Cuando se piensa en aquello que nos hace únicos desde el punto de vista biológico quizás la primera idea que viene a la mente son las huellas digitales. Los microsurcos de la punta de nuestros dedos no se repiten de una persona a otra y por ello pueden usarse como un medio de identificación. El iris, con sus líneas, trazos, puntos y colores parece ser único también, lo mismo que la dentadura, y seguramente hay otras partes del cuerpo, o proporciones entre partes del cuerpo, que pueden usarse para decidir si alguien es alguien.
Esta labor de identificación parece que puede automatizarse hasta niveles que interfieren con la deseada privacidad de los ciudadanos. Un sistema de cámaras de televisión no puede captar huellas digitales ni el iris de la gente pero nuevas tecnologías pueden, por ejemplo, analizar las proporciones de los rasgos de la cara: por decir algo, lo que va entre los ojos, la punta de la nariz y la barbilla. Un programa de computador puede encontrar caras en un video de circuito cerrado de TV y en ellas hacer el análisis de esa clase de proporciones. Cada vez que en una escena aparecen las proporciones conocidas de alguien–quizás un criminal, quizás un enemigo político–el programa guarda una foto de la escena y la hora en que esa persona estuvo allí. Sin duda el sistema requiere mejoras pero es algo que en principio puede hacerse.
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La Afectividad
87.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Represión de los Sentimientos
86.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Expresión de los Sentimientos
85.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El modo en que nos movemos, las posturas que adoptamos, los gestos, la forma de respirar, etc, afectan fuertemente nuestro estado anímico. Te invito a que descubras las claves para mantener elevado tu estado anímico.
Les invito a continuar nuestra reflexión sobre los sentimientos. Cualquier acontecimiento puede ser ocasión de emociones, por ejemplo, la vista de un relámpago, de un paisaje maravilloso, una fiera suelta, oír el rugido de una tempestad, de un león, los insultos de un adversario; experimentar la muerte de un ser querido, una enfermedad, un fracaso, el recuerdo vivo de una humillación. Todo lo anterior puede dar pie al temor, a la ira, a la tristeza, al dolor, al gozo. Del mismo modo, la presencia de una persona querida, sus palabras de aliento, sus regalos serán ocasión de amor, de alegría, de seguridad.