haces señorear sobre las obras de tus manos; todo lo has puesto bajo sus pies: ovejas y bueyes, todos ellos, y también las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar, cuanto atraviesa las sendas de los mares. (Sal 8,4-8)
Es grande el lugar que tenemos los seres humanos en la creación; tal grandeza conlleva sin embargo una responsabilidad proporcional. Ahora bien, si miramos qué hemos hecho con la naturaleza la conclusión es obvia: hemos faltado a nuestra responsabilidad, a nuestro deber. Es nuestra culpa, no la de Dios.
Algo parecido podemos concluir si miramos nuestras responsabilidades mutuas como seres humanos. Dios nos llama al amor, la cooperación, la unión de esfuerzos en búsqueda de un mundo más justo, bello, saludable y acogedor para todos. Si nosotros faltamos a nuestro deber, si el egoísmo se impone sobre la solidaridad y la violencia quiere resolverlo todo según la voluntad del más fuerte, esta tierra puede volverse un preámbulo del infierno. Y si ello sucede, de nuevo hay que decir: es nuestra falta, no la de Dios.
¿Y no hubiera podido hacer Dios un universo distinto? Sí, pero fijémonos que hay un punto en el que hay que escoger: ¿quieres un universo con creaturas libres o sin ellas? Un universo sin libertad, gobernado por las solas leyes del instinto y la necesidad podría “funcionar” muy bien, pero sería semejante solamente a una gran máquina, bien ajustada y aceitada. En ese universo estaría todo, pero faltaría la respuesta libre del amor. Por decirlo de algún modo: Dios prefirió el “riesgo” de un universo donde se le pudiera decir que no incluso a Él mismo. Ese es nuestro universo; esa es esta creación, que por cierto abarca lo visible y lo invisible.
En este universo encontramos la perversidad de Satanás que se encierra en su orgullo y su odio, pero también la hermosura de San Miguel Arcángel, que en toda su belleza angélica nada considera más hermoso que servir a Dios. Podríamos imaginar un universo quitando la libertad de Satanás pero eso quitaría también la libertad de Miguel. De nuevo: el resultado sería una máquina, un algo predecible y carente de gobierno de sí mismo, esto es, carente de vida consciente en sentido propio. Lo mismo sucede en los seres humanos: podemos encontrar un Hitler o una Madre Teresa; un Nerón o un San Martín de Porres. Dios quiso “tomar el riesgo.”
¿Significa que Él no cuida de los pobres o de los marginados? Si pensamos en términos estrictamente materialistas esa será la conclusión. Sin embargo, si ampliamos nuestra visión diremos algo distinto. Yo creo que es exagerado afirmado que Dios no ha hecho “nada” para atraer pueblos lejanos hacia él. En primer lugar, está su presencia en la conciencia de cada ser humano.
Al respecto dice san Pablo:
Cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por instinto los dictados de la ley, ellos, no teniendo la ley, son una ley para sí mismos, ya que muestran la obra de la ley escrita en sus corazones, su conciencia dando testimonio, y sus pensamientos acusándolos unas veces y otras defendiéndolos, en el día en que, según mi evangelio, Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús. (Rom 2,14-16)
Es un texto muy denso, que vale la pena reflexionar. Dios no está lejos de la conciencia de nadie, y por ello mismo, el juicio de los secretos de los hombres mediante Jesucristo es para todos. Realmente nosotros no sabemos cómo ha obrado y está obrando el Señor en pueblos muy lejanos de nosotros; lo que sí sabemos, volviendo a l oque dije antes, es que nosotros mismos tenemos una dosis de responsabilidad en anunciar la buena noticia a ellos, porque la plenitud de la luz y de la gracia se manifiestan en Cristo Jesús. Si Dios obrara “de un brochazo” podría quitar muchos males, pero, como dice Santo Tomás, con ello también quitaría muchos bienes, sobre todo los bienes de amor, sabiduría y belleza que nacen del hecho de que Él mismo nos creó libres.