Saber estar donde estás

Eres, entre los tuyos -alma de apóstol-, la piedra caída en el lago. -Produce, con tu ejemplo y tu palabra un primer círculo… y éste, otro… y otro, y otro… Cada vez más ancho. ¿Comprendes ahora la grandeza de tu misión?

¿Brillar como una estrella…, ansia de altura y de lumbre encendida en el cielo? Mejor: quemar, como una antorcha, escondido, pegando tu fuego a todo lo que tocas. -Este es tu apostolado: para eso estás en la tierra.

Servir de altavoz al enemigo es una idiotez soberana; y, si el enemigo es enemigo de Dios, es un gran pecado. -Por eso, en el terreno profesional, nunca alabaré la ciencia de quien se sirve de ella como cátedra para atacar a la Iglesia.

¡Galopar, galopar!… ¡Hacer, hacer!… Fiebre, locura de moverse… Maravillosos edificios materiales… Espiritualmente: tablas de cajón, percalinas, cartones repintados… ¡galopar!, ¡hacer! -Y mucha gente corriendo: ir y venir. Es que trabajan con vistas al momento de ahora: “están” siempre “en presente”. -Tú… has de ver las cosas con ojos de eternidad, “teniendo en presente” el final y el pasado… Quietud. -Paz. -Vida intensa dentro de ti.

Más pensamientos de San Josemaría.

Las fechas…

Cuando llegan las fechas de las personas que amamos es inevitable recordarlas, aunque hayan partido de esta tierra.

Una de esas fechas, para mí, es el cumpleaños de mi madre, Maruja de Medina, que este 5 de Mayo cumpliría 82 años de edad. Ella falleció el 7 de Julio de 2010.

Debo confesar algo: aunque muchas veces he sentido que me ha hecho falta escuchar su voz, o recibir su abrazo, ni un sólo día he pensado que ella estaría mejor aquí con nosotros que en el lugar donde creo, con esperanza puesta en Dios, que se encuentra.

Esa sencilla reflexión me ha llevado a preguntarme qué es amar: ¿es disfrutar la compañía de la persona que amamos, o es desear para esa persona lo mejor? Quizás hemos venido llamando amor a algo que tiene bastante el aspecto del egoísmo.

Casi cuatro años después de su muerte, siento paz, y una semilla de verdadera alegría de que mi madre haya partido de entre nosotros. Su ausencia me recuerda la brevedad de la vida, y la necesidad de colmar de significado y de amor cada cosa que hacemos.

El Camino de la Misericordia, 4 de 4, San Juan XXIII, Testigo de la Misericordia

[Conferencias con la Casa de la Misericordia de Bucaramanga. Abril de 2014.]

Tema 4 de 4: San Juan XXIII, Testigo de la Misericordia

* Este es un hombre de familia sencilla, llena de amor y unidad. Un hombre de Dios, puesto delante de los horrores más repugnantes del ser humano, especialmente en las dos Guerras Mundiales. Un hombre que conoció el vacío existencial de la post guerra: la amenaza nuclear; la Guerra Fría; los desmanes del comunismo; la tenebrosa seducción del existencialismo ateo.

* Un sacerdote que descubrió como nadie la urgencia de perdón y de reconstrucción interior que tiene nuestro tiempo. Uno que supo valorar la paz, la ternura, el dolor por aquella que implanta distancia entre los hombres y los pueblos.

* De todo ello aprendió el valor de la humildad, el buen humor, la mansedumbre, la renuncia a la venganza, y sobre todo: la bondad, y la serenidad.