Caridad de San Pedro Claver para con los enfermos y muertos

Enfermos y muertos

El padre Antonio Aristráin, historiador, dice: «No sabemos si en la historia de la Iglesia se hallan prodigios de caridad corporal como los que se cuentan de este santo varón». Cuando el padre Claver, tras diez horas de trabajo durísimo, después de haber agotado a varios intérpretes, regresaba extenuado a la portería, encontraba en ella a veces una nueva solicitación urgente, a la que siempre se mostraba dispuesto: «Precisamente llegáis en buena hora, tengo un rato perfectamente desocupado». Y allá se iba, vacilante, envuelto en su manteo raído, sacando fuerzas sólo de Cristo.

El manteo del padre Claver llegó a ser famoso, y de él se habla en el proceso más de trescientas veces. Con él envolvía a los enfermos mientras les arreglaba el catre, con él cubría a las negras cuando las confesaba, con él secaba el sudor de los enfermos… Cuenta un intérprete que hubo día en que fue necesario lavarlo siete veces. Aquel manteo, de color ya indefinido, que él vestía sin repugnancia alguna, envolviendo y cubriendo a los miserables, no era sino un signo gráfico de su amor sin medida.

Todo lo que San Pedro Claver pretendía era, precisamente, esto: manifestar y comunicar el amor de Cristo a los hombres. Para eso servía y limpiaba a los enfermos, los abrazaba y los llevaba en sus brazos. Para eso, barría las salas escoba en mano, hacía las camas, servía de comer, fregaba los platos, abrazaba a los apestados, y llegaba a besar -muchas veces lo hizo- las llegas de los leprosos. Sus colaboradores, a veces, se le echaban atrás, vencidos por la repugnancia, y el padre trataba de retenerles. A una intérprete biafara que en una ocasión se le echaba atrás, le dijo: «Magdalena, Magdalena, no se vaya, que éstos son nuestros prójimos redimidos con la sangre de Nuestro Señor Jesucristo».

El lugar preferido de Claver, donde tenía su querencia, era el hospital de San Lázaro, que acogía unos 70 leprosos. Para éstos guardaba los obsequios mejores que le hacían. A uno, especialmente repugnante, a quien nadie se le acercaba, le ponía sobre sus rodillas para confesarle. Con estos enfermos extremaba la expresión física de su cariño, y cuando trataba con ellos, los abrazaba siempre uno a uno. Eran los momentos en que su rostro, habitualmente triste, brillaba de alegría. Pocos días antes de morir, estando impedido de pies y manos, allá quiso ir, a San Lázaro, a despedirse de sus leprosos.

A los negros difuntos les conseguía mortaja y ataud, cirios y un entierro religioso digno, cosa que conmovía especialmente a los esclavos, que se veían tan abandonados. «Una pobre esclava llamada Magdalena, de la casta Brau, murió en tal pobreza que no tenía ni ataúd ni paño de difunto. Acudió Claver, recitó los responsos, extendió su manteo, tomo el cadáver y lo puso sobre él, asistiendo con una vela en la mano hasta el final de la ceremonia».


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Las figuras femeninas amazónicas

Fray Nelson Medina: ¿Tiene Usted una postura clara sobre las figuras amazónicas esas, que incluso llevaron a una iglesia en Roma? — C.F.

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Empiezo por decir que soy colombiano. Mi país tiene amplia zona en la Amazonía y tiene también otras zonas selváticas, que he conocido por experiencia directa. Debo decir que la imagen que fue llevada a Roma no es representativa de la Amazonía colombiana, y creo que de ninguna parte de la Amazonía. Alguien pensará que mi corto servicio misionero en la selva me lleva a hablar así. A quien plantee tal objeción le pido que muestre fuentes documentales serias que muestren el interés de los pueblos amazónicos por esa imagen particular, la de esa mujer gestante semidesnuda. Y que de paso nos aclare qué uso real tiene esa imagen, si es que allá se usa.

En efecto, si cualquiera de nosotros busca en imágenes de Internet los términos “pachamama,” “madre tierra,” “mother earth,” “amazonian fertility” o expresiones parecidas, lo único que sale es la alusión a este episodio de los jardines del Vaticano, o al “robo” posterior de las imágenes; o sea, todo conduce a la misma figura que hemos visto en las noticias. Aún más: si usted toma una foto de esas esculturas o representaciones y luego usa esa foto como búsqueda de imágenes en Google no obtiene una sola coincidencia. Eso sugiere algo extraño: la tal figura NO representa nada “ancestral” de la cultura de la Amazonía; no parece ser ni siquiera la obra de los indígenas amazónicos sino de algún artista (llamémosle así), indígena o no, que, apoyado por otros, ha conseguido que su talla en madera llegue hasta el centro católico más importante y visible del mundo entero. Esa persona o ese grupo de personas quieren que pensemos que ellos son representantes o voceros de los indígenas, de modo que cualquier ataque a esa imagen o a esa supuesta espiritualidad “amazónica” es un ataque a los indígenas.

Todo lo cual suscita interrogantes muy legítimos: ¿Quién es el verdadero autor de esa imagen? ¿Donó su trabajo o le fue pagado? ¿De quién fue la idea de tallar esa imagen y darle el uso que estamos conociendo, con la complicidad o negligencia de numerosas autoridades dentro y fuera del Vaticano? ¿Por qué querían que eso se realizara, teniendo en cuenta que sabían que el Papa estaría presente? ¿Por qué el Papa, al ver lo que sucedía, prefirió no decir ni su discurso ni discurso alguno, sino solo un padrenuestro, según informó en su momento Aciprensa? ¿Qué otros actos ajenos a nuestra fe están entonces premeditadamente preparados y con qué finalidades?

Luego está el tema de que aquellas figuras son llevadas a un templo católico en Roma (iglesia de Santa María en Transpontina), en proximidad con el altar donde se celebra la Eucaristía. Llevarlas a ese sitio sagrado solo puede significar que se considera que tienen un significado religioso pues de otra manera se las hubiera expuesto, si hubiera sido el caso, en una galería de arte o en un museo de etnias o de historia amazónica.

Volvemos a preguntar: ¿qué sentido religioso tiene esa imagen, llevada a un templo católico? Algunos han dicho, con más ingenuidad que piedad, que se trataba de la Virgen María. La explicación, que se caía de puro forzada, fue desmentida por un obispo misionero en el Amazonas, y expresamente por el P. Giacomo Costa, SJ, Secretario de Información de la Comisión del Sínodo.

Se puede decir que la imagen representa la fertilidad, la mujer o la vida. Pero entonces la pregunta es: ¿Y es que acaso nuestra fe adora, o da culto a la fertilidad, la vida o la mujer en cuanto tal? Si no se le da culto, ¿por qué asociarlo con el altar donde se hace presente el sacrificio único y suficiente de Cristo? ¿No es eso exactamente la contravención pública, escandalosamente pública, del Primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Aún hay más qué preguntar: ¿qué otras representaciones conocemos de la fertilidad? Desde la antigüedad, mujeres embarazadas, féminas de amplias caderas y falos erectos han sido la representación de la fertilidad en las culturas que no han recibido en su seno el Evangelio. Entonces ¿qué más trae este Sínodo? ¿La procesión del falo? ¿Y dónde lo van a dejar? ¿Es esa la mejor manera de servir a las culturas amazónicas, que tienen tanto derecho como nosotros de recibir todo el Evangelio en toda su pureza? ¿Amar la Iglesia y reconocer, como yo reconozco, al Papa Francisco como nuestro Papa implica que uno deba estar de acuerdo y aprobar todo? ¿Ese es el “diálogo” actual en la Iglesia?

Algunos autores, como Andrea Tornielli, han atacado la supuesta radicalidad de quienes quitaron esas imágenes de la iglesia romana y las arrojaron al río Tíber. Su primera afirmación es esta: “El robo y posterior lanzamiento en el río Tíber de las tres estatuillas de madera de la tradición amazónica que representan a una joven embarazada, constituyen un triste episodio que habla por sí mismo.” A la luz de lo que he expuesto antes, yo quiero saber cuál es la “tradición amazónica” vinculada a esas estatuillas sagradas (puesto que ya hemos visto que son tratadas como cosas sagradas). Con gusto me dejo corregir pero que se me muestre cuál es esa tradición.

Tornielli pasa entonces a apoyarse en la tremenda autoridad de San John Henry Newman, citado en este pasaje:

El uso de templos y de los dedicados a santos particulares, y a veces decorados con ramas de árboles, incienso, lámparas y velas; las ofrendas ex voto en caso de curación de enfermedades; el agua bendita, el asilo; las fiestas y los tiempos litúrgicos, el uso de calendarios, las procesiones, las bendiciones en los campos, los ornamentos sacerdotales, la tonsura, el anillo utilizado en el matrimonio, el dirigirse hacia el oriente, y en una fecha posterior también las imágenes, tal vez incluso el canto eclesiástico y el Kyrie Eleison: todos son de origen pagano, y han sido santificados por su adopción en la Iglesia.

El argumento que Tornielli sugiere, basándose en Newman, argumento amplificado por otros autores, como el P. Joseph Simmons, SJ, es claro: la Iglesia Católica ha echado mano de numerosas prácticas paganas y no es nada muy extraño que una estatuilla amazónica inicie su carrera, por así decirlo, hacia un uso religioso en nuestra Iglesia. Muy inteligente el argumento pero por supuesto no aplica.

Lo que Newman no dice, sin duda por la concisión de su texto, y lo que Tornielli voluntariamente omite, es simple y crucial, y se resume en una pregunta: ¿Qué hace la Iglesia con los elementos paganos ANTES de incorporarlos a su expresión de la fe, ya se trate de la doctrina o la liturgia? Ejemplos: Los cristianos de aquel tiempo, ¿tomaron las estatuas bellísimas de Afrodita y dijeron: “celebremos el amor humano”, y luego las pusieron en sus basílicas? ¿Tomaron el ropaje de los romanos y dijeron sin más: “así se vestirán nuestros sacerdotes”?

La dinámica cristiana es muy distinta, y San Agustín la explicó bien: “Accedit verbum ad elementum et fit sacramentum.” Es la integración en la predicación cristiana, cuando ello es posible y lógico, lo que permite que un elemento, una vez que adquiere un sentido diverso del sentido pagano que tenía, pase a ser usado en la Iglesia. Y hay algo interesante con lo que podemos concluir: en la lista larga de Newman no hay un solo caso de imágenes humanas. A Newman le interesa cómo algunos actos, relatos u objetos, relativamente neutros en sí mismos, pueden ser transformados en su significado y usados en la Iglesia. Las imágenes diseñadas para el Sínodo Amazónico no tienen nada de esa neutralidad: celebrar “la vida” sin adorar a Dios, único Creador, es simple paganismo. Y con los ídolos paganos, ya se trate del becerro de oro o del dinero de los mercaderes en el templo de Jerusalén, se necesitan acciones firmes y claras… que pueden llegar hasta el Tíber.

ROSARIO de las Semanas 20191023

#RosarioFrayNelson para el Miércoles:
Contemplamos los Misterios de la Infancia de Jesús

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
  2. En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
  3. En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
  4. En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
  5. En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
  6. En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
  7. En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.

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