¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal?

¿Tienen méritos las buenas obras de alguien que está en pecado mortal? – Preguntado en Píldoras de Fe. hay una respuesta fundamentada, del P. Miguel Fuentes, IVE, aquí.

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Lo mismo que sucede con tantas otras palabras, también con el término “mérito” puede suceder que no captamos su sentido dentro de una respuesta redactada con cierto nivel de profundidad o altura. La misma palabra “gracia” por ejemplo se puede entender mal de muchas maneras, y alguien podría pensar erróneamente que cuando decimos que se pierde la gracia santificante estamos diciendo que esa persona ya no es amada de Dios o que Dios ya no la mira con benevolencia. Ese tipo de malos entendidos suceden.

Estoy seguro que muchas personas entienden la palabra “mérito” como “lo que sirve de algo” y por eso piensan que cuando se llega a la conclusión de que las obras hechas en pecado mortal no tienen mérito sobrenatural lo que se debería deducir de ahí es que da lo mismo obrar bien que obrar mal. Es casi inevitable que la gente sienta que la frase “no tienen mérito” equivale a “no importa lo que hagan.”

¿Qué quiere decir “mérito sobrenatural”? Muchas personas sencillamente no prestan atención al adjetivo “sobrenatural” y se quedan entonces sólo con una noción genérica de “mérito” que, como ya se explicó, significa popularmente si algo vale o no la pena. Pero la palabra “sobrenatural” es fundamental en esa expresión. La Iglesia usa el término “sobrenatural” para referirse a aquellas cosas que de suyo están más allá del alcance de nuestras propias capacidades, es decir, más allá de nuestra “naturaleza.”

Hay muchas, realmente muchas cosas buenas que están dentro del alcance de nuestra naturaleza: no sólo el bien que hacemos a las personas que amamos y nos aman sino también el bien que hacemos por filantropía, es decir, por una especie de solidaridad con nuestra propia especie. Que una madre se esfuerce por dar la mejor alimentación, cuidado y educación a unos hijos es algo muy grande y muy bello pero no necesariamente algo que tiene valor más allá de la naturaleza humana porque es propio de nuestra naturaleza que los padres sientan enorme ternura y generosidad en todo lo que concierne a sus hijos. Lo que un muchacho hace por ayudar económicamente a su novia, lo que un amigo hace por sus amigos, lo que alguien logra con esmero por una recompensa o buen pago, lo que surge de nuestra simpatía por una causa noble… todo eso es bello y grande a su manera pero está completamente dentro de nuestra naturaleza. Hay en todo ello mérito pero no es mérito que podamos llamar “sobrenatural” sino “mérito natural” o puramente “humano.”

Lo “sobrenatural” en cambio se observa básicamente en la motivación última, la razón por la que uno obra. Si perdono a mi enemigo por un cálculo político que estoy haciendo no es lo mismo que si lo perdono porque conozco el poder del perdón de Dios y deseo irradiar ese mismo amor a quien sé que podría traicionarme de nuevo.

Uno ve que lo sobrenatural no es un barniz que se le pone a algunas cosas o acciones como si fuera una medalla. Lo sobrenatural es fruto de la acción de Dios mismo renovando nuestro ser desde su más profunda intimidad. Esa acción llega a nosotros con la donación y efusión del Espíritu Santo, que proclama a Cristo como Señor de todo lo que somos, decimos y hacemos. Desde la raíz de nuestro ser somos renovados por esa acción que se llama “gracia santificante.”

Por eso no puede haber vida sobrenatural si no hay proclamación coherente, en vida, obras y palabras, del reinado de Cristo en toda nuestra vida. O Cristo es Señor o no es Señor de nuestra existencia. O le hemos entregado sin condiciones el timón de nuestra vida, o no. Por supuesto, que aun habiendo entregado ese timón puede haber faltas pero una cosa son esas faltas que no nos separan fundamental ni esencialmente del plan de Dios (caso de los pecados veniales) y otra cosa es lo que sucede cuando ponemos por delante nuestras condiciones como cuando se dice: “Que Dios no me pida que deje tal o cual pecado porque no veo mi vida sin eso que estoy haciendo o viviendo.” Por supuesto, quien habla así está mostrando que aquello que pone como condición pesa más que la opción radical por Cristo como Señor de la vida. No es el fin del mundo pero por favor no digamos que tenemos a Cristo como Señor si tenemos condiciones de pecado que anteponemos a Cristo.

Algunas personas creen que estas reflexiones valen solo para ciertos pecados. Por ejemplo, si una persona cada semana roba otro poco más del presupuesto destinado para ayudar a las personas sin techo, y los domingos levanta sus manos en alabanza al Señor y le dice que va a sonreír a todos los ancianos del pueblo, la mayoría de nosotros sentiría que eso es puro teatro estéril y que todas sus sonrisas son una hipocresía. Pero si esa misma persona vive en adulterio o con una segunda pareja ya nos parece que ese otro tipo de pecado tiene una especie de “estatuto especial” que hace que debamos “respetar” (en el sentido de dejar que cada quien lleve su vida privada como le parezca) y que cualquier opinión sería “juzgar” y que por consiguiente el bien que se haga en este otro caso sí tiene valor y mérito.

La Biblia es distinta. La Biblia no tiene pecados con estatuto especial. No importa si las cosas son privadas o públicas. Ni si están conectadas con nuestra afectividad, nuestro dinero o nuestro temperamento. Si antepones algo a Cristo no puedes decir que Cristo es tu Señor. Y si no cabe decir que Cristo es tu Señor no cabe afirmar que esté viva la obra de la gracia en tu corazón. y por eso no cabe hablar de vida sobrenatural ni de mérito sobrenatural; y destaco aquí el adjetivo: SOBRENATURAL.

Es bueno aclarar una vez más que las obras buenas sin mérito sobrenatural no es que se pierdan sencillamente. Como enseñan varios santos, y entre ellos Santa Catalina de Siena, este tipo de obras disponen para la gracia, sobre todo: la gracia de la conversión (para no caer en el cinismo) y la gracia de confiar en que hay perdón (para no caer en la desesperación). Así que todos, incluso quienes se pueden saber objetivamente separados de la plena comunión con Dios y la Iglesia, somos llamados a buscar y realizar el bien lo mejor que podamos: a unos servirá para crecer en la gracia divina; a otros, para disponerse cada vez mejor para recibirla.

Gimnasio Mental 041

Tres estudiantes de lógica avanzada entran en un bar para festejar el fin de semestre. El del bar les pregunta: “¿Todos quieren algo de beber?” El primero dice: “No sé.” El segundo: “No sé.” Y entonces el tercero dice resueltamente: “¡Sí!” Pregunta: ¿Cómo está tan seguro el tercero?

[Si buscas la solución al Gimnasio 040, haz click aquí.]

Empieza a progresar ya en tu vida cristiana

No dialogues con la tentación. Déjame que te lo repita: ten la valentía de huir; y la reciedumbre de no manosear tu debilidad, pensando hasta dónde podrías llegar. ¡Corta, sin concesiones!

No tienes excusa ninguna. La culpa es sólo tuya. Si sabes -te conoces lo suficiente- que, por ese sendero -con esas lecturas, con esa compañía,…-, puedes acabar en el precipicio, ¿por qué te obstinas en pensar que quizá es un atajo que facilita tu formación o que madura tu personalidad? Cambia radicalmente tu plan, aunque te suponga más esfuerzo, menos diversiones al alcance de la mano. Ya es hora de que te comportes como una persona responsable.

Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal -piensan y se justifican-, porque en esos tropiezos caemos todos! Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte, empezó sólo por gritar -¡como los otros!-, por acudir al Huerto de los Olivos -¡con los demás!-,… Al final, empujados también por lo que hacían “todos”, no supieron o no quisieron echarse atrás…, ¡y crucificaron a Jesús! -Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.

Altibajos. Tienes muchos, ¡demasiados! altibajos. La razón es clara: hasta aquí, has llevado una vida fácil, y no quieres enterarte de que del “desear” al “darse” media una distancia notable.

Más pensamientos de San Josemaría.

¡Un nuevo doctor de la Iglesia!

“El Santo Padre confirmó, este sábado 21 de febrero, la sentencia afirmativa de la Sesión Plenaria de los cardenales y obispos miembros de la Congregación para las Causas de los Santos para la próxima concesión de título de Doctor de la Iglesia Universal a san Gregorio de Narek, sacerdote y monje, nacido en Andzevatsij (en la época Armenia, actualmente Turquía) alrededor del 950 y fallecido en Narek (en la época Armenia, actualmente Turquía) alrededor de 1005…”

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Teología Moral familiar y sexual, 05: Lugar y rol de la familia

[Conferencias en el curso de Teología Moral familiar y sexual ofrecido en la Facultad de Teología de la Universidad Santo Tomás en el primer semestre de 2015.]

Lugar y rol de la familia

2015-03-05 09.07.57

* El hecho de que exista algo llamado “familia” hunde sus raíces en hechos biológicos profundos, ineludibles y permanentes.

* Es un hecho, en efecto, que el ser humano nace desprovisto de todo y necesitado de cuidado, afecto y educación para lograr su plenitud y alcanzar una vida llena de significado, capaz de convivencia con sus semejantes y de provecho para la sociedad a la que llega como nuevo habitante.

* Pero no todo en nosotros es biología. El ser humano no enfrenta la realidad desde la simple percepción de lo sensible sino que asume su lugar a través de una mediación que se llama la “cultura.” Los significados y propósitos de las cosas y de los demás seres humanos los descubrimos en y a través de nuestra particular cultura.

* Así se entiende lo que logra la familia, es decir, cuál es su lugar esencial en la sociedad y qué papel cumple: la familia es la institución primordial que forma a los seres humanos para integrarlos de modo progresivo, amable y firme en el conjunto de la sociedad. Y puesto que el ser humano es corpóreo pero también dotado de razón y capacidad simbólica, esa institución, la que lleva a los humanos a su madurez, debe tener, en principio, una base biológica (la procreación) pero también una solidez y estatura moral que brote del amor y sea compatible con las experiencias de ser amado y de amar.

* Transmitir una cultura o ayudar a que una persona se inserte en una cultura implica la transmisión de destrezas (como caminar, hablar, cultivar); valores (la dignidad de la persona, la justicia social, el cuidado del cuerpo); códigos (comunicación no verbal, convenciones sociales); roles (maestro/discípulo, hombre/mujer).

* En cuanto a lo femenino y lo masculino, hay dos cosas importantes qué destacar:

(1) Primacía de lo femenino. En el desarrollo embrionario todo ser humano inicia su desarrollo con aspecto y fisiología femeninas.

(2) La relación entre madre e hijo está definida por la continuidad, es decir, la primera expresión de afecto de la madre hacia su criatura es casi indistinguible y viene a fusionarse con lo que ella siente hacia su propio cuerpo. Ella empieza amando al hijo en cuanto prolongación de sí misma, lo que a su vez hace que el hijo se sepa acogido de un modo connatural.

* De aquí entendemos que el amor propiamente masculino es algo distinto. No surge desde la continuidad sino desde la pregunta, la búsqueda de sentido, la afirmación de un amor en la diferencia. Santo Tomás (en su “Contra errores graecorum”) destaca este hecho para explicar por qué es propio hablar de Dios como “Padre” (y no como “madre”).

* El amor propiamente femenino garantiza el apoyo mientras que el amor propiamente masculino ayuda a consolidar la identidad. se ve de inmediato la importancia de los dos tipos de amor. Así enseña la Iglesia cuando dice que todo niño tiene derecho a un papá y a una mamá.