El Papa y la Navidad

Padre Nelson Medina: ¿Cómo vive un Papa la Navidad? Me lo he preguntado muchas veces, como profesional que soy. Vivo metido en proyectos serios con gente grande de rostro siempre muy preocupado. Pero Jesús nos dice que seamos como niños. ¿Un Papa, que tiene tantas angustias y cosas dramáticas en que ocuparse, ¿logra vivir la Navidad? Gracias por lo que nos comparta. Fabián H.

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Hace poco vi un artículo precisamente sobre esa pregunta, tomado del Vatican Insider. Aunque lo específico y anecdótico no aparece, sí que podemos asomarnos al alma contemplativa del Papa Francisco. Transcribo una parte:

¿Qué significa para usted la Navidad?

Es el encuentro con Jesús. Dios siempre ha buscado a su pueblo, lo ha guiado, lo ha custodiado, ha prometido que le estará siempre cerca. En el Libro del Deuteronomio leemos que Dios camina con nosotros, nos guía de la mano como un papá con su hijo. Esto es hermoso. La Navidad es el encuentro de Dios con su pueblo. Y también es una consolación, un misterio de consolación. Muchas veces, después de la misa de Nochebuena, pasé algunas horas solo, en la capilla, antes de celebrar la misa de la aurora, con un sentimiento de profunda consolación y paz. Recuerdo una vez aquí en Roma, creo que era la Navidad de 1974, en una noche de oración después de la misa en la residencia del Centro Astalli. Para mí la Navidad siempre ha sido esto: contemplar la visita de Dios a su pueblo.

¿Cuál es el mensaje de la Navidad para las personas de hoy?

Nos habla de la ternura y de la esperanza. Dios, al encontrarse con nosotros, nos dice dos cosas. La primera: tengan esperanza. Dios siempre abre las puertas, no las cierra nunca. Es el papá que nos abre las puertas. Segunda: no tengan miedo de la ternura. Cuando los cristianos se olvidan de la esperanza y de la ternura se vuelven una Iglesia fría, que no sabe dónde ir y se enreda en las ideologías, en las actitudes mundanas. Mientras la sencillez de Dios te dice: sigue adelante, yo soy un Padre que te acaricia. Tengo miedo cuando los cristianos pierden la esperanza y la capacidad de abrazar y acariciar. Tal vez por esto, viendo hacia el futuro, hablo a menudo sobre los niños y los ancianos, es decir los más indefensos. En mi vida como sacerdote, yendo a la parroquia, siempre traté de transmitir esta ternura, sobre todo a los niños y a los ancianos. Me hace bien, y pienso en la ternura que Dios tiene por nosotros.

¿Cómo es posible creer que Dios, considerado por las religiones como infinito y omnipotente, se haga tan pequeño?

Los Padres griegos la llamaban “synkatabasis”, condescendencia divina. Dios que desciende y está con nosotros. Es uno de los misterios de Dios. En Belén, en el 2000, Juan Pablo II dijo que Dios se convirtió en un niño que dependía totalmente de los cuidados de un papá y de una mamá. Por esto la Navidad nos da tanta alegría. Ya no nos sentimos solos, Dios descendió para estar con nosotros. Jesús se hizo uno de nosotros y sufrió por nosotros el final más terrible en la cruz, el de un criminal.

ESCUCHA, La unidad de las virtudes en Cristo

* Dice Cristo: “Cuando yo sea levantado, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12,32).

* De modo exterior, esta frase y promesa puede entenderse como la unidad que Cristo crea entre pueblos comunidades y personas.

* De modo interior, puede entenderse de otras maneras: (1) Como le explicó Dios a Santa Catalina, a saber: unidad de las potencias del alma (inteligencia, voluntad, memoria), que en Cristo hallan su alimento y meta. (2) Unidad entre el ser y el deber-ser, o entre la “razón” y el “corazón” o entre lo que realmente quiero y lo que realmente hago, según aquello que expone de manera vívida el apóstol Pablo al final del capítulo 7 de la Carta a los Romanos. (3) Unidad entre las virtudes, tanto humanas como teologales.

* Son eje para todas las demás virtudes humanas estas cuatro:

(1) Prudencia, que lleva a hacer o dejar de hacer según conviene en cada caso.

(2) Justicia, que lleva dar a cada uno lo que le corresponde.

(3) Fortaleza, que mueve a acometer cosas arduas pero valiosas y posibles; o también a resistir en los momentos de dolor o dificultad.

(4) Templanza, que trae dominio de sí mismo, especialmente en los placeres propios de la sexualidad, los alimentos o la comodidad.

* Las virtudes teologales brotan de la predicación de la revelación cristiana y sólo acontecen verdaderamente a través de la acción del Espíritu Santo.

(1) La fe nos mueve a entregarnos confiadamente al Dios que ha mostrado su bondad, y ene sa entrega, acoger la verdad de Dios que así se muestra.

(2) La esperanza nos lleva a fiarnos de sus promesas y por lo tanto a saber nuestro futuro seguro en Dios.

(3) La caridad es el fruto de la acción del amor divino en nosotros, de modo que también nosotros podamos amarlo a Él, a nosotros mismos y a nuestro prójimo según Él.

* La unidad de las virtudes teologales radica en el binomio fe – caridad. Es unidad que proviene de acoger el amor que Dios nos concede gratuitamente en su Hijo, y luego permitirle a ese amor reinar en nuestras vidas y obrar en nosotros y a través de nosotros.

* La unidad de las virtudes humanas proviene, o bien de la prudencia, que lo rige todo, o bien de la justicia que da un criterio sobre cada actuar.

* La unidad del conjunto de la vida humana puede encontrarse entonces cuando la prudencia se deja gobernar por el mandato de Cristo: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros” (Juan 13,34).

Resistir y saber avanzar en medio de las dificultades

¿Te riñen? -No te enfades, como te aconseja tu soberbia. -Piensa: ¡qué caridad tienen conmigo! ¡Lo que se habrán callado!

Cruz, trabajos, tribulaciones: los tendrás mientras vivas. -Por ese camino fue Cristo, y no es el discípulo más que el Maestro.

Una mala noche, en una mala posada. -Así dicen que definió esta vida terrena la Madre Teresa de Jesús. -¿No es verdad que es comparación certera?

Te apuras y entristeces porque tus Comuniones son frías, llenas de aridez. -Cuando vas al Sacramento, dime: ¿te buscas a ti o buscas a Jesús? -Si te buscas a ti, motivo tienes para entristecerte… Pero si -como debes- buscas a Cristo, ¿quieres señal más segura que la Cruz para saber que le has encontrado?

Un querer sin querer es el tuyo, mientras no quites decididamente la ocasión. -No te quieras engañar diciéndome que eres débil. Eres… cobarde, que no es lo mismo.

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