El padre importa en la familia

“Un estudio del Instituto Melbourne de Investigación Social y Económica Aplicada (Universidad de Melbourne) ha establecido que los varones adolescentes que tienen una figura paterna masculina presente con asiduidad en sus vidas tienen menos riesgo de delinquir que sus iguales sin presencia paterna…”

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La gracia de padecer por Cristo

“Ésta es la historia de una valeroso jesuita albanés llamado Anton Luli. Una vida llena de penalidades y sufrimientos bajo la dictadura comunista en Albania y, a la vez, testimonio de cristiano. «Bendigo al Señor, que a mí, su pobre y débil ministro, me ha dado la gracia de permanecerle fiel durante una vida prácticamente marcada por las cadenas. Sólo su gracia podía hacer esto.» ”

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Educacion Catolica, 011

Muerte y vida

12. Para guardar (recibir) la Doctrina y todo aquello que Jesús nos manda, antes es preciso hacer una vacío en nuestro ser para que quepa. Debemos aprender a ser “arcas” vivas de la nueva alianza.

Y para hacer un vacío en nuestro ser debemos aprender, aparte de negarnos y renunciarnos a nosotros mismos, a anularnos. Debemos aprender a morir, porque si el grano de trigo no muere no puede dar fruto:

“Haced de cuenta que estáis muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús” (Rm 6, 11).

Quien está muerto, porque ha muerto con Cristo en su muerte liberadora y porque ha aceptado la Cruz de Cristo, está vacío de sí mismo, de sus gustos, caprichos, opiniones, intereses; de tal manera que ahora sí puede guardar los tesoros de la gracia que Dios le ha dado en el Bautismo -y los ha acrecentado con una vida sacramental sincera.

Está muerto, pero vivo: muerto al pecado y vivo por y para Cristo. Esta vacío, pero lleno: vacío del sí mismo viejo y de vanidad, pero lleno de gracia. El discipulado perfecciona este proceso de negación, renuncia y anulación de sí mismo. Y junto con esta depuración de sí mismo, que es una gracia que debe suplicar y cultivar, adquiere el don del monacato, o sea, la de estar a solas con Dios en su interior.

Para el discípulo esta cualidad del monje que le permite un aprendizaje más íntimo y elevado es muy necesaria, puesto que debe aprender a recibir la enseñanza de Cristo en lo que se le presenta fuera de él, y en aquello que se le presenta de manera bendita dentro de sí mismo. Y debe cotejar la enseñanza exterior con la interior, para que ambas se complementen y perfeccionen, pues ambas son necesarias en el discipulado.