Los norteamericanos, cultores de la eficiencia en tantas cosas, han resultado especialmente eficientes en transmitir un ideal de vida, una especie de “parábola” de lo que significa triunfar y ser feliz. Es mi opinión que esta parábola, mil veces repetida, constituye el corazón mismo del sueño americano.
Los elementos típicos de la parábola son:
1. Un problema, negocio, desafío o aventura (estos cuatro son casi sinónimos en el subconsciente de los EEUU).
2. Una historia, eventualmente larga, de intentos fallidos o resultados insuficientes, que demuestra la dificultad latente y, a la vez, la necesidad de un nuevo modo de aproximarse al caso.
3. Un momento de inspiración, un insight, que da origen a una nueva visión de las cosas. Esta nueva visión se caracteriza porque es más simple, directa (straight forward) y potente (powerful). Quien tiene esta visión de las cosas logra así también la primera característica para ser un líder.
4. De la visión hay que pasar a la acción. Es un paso ágil y casi agresivo, marcado por consignas breves y enérgicas que simplifican tanto el problema como la solución.
5. Nace así el equipo. El uso inicial, tan extenso, del modo imperativo en el lenguaje del líder no suscita desconfianza ni rebeldía masiva, sino cohesión, sentido de pertenencia y de tener una empresa en la que el aporte de todos es necesario. En esta fase el líder o la líder ha de demostrar que es capaz de lidiar con las diferencias entre los caracteres, de modo que se aproveche al máximo lo que cada uno de los miembros del equipo puede dar desde sus condiciones personales.
6. El equipo, ya cohesionado, se ve enfrentado a fracasos parciales. Necesita madurar, volver a su inspiración inicial, darle cauce natural a las emociones y ser capaz de fraguar una amistad con bases de respeto, rituales comunes, y también momentos de expansión y relax.
7. Si la solución no es alcanzable en breve tiempo, un nuevo elemento aparece: la evaluación. El equipo, bajo dirección de su líder, necesita hacer introspección y autocrítica. Quizá deba perder algunos de sus miembros. El afecto tiene que levantarse más allá de la simpatía y del compartir de los buenos momentos.
8. Pasado el tiempo, la meta se divisa, pero todavía hace falta la gran confrontación. Toda labor seria, toda transformación profunda, debe pasar por su bautismo de fuego y debe alcanzar un gran momento de batalla. Es el momento del todo por el todo, el momento de la verdad hecha realidad, acción, vida, explosión de fuerza, revelación majestuosa, espectáculo grandioso.
9. El triunfo, desde luego, llega. No podía faltar a la cita. El equipo se reúne junto al líder. La alegría distendida permite saborear la miel de la victoria y preparar poco a poco la siguiente aventura o, alternativamente, la transmisión del liderazgo.