A manera de conclusion del ABC de la Oracion

10. Concluiremos aclarando que nuestra alma adquiere vida por los Sacramentos. Y despierta el alma con la práctica sincera de los mismos y por el desapego. Se activa, en la medida que nos negamos a nosotros mismos siguiendo a Cristo con su Cruz; y, en la medida que la tomamos en cuenta.

¿Cómo nos damos cuenta que nuestra alma está viva y despierta? Cuando lo que más queremos es hablar u oír hablar del Amado Dios. Cuando deseamos y valoramos -como el sediento el agua y los oasis- los Sacramentos, y el visitar al Santísimo en el Sagrario; en fin, cuando necesitamos tanto a Dios como el que se asfixia necesita al aire oxigenado.

Un alma viva, despierta y activa ansía orar porque la oración es alimento vital para ella. Está despierta, tiene los ojos abiertos, cuando ve en el hermano, no la apariencia, sino ve en él un alma inmortal, imagen y semejanza divinas; y ve además a Dios en el alma, y calladamente y con pudor, le brinda el propio corazón, pues son hermanos, hijos de Dios en el Hijo.

Podemos decir también que quien se ejercita en el ABC de la oración es discípulo de Cristo, puesto que para ambos es necesario cumplir su condición: “El que no toma su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser mi discípulo” (Lc 14, 27). No puede orar con Él.

Pidamos queridos hermanos al Padre Bueno el don de su Espíritu de gracia y oración. Pidamos nos admita en la Escuela de Oración divina. Pidamos dar los primeros pasos en la oración vertical (que se eleva al cielo por medio de la Cruz); y, pidamos, que el ABC de la oración se empiece a aclarar en nuestras almas, para comprender la oración de Cristo, dulce María y san José.

[Autor: Juan de Jesús y María.]

Comuniones tibias y comuniones indignas

Padre Nelson, ¿me podria decir que significa una comunion tibia y una comunion indigna? – Preguntado en formspring.me/fraynelson

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Estamos hablando aquí de la comunión eucarística, es decir, de la manera y las condiciones para recibir apropiadamente la Sagrada Eucaristía.

Con toda razón se compara al amor con el fuego. El libro del Cantar de los Cantares dice: “las aguas torrenciales no podrían apagar el amor” (Cantar 8,7), con lo cual se indica el vigor y el ardor que siente dentro aquel que de veras ama. Puesto que Cristo nos amó “hasta el extremo” (Juan 13,1), no cabe sino pensar que ese amor suyo es un fuego intensísimo que consume todo otro deseo y en cierta manera lo anula. Consta además que Cristo quiso que así ardiéramos nosotros también, y el mundo entero: “Fuego he venido a traer a la tierra, y qué angustia hasta que arda…” (Lucas 12,49).

A la vista de tales textos uno se da cuenta de inmediato que la tibieza es una negación de la obra de Dios. Es un rechazo a su amor. Es querer hacer inútil su sacrificio. O por lo menos, es terrible ignorancia y gran indiferencia. Una comunión tibia es aquella que sufre de ausencia de luz o a la que falta ese ardor que es el lenguaje del amor entre Dios y el alma enamorada. Por eso debemos pedir perdón al Señor por nuestras tibiezas, que sin duda nos han hecho detestables a su corazón (véase Apocalipsis 3,15-16).

Una comunión es indigna cuando no solamente desvía la atención del propósito por el que Cristo se ha dado eucarísticamente a nosotros, sino que lo contradice directamente. De nuevo, el tema aquí será el amor, pero un amor que queda, por decirlo así, expuesto a burla, gravemente contradicho, o incluso profanado. Tristemente, esto puede suceder de diversas maneras. La forma más grave es la profanación como tal, que puede suceder de varios modos: (1) acto deliberado de usar el sacramento para fines perversos, mágicos, esotéricos o satánicos; (2) desprecio a las especies eucarísticas, por ejemplo con actos como tirarlas, o manifestar de otro modo sentimientos de rechazo o de no reconocer o valorar quién está en el Sacramento; (3) cualquier intento de obtener directamente lucro, venta o beneficio por dar la comunión (cosa totalmente distinta al estipendio propio de la intención particular de la Misa).

El sacramento eucarístico queda gravemente contradicho en su naturaleza que es la caridad cuando la persona que comulga es cómplice directo de injusticia, cisma, división, herejía, o cualquier otro pecado contra la unidad de la Iglesia o contra la comunión de amor entre los partícipes de una misma fe. Entra aquí también todo aquello que el Catecismo enseña muy bien sobre los pecados mortales relacionados con la pureza de cuerpo, y en particular la situación de aquellos que conviven sin estar casados o que están en adulterio. Además, si una persona sabe que su comunión contradice gravemente la intención y materia del sacramento y sigue comulgando o incluso lo hace como exhibición pública, es posible que se trate no sólo de un acto indigno sino de una genuina profanación.

Por último, es indigna la comunión también cuando queda el Sacramento queda gravemente expuesto a burla. Las personas que van indecentemente vestidas a la iglesia, o que comulgan en actitud de irreverencia, desfachatez o poco recogimiento, deben temer que su comunión sea indigna, y por ello mismo, no sólo inútil sino perjudicial para su salvación.

Que Dios, nuestro Señor, mientras conserva en nosotros la certeza de su misericordia que llama a todos a conversión, nos inspire sentimientos de dolor por las muchas comuniones tibias e indignas, y que sobre todo nos llene de su amor para vivir en gratitud por el Don Inestimable de su Cuerpo y de su Sangre.

Leer y vivir el Concilio es amar a la Iglesia

“El Concilio Vaticano II fue la manifestación más solemne del magisterio de la Iglesia en el último siglo, en continuidad con toda la enseñanza anterior. Evidentemente, sus documentos contienen una gran riqueza y, como han señalado Juan Pablo II y Benedicto XVI, nos corresponde el desafío de ponerlos en práctica, con plena fidelidad, para que Jesucristo y su Evangelio lleguen a los corazones y a las cabezas de millones de personas. Leer y vivir el Concilio es amar a la Iglesia, a la Humanidad entera…”

Leer y vivir el Concilio

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Estudiar y creer

Al que pueda ser sabio no le perdonamos que no lo sea.

Estudio. -Obediencia: “non multa, sed multum” [No saber muchas cosas sino saberlas bien.]

Si has de servir a Dios con tu inteligencia, para ti estudiar es una obligación grave.

Frecuentas los Sacramentos, haces oración, eres casto… y no estudias… -No me digas que eres bueno: eres solamente bondadoso.

Antes, como los conocimientos humanos -la ciencia- eran muy limitados, parecía muy posible que un solo individuo sabio pudiera hacer la defensa y apología de nuestra Santa Fe. Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia. -Tú… no te puedes desentender de esta obligación.

Más pensamientos de San Josemaría.

La ideologia de genero y su impacto contra la mujer

“En principio, los ejes centrales de la política del gobierno han buscado dar respuesta a las necesidades de las mujeres colombianas, las cuales fueron recogidas dentro de algunos procesos de participación que se desarrollaron. No obstante, es importante decir que tanto la estructura como el enfoque de esta política no responden a dichas necesidades, sino a los cánones internacionales que presionan continuamente al gobierno para estar a la par de otros países en materia de equidad de género…”

La ideologia de genero y su impacto contra la mujer

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Cuidado con el ciudadano neutro

“Cuando ciertos políticos hablan de “ciudadanos y ciudadanas” no es por respeto a la diferencia, sino por falta de una palabra adecuada que la suprima. Si la diferencia varón/mujer se considera irrelevante para el matrimonio, entonces también lo es para el derecho y para la vida social. La igualdad ya no es fruto de la complementariedad sino del igualamiento…”

ciudadano neutro?

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La teoria del volcan

volcánLa corteza terrestre, dura y pesada como parece, resulta vencida por el ímpetu de un fluido viscoso y extremadamente caliente: la lava. Pero antes de hacer erupción, la lava ha recorrido un camino tortuoso y difícil de predecir. Desde las profundidades del núcleo y del manto, una fuerza ciega e incontenible presiona a la roca derretida que llamamos lava, hasta que el calor vence sobre el granito y el basalto, y un chorro de gases, piedras y azufre lanza su arrogancia devastadora a kilómetros de distancia.

Son tantos los factores que influyen en la constitución de la corteza terrestre que es muy difícil predecir el punto exacto en que se romperá para dar surgimiento a un nuevo volcán. En la historia de la geología se recuerdan casos dramáticos, como por ejemplo el sorpresivo surgimiento de nuevas islas, producto de erupciones sucedidas en el lecho marino. Aun cuando pudiera saberse que la presión de lava en esa parte del océano es muy grande, es pura conjetura asegurar que en tal o cual lugar exacto se dará una erupción sin antecedentes. Por supuesto, una vez acaecida la primera erupción, queda como hecho el camino para las que sigan, pero el tema aquí es ese primer rompimiento de la “piel” terrestre.

Es aquí donde empiezan a aparecer analogías inesperadas entre la sociedad y las erupciones de una violencia aparentemente inexplicable. Es sabido, en efecto, que hay una violencia que procede de raíces visibles y sensibles de injusticia, pero no es de ella de la que hablamos principalmente aquí. Si se pagan salarios de hambre a toda una población y esta se cansa un día y se alza en armas, hay una lógica bastante visible en el proceso. ¿Pero qué decir de los brotes patológicos de asesinato masivo? El típico psicópata, el sádico que opera con fría y calculadora mente en el proceso de atrapar, torturar y ejecutar a sus víctimas, ¿es en realidad un caso aislado, o es la erupción volcánica de una ola oscura, infernal de odio que hemos tolerado demasiado tiempo?

Llamemos por un instante “violencia gratuita” a esa que solemos considerar psicopatológica, y por consiguiente, inexplicable y aislada. Admitamos entonces que hay varias cosas difíciles de explicar sobre qué tan aleatoria es esta forma de violencia. Preguntas: ¿Por qué sucede más en las sociedades del llamado “primer mundo”? ¿Por qué tiene como protagonistas a varones, de vida solitaria, con abrumadora mayoría sobre cualquier otro sector social? ¿Por qué en el mayor porcentaje son personas de clase media, y no baja ni alta? ¿Por qué casi invariablemente los asesinos terminan suicidándose, y en no pocos casos, el suicidio final se sabe ya planeado desde el principio?

La hipótesis es que la violencia gratuita revienta de manera imprevisible pero se prepara y cocina con ingredientes que están en todas partes. La espantosa receta incluye egoísmo, vanidad y resentimientos, pero sobre todo contiene una terrible incapacidad de comunicación y una dura sensación de absurdo que ha gravitado sobre una mente frágil y necesitada en otro tiempo de amor.

Y aquí viene lo grave: las instituciones de una sociedad relativista, secularizada y demasiado fiada del vigor de su democracia, no tienen cómo diagnosticar a tiempo ni mucho menos corregir las señales de que la temperatura de la lava está aumentando, y la presión está alcanzando niveles críticos. La mayoría de los psicópatas de estos brotes recientes y cada vez más frecuentes, como el de la población de Newton, en Connecticut, son personas que han pasado por las instituciones de las que se precia nuestra sociedad moderna, neutra, y muy ciudadana. Y sin embargo, a menos que queramos seguir negando lo evidente, no hubo en esas instituciones quién descubriera y avisara a tiempo de lo que podía suceder.

En lenguaje bíblico hay un modo muy sencillo y profundo de describir lo que la ciencia llama un psicópata: es una persona sin prójimo. No tiene prójimo que le importe ahora porque no tuvo prójimo a quien importarle antes. Examinemos estos ideales muy queridos por la sociedad liberal y democrática: el respeto a la opinión y las decisiones de otros; la consideración de la edad adulta como tiempo de autodeterminación; la concepción de la libertad como capacidad de hacer todo lo que no esté prohibido. Son ideales altos pero claramente insuficientes. Ni se reduce la búsqueda de una respuesta el aprobar leyes más restrictivas en la posesión o el uso de armas de fuego. Para quien anhela matar y matarse poco importan las restricciones ni los procesos jurídicos, que por fuerza requerirán meses, si no años.

¿Qué tipo de fuerza social puede ser cohesiva y mantener un flujo abundante de información que ayude a prevenir a tiempo las erupciones de violencia volcánica?

Aquí va la segunda hipótesis: sólo la religión. De una manera sencillamente perfecta la religión aúna el interior de la conciencia de cada uno con el código externo de todos. De una forma simple y eficaz la religión invita a todos a interesarse por todos, de modo que una cadena de prójimos esté siempre próxima a sostener y no dejar caer al que vacila, se resiente o planea una desgracia. La religión enlaza de modo único la inmediatez de la acción particular y concreta con la trascendencia de una esperanza firme y santa, o si es el caso, la certeza de un castigo ineluctable.

Es verdad que la religión sin respeto y sin un margen claro de libertad de expresión se volverá teocracia asfixiante y caldo de fanatismo pero la religión entendida en su medida, y esta medida es alta y noble, puede lo que el estado actual de la sociedad no puede y sí reclama.