84. Amor y Poder

84.1. En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

84.2. Dios con su misericordia, como tú a través de tus ojos, todo lo ve; con su misericordia, como tú con tus manos, obra en todos; con su misericordia, como tú sobre tus pies, camina y avanza; con su misericordia, como tú con tu mente, piensa, delibera y resuelve. Es la misericordia divina como un traje que jamás se aparta del aula de su reino, pues, así como Dios nunca deja de reinar, así también es verdad que nunca su misericordia se aparta del ejercicio de su reinado.

84.3. Hubo misericordia desde el momento mismo de la creación, y por eso es verdad que nada ni nadie es creado sin ser a la vez envuelto y sostenido por la misericordia. Así como no puede formarse el embrión en el seno materno si no es alimentado a través del cordón umbilical, así te digo que ninguna creatura, ni angélica ni humana, hubiera llegado a ser, si no fuera por ese cordón de amor y piedad que a todos y a cada uno de nosotros une con Dios.

84.4. En efecto, no es costumbre divina tratar a sus creaturas con el solo lenguaje de su poder, pues ciertamente Dios no necesita demostrar su fuerza ante nadie. Con todo, una cosa es cierta, y es la verdad fundamental que quiero imprimir en tu alma en este día. Es lo que yo llamo “La Ley del Amor y del Poder.” Escucha y atiende.

84.5. Dios quiere tratar a todos con el lenguaje de su amor. Quienes se acercan a Él perciben este amable idioma y si les preguntas te dirán con el apóstol Juan: “Dios es amor” (1 Jn 4,8). Quienes se apartan de Él no descubren su idioma de amores, pero, como no existe otro Universo al que puedan mudarse o un dios que pueda adoptarlos, se ven obligados a permanecer en el ámbito de su condición de creaturas, y por eso para ellos sólo existe el lenguaje de la fuerza. Para ellos lo único queda es la confesión dolorida y resentida de que “Jesús es el Señor” (cf. Flp 2,10-11). Doblan su rodilla por no partirla y a la fuerza tienen que reconocer lo que por gusto no quisieron admitir. En resumen: para sus amigos Dios es puro Amor; para sus enemigos es sólo su Vencedor y su Señor.

84.6. Tú por tu parte has de escoger: ¿quieres que Dios sea sólo tu Señor o quieres que sea también y para siempre tu Amigo?

84.7. Te doy una indicación, para que escojas con libertad y con sabiduría: Dios, tu Señor, mi Señor, el único Señor te ama: su amor es eterno. Y a su lado y por su gracia, yo también te amo.