81. La Construcción de tu Existencia

Construyendo81.1. El camino del alma humana es a la vez tu oportunidad y tu riesgo, tu esperanza y tu amenaza, tu gozo y tu sufrimiento. Es necesario que te recuerdes a menudo que estás en camino.

81.2. Hay en esto una especie de tormento, yo lo sé. La naturaleza intelectual de tu alma pide, casi reclama, eternidad. Estás hecho para lo estable, pero debes alcanzarlo a través de lo inestable; tu corazón espera firmeza, pero no la tiene ni puede sacarla de sí mismo; te fascinan las verdades últimas, pero sólo alcanzas las probabilidades, las verosimilitudes, las aproximaciones.

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Autoengaños más comunes

Gato que se cree leónEsta sección la he desarrollado a partir de un artículo en Lifehack y algunas referencias al trabajo clásico de Francis Bacon. Por supuesto, el tema es amplísimo y lo que aquí recojo trata de destacar solamente lo que veo suceder con más frecuencia.

Hay el chiste del hombre ya anciano que asistía a una procesión muy concurrida, de alguna advocación de la Virgen María, y de pronto grita: “¡No empujen, no empujen, que yo me caigo solo!”

Algo así nos suele suceder en el ámbito del razonamiento, o de la búsqueda de la verdad, en general: hay errores de método a los que llegamos a acostumbrarnos tanto que vienen a resultar más fácil equivocarse que acertar. Revisemos algunos de los más comunes.

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Ejercicios sobre el perdón, 2

Los ojos mágicos

MiradaLes invito a iniciar nuestra reflexión sobre el perdón, partiendo de un hecho que puede iluminar a muchos y de pronto desbloquear los propios sentimientos. A veces es tanto el trabajo y son tantos los problemas familiares que no nos damos cuenta de la urgencia de dedicar tiempo al Señor para que cure nuestro interior y nos ayude, también, a curar ciertas enfermedades corporales. Al reflexionar sobre el hecho que les propongo puede darse una liberación progresiva, pues este nos puede ayudar a descubrir y aceptar algunos sentimientos reprimidos. Ha habido personas que sólo con dar el perdón a sus familiares por sus numerosas ausencias y su casi total desinterés por ellos, empezaron a cicatrizar sus úlceras y a curar otras enfermedades. Ahí les entrego el hecho.

En un pueblito tranquilo, se alzaba una granja, habitada por su propietario, panadero y su esposa. Alfredo, que así podemos llamar al panadero, es un hombre alto, delgado, íntegro, honesto, orgulloso, poco hablador. La gente le respeta y le teme. Cuando habla es para pronunciar sentencias sobre el valor del trabajo o la seriedad de la vida. Su mujer, Adela, es una mujer pequeña y gorda, sus brazos redondos como su vientre y sus caderas, y siempre tiene una sonrisa acogedora y una palabra afable. La gente disfruta de su compañía. Ella respeta a su virtuoso esposo, pero sufre en silencio por su marido tan parco en palabras y caricias para con ella. Su corazón anhela de él algo más que su valiosa rectitud. Lamenta en el alma haberse casado con este “gran trabajador”, admiración de su difunto padre. Es verdad que con Alfredo vive bien y él le es fiel; pero, vive tan absorto por su trabajo, que no le queda tiempo para la intimidad y el placer con su esposa.

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Our Lady of the Sorrows

Virgin MaryIt is quite apparent that the Mother of Jesus suffered immensely at her Son’s trial, torturing and death. What is not so obvious is why we, Catholics, should mark with a special celebration such an ordeal. To start with, the point of reference, of course, will be Christ’s passion, for the Blessed Virgin’s suffering is above all a special sharing in her Son’s torment.

We pay special attention to the Lord’s passion because of all the love that was displayed to and poured down over mankind from the high source of the Cross. It is not pain in itself but the love that made possible to endure such a pain that catches our attention and teaches us so much. Jesus himself assured: “No one has greater love than this, that someone would lay down his life for his friends” (John 15:13). What we are actually beholding on the Cross is that “laying down,” is that “giving himself up” that happens, as if it were, before our eyes, as we contemplate the shedding of each drop of blood, down to the last one. It is love, in its purest form, which is active and acting in Christ’s dolorous dying out.

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Sobre el ateísmo de raíz científica

Roca en el caminoEl ateísmo implica la convicción de que no existe un ser a quien pueda llamarse Dios. Se trata, por supuesto, de una afirmación de impresionante alcance, porque indica un conocimiento lo suficientemente completo de todo lo que existe como para asegurar que no puede existir un Dios. Surge entonces una multitud de cuestiones: ¿en qué momento sabe uno que sabe lo suficiente? ¿Existe algo así como un inventario de todo lo que existe, que permita decir con certeza qué no puede existir?

Ateos beligerantes, famosos por estos días, como Richard Dawkins, tienen una respuesta para esa clase de objeción. La parábola favorita de Dawkins es el Monstruo Espagueti Volador (Flying Spaguetti Monster, que aquí abreviaremos en español: MEV). El conocido autor británico se declara incapaz de demostrar la inexistencia del MEV, y deja entender que si uno quisiera demostrar la no-existencia de todo lo que se le ocurra a la mente humana tendría que demostrar que no hay hadas, ni duendes, ni unicornios. Agrega, con buen tino, que alguien podría siempre afirmar que “quizás sí existen esos seres… en algún lugar donde todavía no hemos buscado.”

Creo que puede considerarse representativa del ateísmo militante esa postura de Dawkins; según él, sabemos que no existe Dios, no porque tengamos certeza de que no existe, sino porque la evidencia que encontramos apunta hacia un universo que se explica suficientemente en términos de las leyes de la ciencia.

Es importante anotar las característica peculiar de ese saber sobre la no-existencia de Dios, porque precisamente no corresponde al saber obtenido a través del método científico. En efecto, lo propio de este método es formular hipótesis con base en teorías, para luego usar experimentos que verifican o contradicen tales hipótesis. Si esto es así, es obvio que el tipo de “saber” que niega la existencia de Dios no es algo que venga de la aplicación del método científico. Un poco de reflexión muestra que tampoco es posible afirmar la existencia de Dios por vía de esa clase de experimentación.

¿Cuál es entonces la relación entre la ciencia, o sea, entre el método científico y la existencia de Dios? No es directa. Sólo puede entonces darse por vía de extrapolación.

Con lo cual llegamos a una situación muy curiosa: si uno quiere aplicar el método científico para hablar de la existencia de Dios tiene que hacer una extrapolación, pero entonces ¿qué o quién determina la validez de esa extrapolación? No puede ser el método científico, que por definición ha tenido que ser extrapolado, entonces ¿qué puede ser?

Aún más: si el método de la ciencia moderna no puede decidir una cuestión que indudablemente atañe a la vida de miles de millones de personas, sino que debe haber alguna otra fuente de verdad que permita decidir tal cuestión, ¿en qué relación se halla esa fuente de verdad con el método científico mismo? De hecho, ¿qué clase de experimento puede probar que el camino de teoría – hipótesis – experimento es el correcto?

Se podrá decir que a ese método se llega no por experimento sino por experiencia, y tal vez se mencione algo como “prueba y error,” o se haga una alusión vaga a las brutalidades a que ha conducido el fanatismo religioso. Sin entrar en esa discusión, ¿no estaría demostrando ello, de todas formas, que hay fuentes válidas de conocimiento que son a la vez exteriores y superiores al método científico? Y si eso es así, ¿no deberíamos concentrarnos en conocer qué método puede conducirnos a esas fuentes? Tal es, en efecto, una de las preocupaciones básicas de una buena parte de la filosofía.

80. Ser con Dios

Corazón abierto de Jesús80.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

80.2. Ya que Dios ha querido ser “Dios contigo” (Mt 1,23), hoy te invito a que aprendas a ser “tú con Dios.” Jesús te puso en la senda de este modo de ser y de hablar cuando dijo a sus discípulos: «separados de mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). “Tú sin Dios” eres nada; “tú con Dios” eres todo, es decir, todo lo que podrías conocer, imaginar, desear, y aún más.

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