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Nobel de medicina a un hallazgo histórico que se dio por accidente
(EL TIEMPO)
Hasta que Barry J. Marshall (54 años) y J. Robin Warren (68 años) anunciaron en 1982 el hallazgo de la bacteria Helicobacter pylori, la gastritis, la úlcera y el cáncer de estómago eran atribuidos invariablemente al estrés y a la mala dieta que elevan la producción de ácido.
Esa creencia estaba tan arraigada, que la propia comunidad científica recibió la noticia con escepticismo. No era para menos: de la noche a la mañana dos investigadores postularon la posibilidad de que estas dolencias -que hasta entonces eran problemas de largo plazo y muy incapacitantes- podían ser causadas por una infección y tratadas con antibióticos.
El tiempo les dio la razón: hoy se sabe que esta bacteria es responsable de por lo menos el 90 por ciento de las úlceras intestinales y hasta del 80 por ciento de las gástricas (estomacales).
En declaraciones a BBC Mundo, Emilce Méndez, profesora de bacteriología de la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe, Argentina), explicó que el descubrimiento de la bacteria fue accidental. “Un día dejaron un cultivo de un trozo de mucosa gástrica y al volver de su fin de semana se encontraron en sus placas que la bacteria había colonizado el cultivo”.
Ambos investigadores descubrieron que el microorganismo estaba presente en casi todos los pacientes con inflamación gástrica, úlcera duodenal o úlcera gástrica. También lograron demostrar que los pacientes solo podían curarse adecuadamente cuando se erradicaba esta bacteria del estómago.
Para demostrar la validez de su teoría sobre la famosa bacteria, Marshall llegó a ingerirla, cayendo muy enfermo.
Fue esa tenacidad la que premió el Comité Nobel: “Gracias a los pioneros descubrimientos de Marshall y Warren, la úlcera ya no es la enfermedad crónica que generaba incapacidad, sino un mal que puede curarse con un breve régimen de antibióticos e inhibidores de secreciones ácidas”, dijo el jurado en sus considerandos.
Hoy las úlceras de estómago prácticamente no necesitan cirugía y los cánceres de este órgano disminuyen sensiblemente, aunque siguen siendo la segunda forma de cáncer más mortal en el mundo.

Fergal sufría de una artritis deformante desde su juventud. Le fue detectada no mucho después de su ordenación sacerdotal. El dolor casi constante y las limitaciones propias de la enfermedad le acompañaron hasta los 76 años que tenía al momento de partir. Pero la artritis no frenó ni su inteligencia sobresaliente, ni su corazón compasivo, ni su alegría fraterna, ni su voz recia, que a menudo llamaba a reflexión o también a disfrutar de las cosas amables de la vida. Fue profesor universitario muchos años en la Universidad Nacional de Irlanda, en las áreas de filosofía y sociología. Sus exalumnos lo recuerdan como alguien que los hacía pensar. De temperanto vivaz y dialéctico, gustaba de tomar siempre la postura contraria a su interlocutor, fuera quien fuera, no por incomodar, sino por llevar a la gente a compartir su propia pasión por la verdad.
