Las Cucharas

Dice una antigua leyenda china, que un discípulo preguntó al Maestro:

– ¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?

El Maestro le respondió: es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias. Ven, te mostraré el infierno.

Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz, todos estaban hambrientos y desesperados, cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles.

Ven, dijo el Maestro después de un rato, ahora te mostraré el cielo.

Entraron en otra habitación, idéntica a la primera; con la olla de arroz, el grupo de gente, las mismas cucharas largas pero, allí, todos estaban felices y alimentados.

– No comprendo dijo el discípulo, ¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación si todo es lo mismo?

El Maestro sonrió. Ah… ¿no te has dado cuenta? Como las cucharas tienen los mangos largos, no permitiéndoles llevar la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros.

Beneficio común, trabajo común… ¿Tan complicadas son las cosas que no vemos el beneficio común, que en definitiva es nuestro beneficio?

La Verdadera Riqueza

Una vez un padre de una familia acaudalada llevó a su hijo a un viaje por el campo, con el firme propósito de que su hijo viera cuan pobre era la gente del campo.

Estuvieron por espacio de un día y una noche completa en una granja de familia campesina muy humilde. Al concluir el viaje y de regreso a casa el padre le pregunta a su hijo: – ¿Qué te pareció el viaje? – Muy bonito papá! – ¿Viste qué tan pobre puede ser la gente? – Si! – Y, ¿qué aprendiste? – Vi que nosotros tenemos un perro en casa, ellos tienen cuatro. Nosotros tenemos una piscina que llega de una pared a la mitad del jardín, ellos tienen un riachuelo que no tiene fin. Nosotros tenemos unas lámparas importadas en el patio, ellos tienen las estrellas. El patio llega hasta la pared de la casa del vecino, ellos tienen todo un horizonte de patio. Ellos tienen tiempo para conversar y estar en familia, tu y mi mamá tienen que trabajar todo el tiempo y casi nunca los veo.

Al terminar el relato, el padre se quedó mudo…. y su hijo agregó: -Gracias papá, por enseñarme lo ricos que podemos llegar a ser!!!

La Serpiente y la Luciérnaga

Cuenta la leyenda, que una vez, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga.

Ésta huía rápido, con miedo de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir.

Huyó un día, y ella no desistía, dos días y nada… En el tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y dijo a la serpiente:

-Puedo hacerte tres preguntas?

-No acostumbro dar este precedente a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar…

-¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?

– No

-¿Yo te hice algún mal?

– No

– Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?

– Porque no soporto verte brillar…

La Rosa y la Mendiga

Durante su estadía en la ciudad de París, el poeta alemán Reinero María Rilke pasaba todos los días por un lugar donde se hallaba una mendiga. Ella estaba sentada, espaldas a un muro de una propiedad privada, en silencio y aparentemente sin interés en aquello que solía ocurrir a su alrededor.

Cuando alguien se acercaba y depositaba en su mano una moneda, rápidamente con un ademán furtivo guardaba ese tesoro en el bolsillo de su desgarbado abrigo. No daba nunca las gracias y nunca levantaba la vista para saber quién fue el donante. Así estaba, día tras día, echada de espaldas contra aquella pared.

Un día, Reinero María pasó con un amigo y se paró frente de la mendiga. Sacó una rosa que había traído y la depositó en su mano. Aquí pasó lo que nunca había ocurrido: la mujer levantó su mirada, agarró la mano de su benefactor y, sin soltarla, la cubrió de besos. Enseguida se levanta, guarda la rosa entre sus manos y lentamente se aleja del lugar.

Al día siguiente no se encontraba la mujer en su lugar habitual y tampoco durante el día siguiente y el subsiguiente; y así durante toda una semana. Con asombro, el amigo le consulta a Reinero María acerca del resultado tan angustiante de su dádiva.

Rilke le dice:

– “Se debe regalar a su corazón, no a su mano.”

Tampoco se aguantó el amigo la otra pregunta acerca de cómo haya vivido la mendiga durante todos estos días, ya que nadie ha depositado ninguna moneda en sus manos.

Reinero María le dijo:

– “De la rosa”.

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (7)

Juan Pablo II: “Jesucristo revela el hombre al hombre mismo”

Karol Wojtila tenía muy claro desde el principio de su pontificado que la verdad sobre el hombre era de algún modo el nudo central de las cuestiones relativas tanto al ser como a la misión de la Iglesia en el mundo contemporáneo.

Su encíclica programática Redemptor Hominis (1979) tiene ya en su título el mensaje que sería central durante el largo y fecundo servicio del Papa polaco: desde el principio se habla de “el hombre,” pero un hombre que necesita, que aguarda y que puede abrirse al don que le trae su Redentor. Viene así a cerrase la puerta a un humanismo puramente intramundano, pues, como gustaba de repetir Juan Pablo II, citando una frase de Gaudium et Spes, n. 22, “Jesucristo revela el hombre al hombre mismo.”

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (7)”

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (6)

Pablo VI: “La Iglesia Existe para Evangelizar”

Cuando Pablo VI se dirigió a la Asamblea de las Naciones Unidas, en su alocución del 4 de Octubre de 1965, no quiso explicar la Iglesia. Predicó la paz, anunció la humildad, y sobre todo mencionó claramente a Jesucristo; como inspiración, es cierto (y son muchos los que pueden inspirarnos), pero más que eso, como fundamento.

Su manera de concluir no deja lugar a dudas:

En una palabra: el edificio de la civilización moderna debe levantarse sobre principios espirituales, los únicos capaces no sólo de sostenerlo, sino también de iluminarlo. Y esos indispensables principios de sabiduría superior no pueden descansar–así lo creemos firmemente, como sabéis–más que en la fe de Dios. ¿El Dios desconocido de que hablaba San Pablo a los atenienses en el Areópago?(Hch 17,23). ¿Desconocido de aquellos que, sin embargo, sin sospecharlo, le buscaban y le tenían cerca, como ocurre a tantos hombres en nuestro siglo? Para nosotros, en todo caso, y para todos aquellos que aceptan la inefable revelación que el Cristo nos ha hecho de sí mismo, es el Dios vivo, el Padre de todos los hombres.

¿Qué le autoriza a afirmar frente a todas las naciones que la civilización moderna ha de levantarse sobre principios espirituales? En realidad él no da una demostración de ese aserto. Lo deja expuesto y sencillamente acota: “así lo creemos firmemente.”

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (6)”

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (5)

Experta en Humanidad

El punto central es si la Iglesia puede considerarse “experta en humanidad,” como afirmó Pablo VI ante la Asamblea General de las Naciones Unidas el 4 de Octubre de 1965. Mientras que esa afirmación suena coherente y alentadora para el creyente, suele parecer injustificada y sospechosa para el que no cree.

El Concilio quiso emplear un único lenguaje para dirigirse a ambos, según lo ya dicho sobre los documentos dirigidos a los fieles “y a los hombres de buena voluntad.” La experiencia parece mostrar que esa voluntad no resultó tan “buena.” El mundo de hoy, por lo menos en Occidente, tiene muy serias dudas sobre qué tanto sabe de lo “verdaderamente humano” la Iglesia. No son de otro género los reparos que una y otra vez surgen en cuanto a su Magisterio.

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (5)”

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (4)

Un experimento fallido

El Concilio Vaticano II quiso entablar un diálogo con el mundo sin un propósito expreso de conversión. El experimento salió mal. Hablarle al mundo sin convertir al mundo trae enemigos de fuera y quita amigos por dentro. Los de fuera terminaron acusando a la Iglesia de pretenciosa y dogmática, y de entrometerse en todo lo público. La única Iglesia que les gusta a los de fuera es la que no existe, o por lo menos, no existe más allá de las devociones privadas.

En cuanto a los de dentro, muchos de la línea progresista consideraron que entender a la Iglesia en términos “puramente” humanos era no sólo posible sino necesario, y que era la mejor manera de ejercer presión para lograr cambios muy deseados.

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (4)”

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (3)

¿El criterio hermenéutico del Concilio?

La frase que abre Gaudium et Spes merece una cierta exégesis, sobre todo porque, aunque el Concilio dijo tantas cosas, hay algunas que de facto se han venido a convertir en criterios de interpretación de las demás, y creo que ese es el caso con este número primero de esta Constitución.

Se dice allí que hay una solidaridad entre lo que viven los hombres y lo que viven los discípulos de Cristo: “nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.” Es una frase feliz. La pregunta sin embargo es: ¿feliz para quién?

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (3)”

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (2)

El propósito del Concilio

Pero, ¿qué era lo que quería el Concilio como tal? Incluso la memoria de los Papas de aquella época, Juan XXIII y Pablo VI, se ve emborronada por la controversia. Ya he escrito antes algo sobre el Papa Bueno y sobre aquella palabra clave que él puso de moda: “aggiornamento“; guardadas las proporciones, bastante de esos escritos puede aplicarse a su inmediato sucesor.

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (2)”

La Historia de la Ratonera

Un ratón, mirando por un agujero en la pared ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete.. Pensó luego, ¿Qué tipo de comida podía haber allí?.. Quedó aterrorizado cuando descubrió que era una ratonera. Fue corriendo al patio de la Granja a advertir a todos:

“Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!”

La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo: “Discúlpeme Sr. Ratón, yo entiendo que es un gran problema para usted, mas no me perjudica en nada, no me incomoda.”

El ratón fue hasta el cordero y le dice:

“Hay una ratonera en la casa, una ratonera!”

“Discúlpeme Sr. Ratón, mas no hay nada que yo pueda hacer, a no ser orar. Quede tranquilo que el señor será recordado en mis oraciones.”

El ratón se dirigió entonces a la vaca.

“¿El qué, Sr. Ratón? ¿Una ratonera? ¿Pero acaso, estoy en peligro? ¿Pienso que no!” Entonces el ratón volvió para la casa, cabizbajo y abatido, para encarar a la ratonera del granjero.

Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra picó a la mujer.

El granjero la llevo inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre. Todo el mundo sabe que, para alimentar alguien con fiebre, nada mejor que una sopa. El granjero agarró su cuchillo y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina.

Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mato el cordero. La mujer no mejoró y acabo muriendo. Mucha gente fue al funeral. El granjero entonces sacrificó la vaca para alimentar a todo el pueblo…

¿Entendemos la lección?

Una reflexión – La Perseverancia

Un muchacho vivía solo con su padre, ambos tenían una relación extraordinaria y muy especial. El joven pertenecía al equipo de fútbol americano de su colegio, usualmente no tenia la oportunidad de jugar, bueno casi nunca, sin embargo su padre permanecía siempre en la gradas haciéndole compañía.

El joven era el mas bajo de la clase cuando comenzó la secundaria e insistía en participar en el equipo de fútbol del colegio, su padre siempre le daba orientación y le explicaba claramente que “él no tenia que jugar fútbol si no lo deseaba en realidad”… Pero el joven amaba el fútbol, no faltaba a una practica ni a un juego!, estaba decidido a dar lo mejor de sí, se sentía felizmente comprometido!!!!

Durante su vida en secundaria, lo recordaron como el “calentador de banco”, debido a que siempre permanecía sentado…. Su padre con su espíritu de luchador, siempre estaba en las gradas, dándole compañía, palabras de aliento y el mejor apoyo que hijo alguno podría esperar!!!

Cuando comenzó la Universidad, intento entrar al equipo de fútbol, todos estaban seguros que no lo lograría, pero a todos venció, entrando al equipo. El entrenador le dio la noticia, admitiendo que lo había aceptado además por como el demostraba entregar su corazón y su alma en cada una de las practicas y al mismo tiempo le daba a los demás miembros del equipo el entusiasmo perfecto. La noticia lleno por completo su corazón, corrió al teléfono mas cercano y llamo a su padre, quien compartió con el la emoción. Le enviaba en todas las temporadas todas las entradas para que asistiera a los juegos de la Universidad. El joven atleta era muy persistente, nunca falto a una practica ni a un juego durante los 4 años de la universidad, y nunca tuvo el chance de participar en algún juego!.

Era el final de la temporada y justo unos minutos antes que comenzara el primer juego de las eliminatorias, el entrenador le entrego un telegrama. El joven lo tomó y luego de leerlo quedo en el silencio….trago muy fuerte y temblando le dijo al entrenador: “Mi padre murió esta mañana, no hay problema de que falte al juego hoy?”. El entrenador le abrazo y le dijo “Toma el resto de la semana libre, hijo. Y no se te ocurra venir el sábado”.

Llego el sábado, y el juego no estaba muy bien, en el tercer cuarto, cuando el equipo tenia 10 puntos de desventaja, el joven entro al vestuario y calladamente se coloco el uniforme y corrió hacia donde estaba el entrenador y su equipo, quienes estaban impresionados de ver a su luchador compañero de regreso!!…

“Entrenador por favor, permítame jugar… Yo tengo que jugar hoy” imploro el joven. El entrenador pretendió no escucharle, de ninguna manera el podía permitir que su peor jugador entrara en el cierre de las eliminatorias. Pero el joven insistió tanto, que finalmente el entrenador sintiendo lástima lo acepto: “Okey hijo, puedes entrar, el campo es todo tuyo”.

Minutos después el entrenador, el equipo y el público, no podían creer lo que estaban viendo. El pequeño desconocido, que nunca había participado en un juego, estaba haciendo todo perfectamente brillante, nadie podía detenerlo en el campo, corría fácilmente como toda una estrella. Su equipo comenzó a ganar, hasta que empato el juego. En los segundos de cierre el muchacho intercepto un pase y corrió todo el campo hasta ganar con un touchdown. La gente que estaba en las gradas gritaba emocionada, y su equipo lo llevo cargado por todo el campo.

Finalmente cuando todo terminó, el entrenador notó que el joven estaba sentado calladamente y solo en una esquina, se acercó y le dijo: “Muchacho no puedo creerlo, estuviste fantástico!!!” Dime, cómo lo lograste? El joven miro al entrenador y le dijo: “Usted sabe que mi padre murió… pero sabía que mi padre era ciego?” El joven hizo una pausa y trato de sonreír… “Mi padre asistió a todos mis juegos, pero hoy era la primera vez que el podía verme jugar… y yo quise mostrarle que si podía hacerlo”…

La Naranja y el Ateo

Un ateo dictaba una conferencia ante un gran auditorio defendiendo la inexistencia de Dios. Después de haber finalizado su discurso, desafió a cualquiera que tuviese preguntas a que subiera a la plataforma.

Un hombre que había sido bien conocido en la localidad por su adicción a las bebidas alcohólicas, pero que había encontrado recientemente liberación y esperanza en Cristo Jesús acepto la invitación y sacando una naranja del bolsillo comenzó a pelarla lentamente.

El conferencista le pidió que hiciera la pregunta; el hombre, continuó imperturbable pelando la naranja en silencio, al termino de lo cual, se la comió.

Se volvió al conferencista y le preguntó : “¿Estaba dulce o agria?”

“No me pregunte tonterías”, respondió el orador con señales evidentes de enojo; “¿Como puedo saber el gusto si no la he probado?”

Y aquel hombre regenerado por el amor de Dios respondió entonces:

“Y ¿como puede usted saber algo de Cristo, si nunca lo ha probado?”

La Higuera en la Piedra

Un día, caminando por las sierras, disfrutando del paisaje y del descanso del fin de semana, encontré algo que llamó poderosamente la atención: una pequeña higuera creciendo en una piedra.

Como estaba con la cámara fotográfica, hice una foto, y mientras lo hacía, pensé, tengo que hacer un artículo sobre esto.

Muchos se preguntarán qué me llevó a hacer un artículo sobre una simple higuera. Pues bien, les diré que me llamó poderosamente la atención el nacimiento de este árbol frutal en un medio tan hostil y tan diferente al tradicional y todo esto lo relacioné con la disposición que tiene cada ser humano al afrontar en esta vida tantas dificultades

Cuando veía la higuera creciendo en la roca, paralelamente me acordaba de mucha gente que he escuchado, a lo largo de mi vida, decir estar deprimida, con problemas, que no podían salir adelante o con falta de tiempo para realizar un trabajo interior por no estar en un medio adecuado.

La higuera en la piedra me hizo pensar en todas aquellas personas que no supieron adaptarse al medio ambiente y sucumbieron ante las adversidades de la vida, y que ni siquiera entendieron el por qué de su paso por la vida.

Muchos pensamientos, de una manera intuitiva, me pasaron por la cabeza; me alegraba cuando veía esta higuera cumpliendo con su misión en la tierra…crecer a pesar de todo.

Todo ello me llevó a la reflexión; una reflexión que sólo me reafirmaba lo que ya sabía, pero intuitivamente sabía que tenía que escribir este artículo para muchos que aún necesitan reafirmar que no importa el medio en que uno viva, o en qué familia ha nacido, si es pobre o rico, si nació en el primer mundo o en el último, si nació con problemas o sin ellos. La vida tiene muchas facetas y nosotros, al igual que nuestra amiga la higuera, sólo tenemos que crecer a pesar de los obstáculos, aprender y crecer espiritualmente. Ese es nuestro fin, nuestro destino en nuestra evolución. Sucumbir en nuestra evolución es sólo demorar nuestra felicidad.

Anímate y sé como la higuera; no sólo crece, sino también da tus frutos para que otros también puedan crecer.

El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (1)

Desde el descontento hasta la gratitud

El 8 de diciembre de 1965 tuvo lugar la clausura del Concilio Vaticano II, sin duda el acontecimiento eclesial de mayor impacto en el siglo XX. Cuarenta años después la discusión sobre sus intenciones, logros y deficiencias es amplia y algunas veces agria. No es difícil encontrar posturas divergentes, que van desde el descontento hasta la gratitud. Hay quienes piensan que apenas se avanzó un poco, aunque en la dirección correcta, y hay quienes piensan que sólo un milagro puede salvar a la Iglesia de los desmanes de aquella época. Algunos hablan como si la Iglesia hubiera empezado a existir hace 40 años y otros creen que la Iglesia, la verdadera, existió sólo hasta el comienzo del Concilio.

La discusión no es menos intensa si se piensa en las realidades actuales. Para algunos, el Papa Juan Pablo II es el adalid y verdadero intérprete del Concilio; otros dirán que él consumó la “traición” a la tradición, y otros que traicionó el “espíritu” del Concilio. Especialmente esta última expresión es bastante socorrida por esta época aquí en Europa: para muchos el Papa Benedicto viene a ser el sepulturero de ese “espíritu,” pues las consignas esenciales de colegialidad, subsidiaredad, comunión y participación están siendo relegadas bajo montañas de leyes, rúbricas, disciplina y manuales.

Continuar leyendo “El Concilio Vaticano II, cuarenta años después (1)”

Mientras haya Vida…

Aunque Henri Matisse tenía casi veintiocho años menos que Auguste Renoir, los dos grandes artistas eran íntimos amigos y compañeros frecuentes. Estando Renoir confinado en su casa, en su última década de vida, Matisse lo visitaba a diario. Su amigo, casi paralizado por la artritis, continuaba pintando a pesar de la enfermedad.

Un día, al ver que el anciano pintor trabajaba en su estudio, combatiendo el torturante dolor con cada pincelada, Matisse dijo: “¿Por qué sigues pintando si sufres tanto, Auguste?” Renoir respondió con estas simples palabras: “La belleza perdura, el dolor pasa.”

Y así, casi hasta el día de su muerte, Renoir siguió aplicando pintura a sus telas. Las bañistas, una de sus pinturas más famosas, quedó terminada apenas dos años antes de su fallecimiento y cuando llevaba catorce afectado por esa enfermedad incapacitante.