El testimonio del Nuevo Testamento nos permite descubrir que hay una secuencia, un orden que va desde la predicación de los Apóstoles a la conformación de comunidades, y de ahí hacia el impulso misionero. Alguna vez pasa que el fervor de un convertido quiere saltarse la etapa de la comunidad por apresurarse hacia la misión pero en realidad es solo en al comunidad donde encontramos hogar, escuela, hospital y plataforma para nuestra vida cristana.
Libertad y Liberacion en la Pasion de Cristo, 2 de 2
En el contexto de una Comunidad Católica Carismática en Bogotá, esta es una predicación sobre cómo nuestros oídos, nuestros ojos y nuestro corazón necesitan ser liberados. Muchas personas piensan que la “liberación” es sólo para casos de posesión y se olvidan que siempre que nuestra voluntad es insuficiente y está atada necesitamos ayuda: necesitamos ser liberados. Esta es la segunda parte, la final, de esa extensa predicación. Incluye oraciones.
Libertad y Liberacion en la Pasion de Cristo, 1 de 2
En el contexto de una Comunidad Católica Carismática en Bogotá, esta es una predicación sobre cómo nuestros oídos, nuestros ojos y nuestro corazón necesitan ser liberados. Muchas personas piensan que la “liberación” es sólo para casos de posesión y se olvidan que siempre que nuestra voluntad es insuficiente y está atada necesitamos ayuda: necesitamos ser liberados. Esta es la primera parte de esa extensa predicación. Incluye oraciones.
76. La Iglesia peregrina en el futuro

76.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
76.2. La constancia misma que Dios te ha regalado en la consignación de estas palabras es una señal que no debes desdeñar. Ningún proyecto estrictamente tuyo de esta naturaleza alcanzó ni la mitad de lo que ahora puedes ver que hemos hecho. Es motivo para que le des gracias a Dios, porque, has de creerme, esto que tú estás viviendo, aunque parezca excepcional en este momento, en cierto sentido tendría que ser la vida normal y común de la Iglesia Peregrina. ¿No es normal y común que, si un mismo Dios nos ha creado y nos ha comunicado su gracia, nos gocemos en alabarle a una voz y en todo procuremos unirnos más y más a su amor inconmensurable?
75. Alegraos con los que se Alegran
75.1. Quiero que sepas que me alegra tu alegría. Pablo dejó esta enseñanza: «Alegraos con los que se alegran; llorad con los que lloran», y en cierto modo lo explicó en lo que sigue: «Tened un mismo sentir los unos para con los otros; sin complaceros en la altivez; atraídos más bien por lo humilde; no os complazcáis en vuestra propia sabiduría» (Rom 12,15-16).
75.2. Ese “mismo sentir,” pues, no es una forma de complicidad o, como diría alguna psicología contemporánea, “falta de personalidad.” Más bien es la respuesta cristiana al problema siempre actual de la altivez, ese afán de buscar la propia “altura.” ¿No fue este el pecado de Babel: el ser humano queriendo levantarse a lo alto? Por eso Pablo habla de “un mismo sentir,” porque un terreno llano no tiene “alturas” o “singularidades.” Es algo como lo que alegóricamente puedes entender del conocido texto de Isaías: «Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie» (Is 40,4). La invitación de Pablo es algo así como “vuélvase lo escabroso llano.”
74. El Misterio de la Comunión
74.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
74.2. Comulgar es llegar a ser uno, no por vía de disolución en una mezcla, ni por vía de anulación del más pequeño, ni por vía de imposición del más grande, ni por vía de negociación entre los intereses de ambos, ni por vía de provecho común o intereses semejantes, ni por vía de alternancia en el poder o en el provecho.
74.3. Comulgar es llegar a ser uno, no sólo en los pensamientos, ni sólo en los proyectos, ni sólo en los recuerdos, ni sólo en las posibilidades o esperanzas, sino en las raíces mismas del ser. Por eso, en rigor de términos, dos creaturas no pueden comulgar la una con la otra: sólo es posible comulgar con Dios, si bien es cierto, que en Dios es posible comulgar con todos los que son uno en Dios.
Sanacion y Adoracion – Grabado en Vivo
Canto, súplica y alabanza; sanación y adoración grabadas en vivo desde la Casa Fraterna Belén.
Descubrir a Dios Padre
Hay incluso algunos que han sugerido que es indiferente hablar de Dios-Padre o Dios-Madre. La realidad es que hay bases biológicas, psicológicas y bíblicas muy profundas para asomarnos a las riquezas de aquello que Cristo nos enseñó a decir: Padre Nuestro…
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Paz en Medio de la Adversidad
El ejemplo del rey David muestra que en medio de humillaciones familiares, envidias alrededor y dificultades enormes es posible crecer en la confianza y el amor a Dios.
73. Aprender a Hablar
73.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
73.2. Como el oficio de tu vida es la predicación, tu amor está en la Palabra. Así como el escultor aprende a valorar la calidad de uno y otro mármol, así tú tienes por derecho y por deber que conocer cuánto pesa y qué textura tienen las palabras, de modo que puedas tratar a cada una como lo que es y puedas también llamarlas como amigas al servicio de tus pensamientos y del afecto de tu alma, y no como estorbos o barreras que te distancien de tu misión o de aquellos a los que quieres dirigirte.
73.3. Para aprender a hablar hay que hablar corto. La Biblia, que habla bien de la Palabra, habla mal de la abundancia de palabras: «En las muchas palabras no faltará pecado; quien reprime sus labios es sensato» (Prov. 10,19). Otro tanto dice Nuestro Señor refiriéndose específicamente a la oración: «Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados» (Mt 6,7).
73.4. Así como la conducta ha de ser sobria (1 Tes 5,6.8; 1 Tim 3,2.11; Tit 2,2; 1 Pe 1,13; 4,7; 5,8), así las palabras han de ser las necesarias, según los criterios de la justicia, la utilidad y la caridad. Justicia fue que Daniel levantara su voz para defender a la inocente Susana (Dan 13,42-62); utilidad es aquella edificación que Pablo pone como criterio fundamental en el discernimiento de los carismas (1 Cor 14,2-12); caridad es aquel amor que lleva a Juan a testificar lo que ha visto y oído, para que sus oyentes estén en comunión con el Padre y el Hijo (Jn 20,31; 1 Jn 1,1-3; 5,13).
73.5. Hablar poco y con sobriedad implica gustar y hacer gustar la dulzura de las palabras. Vienen al caso las expresiones de aquel amigo de Job: «¿Te parecen poco los consuelos divinos, y una palabra que con dulzura se te dice?» (Job 15,11), pues «Dichoso el hombre que ha encontrado la sabiduría y el hombre que alcanza la prudencia; más vale su ganancia que la ganancia de plata, su renta es mayor que la del oro. Sus caminos son caminos de dulzura y todas sus sendas de bienestar» (Prov. 3,13-14.17).
73.6. Tú debes hablar y predicar como el que ha encontrado esta dulzura, como el que ha probado el banquete, y atrae con alegría a otros para que gusten el amor de Dios. Así obró Andrés cuando atrajo a Pedro hacia Jesucristo: «Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías” —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús» (Jn 1,40-42). Si Andrés se hubiera puesto a darle largas clases de teología y espiritualidad a Pedro, seguramente no hubiera conseguido mucho, pero obró con la inteligencia de la humildad y con la prudencia de la caridad: dio lo que podía y debía dar, y llevó a su hermano allí donde podían darle lo que él mismo no poseía aún. Sigue tú ese ejemplo.
73.7. El mismo Cristo supo poner freno a sus palabras, cuando suspendió la tersa belleza de su discurso en aquella sublime Cena, y dijo con humildad divina: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir» (Jn 16,12-13). ¡Qué sublime espectáculo! ¡Cristo Palabra se vuelve Cristo Silencio, para que el Amor tenga la última palabra!
73.8. Deja que te invite a la alegría. Dios te ama; su amor es eterno.
Las Seis Tormentas y la Paz de Cristo
Aunque la paz es una sola, son muchas las maneras de perder la paz; a estas las llamamos tormentas. Una adaptación de la clasificación hecha por Santo Tomás de Aquino para las pasiones sirve para definir los seis principales tipos de tormentas y cómo Cristo nos rescata de ellas.
Un Encuentro con el Amor que te ha Creado
El Amor es como la definición misma de Dios, si así puede hablarse, y sin embargo, Dios sigue siendo un desconocido para muchos. ¿Qué obstáculos podemos remover y qué pasos podemos dar para abrirnos más y mejor a la experiencia del amor que salva y reconstruye?
72. Paz Contigo Mismo
72.1. De una cosa puedes estar seguro: todo cuanto te he prometido voy a cumplirlo. Poco a poco, como si vinieras de un largo y penoso viaje o de una prolongada enfermedad, te veo acercarte a la soledad, a la conversión, a la alegría, a la reconciliación contigo mismo. ¿No es verdad que tiene su belleza la caridad divina, cuando hace que un ser se convierta en ministro de la paz de otro ser para consigo mismo? Lo cierto es que así obró con vosotros ante todo y primero que todos el Señor Jesucristo. De esto quiero hablarte hoy, para que tú aprecies su amor y, en cuanto yo soy mensajero de ese amor, me acojas con mayor confianza y mayor provecho.
¿Por qué en la Iglesia gobernar se vuelve casi sólo resolver problemas?
El contraste con otras instituciones humanas es impresionante pero no puede extremarse.
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71. Aprender a Comulgar
71.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
71.2. Hoy, con la bondad de Dios, quiero empezar a enseñarte a comulgar. Tu destino, es decir, la meta y final de tu camino, es el Cielo, ¿no es verdad? ¿Y qué es el Cielo, sino la prolongación, ya sin límite alguno, de lo que te sucede cuando comulgas? ¡Si no aprendes a comulgar no sé a qué vas a venir al Cielo, donde nada existe si no es la dulce, perpetua y profunda comunión con Dios y con su Hijo Jesucristo!
71.3. Cuando eras niño, fuiste preparado para la Primera Comunión. Meses de catequesis te condujeron a aquella fecha, preciosa para mí, en que Cristo llegó de modo nuevo y más íntimo a enriquecer tu alma con los bienes de su amor incomparable de Amigo. Esas enseñanzas fueron un bien muy grande para tu corazón de niño, aunque quizá no tuvieras entonces todo el ardor que hubiera sido de desear. Yo no vengo aquí a repetirte esas catequesis, sino en cierto modo a contarte lo que no te dijeron en aquel entonces, y que sería muy bueno que se le dijera a los niños, y en verdad a todos los que van a acercarse al Banquete Eucarístico.
