Ponte a buscar y seguir en serio la voluntad de Dios

Pregúntate muchas veces al día: ¿hago en este momento lo que debo hacer?

Jesús, lo que tú “quieras”… yo lo amo.

Escalones: Resignarse con la Voluntad de Dios: Conformarse con la Voluntad de Dios: Querer la Voluntad de Dios: Amar la Voluntad de Dios.

Señor, si es tu Voluntad, haz de mi pobre carne un Crucifijo.

No caigas en un círculo vicioso: tú piensas: cuando se arregle esto así o del otro modo seré muy generoso con mi Dios. ¿Acaso Jesús no estará esperando que seas generoso sin reservas para arreglar El las cosas mejor de lo que imaginas? Propósito firme, lógica consecuencia: en cada instante de cada día trataré de cumplir con generosidad la Voluntad de Dios.

Es cuestión de segundos… Piensa antes de comenzar cualquier negocio: ¿Qué quiere Dios de mí en este asunto? Y, con la gracia divina, ¡hazlo!

Más pensamientos de San Josemaría.

Antropología Teológica, 02, El giro antropológico, parte 1 de 2

[Curso presencial ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás, en Bogotá. 2014.]

Hay varias definiciones de “giro antropológico.” En nuestro caso, lo entendemos como un cambio de paradigma cultural según el cual se leen las realidades del mundo y de Dios ante todo desde su presencia en el ámbito del hombre, en cuanto dotado de razón y de capacidad de decidir sobre su futuro.

La atmósfera cultural de la Edad Media

La mejor manera de entender este “giro” es haciendo contraste con el ambiente cultural y social de la Edad Media. A la caída del Imperio Romano, la Iglesia Católica es la única institución capaz de cohesionar, reconstruir y dar crecimiento al tejido social. Esta posición única lleva a que los valores principales del mensaje del Evangelio se conviertan en valores sancionados como pilares de la sociedad entera.
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Retiros de carnaval

Una de las cosas que me gustan de los católicos convencidos es que no se limitan a quejarse sino que abren camino y hacen propuestas creativas, signadas por el poder del Espíritu Santo.

En varios lugares, de los cuales destaco Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, se realizan “retiros de carnaval,” es decir: se convoca a la gente a orar y reflexionar, a bendecir y alabar a Dios, precisamente en el tiempo en que el mundo pretende a arrastrar a todos en la vorágine de sus excesos y pecados.

A mí no se me olvida que Santa Catalina de Siena celebró las bodas de su amor con Cristo precisamente en la época en que su ciudad se perdía en medio del estruendo y desorden del carnaval.

Y tú, ¿qué vas a hacer? ¿Serás cómplice activo? ¿Cómplice pasivo (espectador)? ¿O serás agente de cambio, en el Nombre de Cristo?

Significado y aplicaciones del principio del bien común

164 De la dignidad, unidad e igualdad de todas las personas deriva, en primer lugar, el principio del bien común, al que debe referirse todo aspecto de la vida social para encontrar plenitud de sentido. Según una primera y vasta acepción, por bien común se entiende « el conjunto de condiciones de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección ».346

El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro. Como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, así el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común. El bien común se puede considerar como la dimensión social y comunitaria del bien moral.

165 Una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es aquella que se propone como meta prioritaria el bien común, en cuanto bien de todos los hombres y de todo el hombre.347 La persona no puede encontrar realización sólo en sí misma, es decir, prescindir de su ser « con » y « para » los demás. Esta verdad le impone no una simple convivencia en los diversos niveles de la vida social y relacional, sino también la búsqueda incesante, de manera práctica y no sólo ideal, del bien, es decir, del sentido y de la verdad que se encuentran en las formas de vida social existentes. Ninguna forma expresiva de la sociabilidad —desde la familia, pasando por el grupo social intermedio, la asociación, la empresa de carácter económico, la ciudad, la región, el Estado, hasta la misma comunidad de los pueblos y de las Naciones— puede eludir la cuestión acerca del propio bien común, que es constitutivo de su significado y auténtica razón de ser de su misma subsistencia.348

NOTAS para esta sección

346Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 26: AAS 58 (1966) 1046; cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1905-1912; Juan XXIII, Carta enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 417-421; Id., Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 272-273; Pablo VI, Carta ap. Octogesima adveniens, 46: AAS 63 (1971) 433-435.

347Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1912.

348Cf. Juan XXIII, Carta enc. Pacem in terris: AAS 55 (1963) 272.

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