Final de la vida y muerte digna

“Las Leyes de “muerte digna”: 1) establecen un inexistente “derecho a la sedación” sin considerar las condiciones de dosis y situaciones clínicas concretas en las que solo se debe aplicar la sedación como tratamiento. 2) No diferencian retiradas de soporte que pueden ser desproporcionadas, de los soportes vitales básicos y proporcionados como la hidratación y nutrición, considerando que todos ellos pueden ser igualmente rechazados. ?3) Y obligan a los profesionales, a través de sanciones, al cumplimiento de estos “nuevos derechos” para “congragrar los derechos de autodeterminación decisoria al final de la vida”, aunque puedan ser contrarios a la lex artis (buena práctica clínica) y no conformes a la ética profesional: Con estos tres elementos, y en nombre de la “muerte digna”, se dan cabida a actuaciones de eutanasia encubierta…”

Muerte digna

Click!

¿Sentir compasión hacia el demonio?

En este artículo que publiqué en Infocatólica, alguien escribió sobre el demonio: “es… una criatura perdida, una criatura a quien también debemos amar, incluso, compadecer.”

He aquí un tema teológico complejo y espinoso (es decir: donde es fácil errar) : nuestra relación con el demonio en cuanto creatura. Es claro que en cuanto a sus pretensiones, que apuntan a nuestra condenación completa y eterna, no hay nada que discernir ni discutir: sólo distancia; sólo refugiarnos con valiente humildad en la gracia y la Sangre de Cristo. Pero, ¿y en cuanto creatura? ¿No cabe, por ejemplo, una mirada de compasión hacia la desgracia infinita en que ha incurrido el demonio, así sepamos con claridad que ha llegado ahí por propia y libre decisión?

Además, sabemos que el Dios eterno y misericordioso no cambie por el hecho de que cambie su creatura. Así como Dios no dejó y no deja de amarnos por el hecho de que hayamos cometido pecados, así también es cierto que su misericordia se hace presente incluso en el infierno, como le reveló el mismo Dios a Santa Catalina de Siena. Por otra parte, esa misma misericordia es detestable para quien nada quiere de Dios, pero ese es otro tema.

El razonamiento podría ser este: así como Dios estira y extienda su misericordia incluso hasta el infierno, ¿no deberíamos nosotros participar de ese sentimiento de compasión?

El problema está en que todo amar nuestro está sellado por nuestra condición temporal. Somos seres “en el tiempo” y cuando razonamos o sentimos lleva en sí esa realidad. Es ahí donde surge una grave dificultad. Yo no puedo sentir compasión por el pobre sin desear que su vida mejore. No puedo compadecerme del enfermo sin desear que se cure o por lo menos que en algo se alivien sus dolores. La compasión que sentimos por las almas del purgatorio apunta a que un día puedan contemplar el rostro de Dios, en lo que tendrán perfecta felicidad y plenitud.

Pero, ¿y en cuanto a los condenados, lo cual incluye los demonios? No es psicológicamente posible hablar de compasión hacia ellos sin lo que reclama nuestra condición temporal, o sea, el deseo de que cambie su situación. Pero su situación no puede cambiar por el bloqueo interno, deseado y definitivo de su voluntad, sea como ángeles o como seres humanos. Nuestra compasión empezaría a desear algo que no sucede y que no va a suceder. Ese modo de amor se situaría implícitamente en rebeldía frente a la realidad que ya es definitiva para ellos.

Por eso la llamada compasión hacia los condenados en general entraña una contradicción interna, porque sería un amor que desea, aunque fuera germinalmente o implícitamente, algo contrario a lo que el Dios-Amor ha hecho en la obra general de su creación.

Así pues, lo único que cabe frente a los condenados es la constatación de su espantosa situación pero no es de esperar ni es sano predicar, de ninguna manera, ningún género de amor, incluso como compasión, hacia ellos. Nuestra única oración con relación a ellos sólo puede ser el Samo 119, 137-144:

Justo eres tú, SEÑOR,
y rectos tus juicios.

Has ordenado tus testimonios con justicia,
y con suma fidelidad.

Mi celo me ha consumido,
porque mis adversarios han olvidado tus palabras.

Es muy pura tu palabra,
y tu siervo la ama.

Pequeño soy, y despreciado,
mas no me olvido de tus preceptos.

Tu justicia es justicia eterna,
y tu ley verdad.

Angustia y aflicción han venido sobre mí,
mas tus mandamientos son mi deleite.

Tus testimonios son justos para siempre;
dame entendimiento para que yo viva.

Las virtudes de la Virgen Madre

La Virgen Dolorosa. Cuando la contemples, ve su Corazón: es una Madre con dos hijos, frente a frente: El… y tú.

¡Qué humildad, la de mi Madre Santa María! -No la veréis entre las palmas de Jerusalén, ni -fuera de las primicias de Caná- a la hora de los grandes milagros. -Pero no huye del desprecio del Gólgota: allí está, “iuxta crucem Jesu” -junto a la cruz de Jesús, su Madre.

Admira la reciedumbre de Santa María: al pie de la Cruz, con el mayor dolor humano -no hay dolor como su dolor-, llena de fortaleza. -Y pídele de esa reciedumbre, para que sepas también estar junto a la Cruz.

¡María, Maestra del sacrificio escondido y silencioso! -Vedla, casi siempre oculta, colaborar con el Hijo: sabe y calla.

¿Veis con qué sencillez? -“Ecce ancilla!…” -Y el Verbo se hizo carne. -Así obraron los santos: sin espectáculo. Si lo hubo, fue a pesar de ellos.

Más pensamientos de San Josemaría.

Deshaciendo mitos sobre la enseñanza de la religión en la escuela

“¿Sabía usted que, sobre Religión, la LOMCE sólo aclara lo que las leyes socialistas ya decían de forma implícita? ¿O que la nota de Religión no contará para la Selectividad? ¿O que su rango no es como el de Biología, sino como el de Educación Física? ¿O que en Religión católica se estudia la historia de otras religiones? ¿O que protestantes, judíos y musulmanes reciben su enseñanza religiosa?” El texto vale para España en primer lugar pero su argumentación es muy útil tambíén en otros contextos.

Enseñanza de la religión

Click!

Vitalidad y fraternidad de la Orden Dominicana

Mi oficio de Regente de Estudios de la Provincia de los Dominicos en Colombia conlleva el acompañamiento de las etapas de estudios avanzados de los frailes de nuestra Provincia, y por ese motivo estoy recorriendo en estos días algunos centros de estudio donde ellos se encuentran culminando o adelantando estudios de teología práctica, ecumenismo, teología sistemática, y otras disciplinas.

No puedo guardar sólo para mí la alegría de comprobar la vitalidad y deseo de servicio de tantos frailes nuestros, así como de sacerdotes y religiosos de otras comunidades y diócesis a quienes he podido saludar, con los que he podido conversar y de los que he podido aprender durante estos días académicamente fecundos.

Me doy cuenta que con facilidad las noticias nos muestran sólo los aspectos problemáticos y oscuros de nuestra Iglesia, pero, como siempre sucede, “el bien no hace ruido y el ruido no hace bien.” Hay mucho y muy bueno que sucede en el mundo y en la Iglesia, y hemos de estar atentos y vivir agradecidos y esperanzados en nuestro deseo y esfuerzo de ser fieles al Señor.

Por cierto, si te llama la atención saber más de la Orden de Santo Domingo, visita la página web de mi Provincia.

Los ojos también hablan

“Entonces les expliqué lo que un general venezolano, padre de una numerosa prole, hacía con sus hijos en el momento en que veía que se pegaban o se insultaban, llenos de ira. Les ponía uno frente al otro y les obligaba a que se miraran a los ojos…”

Ojos también hablan

Click!

Doctrina social, evangelización y promoción humana

66 La doctrina social es parte integrante del ministerio de evangelización de la Iglesia. Todo lo que atañe a la comunidad de los hombres —situaciones y problemas relacionados con la justicia, la liberación, el desarrollo, las relaciones entre los pueblos, la paz—, no es ajeno a la evangelización; ésta no sería completa si no tuviese en cuenta la mutua conexión que se presenta constantemente entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social del hombre.[Cf. Pablo VI, Exh. ap. Evangelii nuntiandi, 29: AAS 68 (1976) 25] Entre evangelización y promoción humana existen vínculos profundos: « Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención, que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir, y de justicia, que hay que restaurar. Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? ».[Pablo VI, Exh. ap. Evangelii nuntiandi, 31: AAS 68 (1976) 26]

67 La doctrina social « tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización » [Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 54; AAS 83 (1991) 860] y se desarrolla en el encuentro siempre renovado entre el mensaje evangélico y la historia humana. Por eso, esta doctrina es un camino peculiar para el ejercicio del ministerio de la Palabra y de la función profética de la Iglesia.[Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 570-572] « En efecto, para la Iglesia enseñar y difundir la doctrina social pertenece a su misión evangelizadora y forma parte esencial del mensaje cristiano, ya que esta doctrina expone sus consecuencias directas en la vida de la sociedad y encuadra incluso el trabajo cotidiano y las luchas por la justicia en el testimonio a Cristo Salvador ».[Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 5: AAS 83 (1991) 799] No estamos en presencia de un interés o de una acción marginal, que se añade a la misión de la Iglesia, sino en el corazón mismo de su ministerialidad: con la doctrina social, la Iglesia « anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre y, por la misma razón, revela al hombre a sí mismo ».[Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 54: AAS 83 (1991) 860] Es éste un ministerio que procede, no sólo del anuncio, sino también del testimonio.

68 La Iglesia no se hace cargo de la vida en sociedad bajo todos sus aspectos, sino con su competencia propia, que es la del anuncio de Cristo Redentor: [Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 2420] « La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina ».[Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 42: AAS 58 (1966) 1060] Esto quiere decir que la Iglesia, con su doctrina social, no entra en cuestiones técnicas y no instituye ni propone sistemas o modelos de organización social: [Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 41: AAS 80 (1988) 570-572] ello no corresponde a la misión que Cristo le ha confiado. La Iglesia tiene la competencia que le viene del Evangelio: del mensaje de liberación del hombre anunciado y testimoniado por el Hijo de Dios hecho hombre.

Este Compendio se publica íntegramente, por entregas, aquí.