El Sueño

“Una vez en el lugar más hermoso del universo

vivia un niño llamado Sueño,el cual

anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se pasaba la vida por allá en lo alto,

por las nubes jugando y jugando todo el dia.

Una vez se dió cuenta que él no crecia

como lo hacian sus amigos,

además empezó a sentirse muy débil

y poco a poco perdió sus ganas de jugar.

Un gran dia, Dios desde el cielo

al ver a su amado hijo Sueño tan débil,

envió un mesajero celestial en su ayuda.

El mensajero llevaba consigo un maletín muy especial

que contenia alimentos Divinos para asi fortalecer

y hacer crecer al niño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó,

Sueño empezó a sentirse mejor y mejor,

ya que cada dia aquel enviado del Cielo

lo alimentaba con aquellos celestiales manjares.

Muchos caldos de constancia con fuerza,

platos muy nutritivos de voluntad y trabajo,

postres hechos a base de voluntad y paciencia,

fantasticos jugos hechos con decisión.

Y lo más importante:

Tratándolo con mucha confianza y sobre todo mucho amor a Dios,

Sueño creció y creció,y llegó a dejar de ser Sueño

para convertirse en Meta y,claro que siguió jugando

pero ya no por las nubes, sino aqui en la tierra,

poco a poco fue conociendo otros mundos,

mundos como la felicidad y la satisfacción, y cierto dia,

Meta dejó de ser Meta y se transformó en REALIDAD.

“Yo quiero que mi Sueño se convierta en Meta y luego en REALIDAD….

y para eso,creo que debo empezar a vivir….”

El Sabio y el Rey

La forma de decir las cosas puede cambiar el ánimo y disposición de quienes te escuchan.

Un Rey soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su sueño.

– ¡Qué desgracia mi señor! – exclamó el Sabio – Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra majestad.

– ¡Qué insolencia! – gritó el Rey enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Rey con atención, le dijo:

– ¡Excelso señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Rey con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro.

Cuando éste salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

– ¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer Sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

– Recuerda bien amigo mío – respondió el segundo Sabio – que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse.

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas.

La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.

El Pescador

Un hombre adinerado pasaba las horas en un lago contiguo a su a su mansión. Cada día, veía en aquel lugar a un hombre muy pobre que vivía en una choza tambaleante.

Pescaba con un palo y una cuerda. Lo hacia casi una hora; pocas veces conseguía mas de dos pescados. Entonces se iba a su casa.

El tiempo pasaba y frustrado de tanto meditar, el rico se acercó al pobre:

-Disculpe, por favor, pero hemos pescado en este lugar por mucho tiempo, y siento curiosidad. Usted viene aquí diariamente, logra pescar muy poco y luego se dirige a su casa. Sólo me pregunto por qué no se queda un poco más de tiempo. Mire, si usted se queda cada día una o dos horas más, podría vender en la ciudad el pescado que le sobre. Conseguiría dinero suficiente para adquirir un vara mejor, y así tener una pesca considerable y tal vez pueda hacerse de un bote y una red. Pescaría aun más y podría hasta contratar un hombre y un bote adicional. Pronto no tendría que estar en el agua todo el día, sino que llegaría a ser el propietario de una gran empresa, la cual le dejaría gran cantidad de dinero. Entonces, fácilmente pasar sus días pescando sólo el tiempo que desee, haciendo lo que le plazca y sin preocupaciones.

Pero hombre, no entiendo -dijo el hombre pobre- ¡eso es precisamente lo que hago!

El Padre no Desiste

Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.

Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.

Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.

Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa con algo escrito:

“PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE”.

Más tarde, llamó a su hijo, lo llevó al establo y le dijo:

Hijo mío, yo ya estoy viejo y cuando me vaya, tú te encargarás de todo lo que es mío… Y yo sé cual será tu futuro.

Vas a dejar la estancia en manos de los empleados y vas a gastar todo el dinero con tus amigos.

Venderás todos los bienes para sustentarte y, cuando no tengas mas nada, tus amigos se apartarán de ti. Sólo entonces te arrepentirás amargamente por no haberme escuchado. Fue por esto que construí esta horca. ¡Es para tí! Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.

El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.

El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:

– Ah, padre mío… Si yo hubiese escuchado tus consejos… Pero ahora es demasiado tarde.

Apesadumbrado, el joven levantó la vista y vio el establo. Con pasos lentos, se dirigió hasta allá y entrando, vio la horca y la placa llenas de polvo, y entonces pensó:

– Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada más…

Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:

– Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad…

Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta… Era el fin.

Pero el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, safiros y diamantes, muchos diamantes…

La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas.

En ella estaba escrito:

ESTA ES TU NUEVA OPORTUNIDAD. ¡TE AMO MUCHO! CON AMOR, TU VIEJO PADRE.

El Mercader y la Bolsa

Cierto día un mercader ambulante iba caminando hacia un pueblo. Por el camino encontró una bolsa con 800 dólares. El mercader decidió buscar a la persona que había perdido el dinero para entregárselo pues pensó que el dinero pertenecía a alguien que llevaba su misma ruta.

Cuando llego a la ciudad, fue a visitar un amigo.

– ¿Sabes quién ha perdido una gran cantidad de dinero? le preguntó a este.

– Si, si. Lo perdió Juan, nuestro vecino, que vive en la casa del frente.

El mercader fue a la casa indicada y devolvió la bolsa. Juan era una persona avara y apenas terminó de contar el dinero grito:

– Faltan ¡100 dólares! Esa era la cantidad de dinero que yo iba a dar como recompensa. ¿Como lo has agarrado sin mi permiso? Vete de una vez. Ya no tienes nada que hacer aquí.

El honrado mercader se sintió indignado por la falta de agradecimiento. No quiso pasar por ladrón y fue a ver al juez.

El avaro fue llamado a la corte. Insistió ante el Juez que la bolsa contenía 900 dólares. El mercader aseguraba que eran 800. El juez, que tenia fama de sabio y honrado, no tardo en decidir el caso. Le pregunto al avaro:

– Tu dices que la bolsa contenía 900 dólares ¿verdad?

– Si, señor, respondió Juan.

– Tu dices que la bolsa contenía 800 dólares, le pregunto el juez al mercader.

– Si, señor.

– Pues, bien, dijo el juez, considero que ambos son personas honradas e incapaces de mentir. A ti porque has devuelto la bolsa con el dinero, pudiéndote quedar con ella. A Juan porque lo conozco desde hace tiempo. Esta bolsa de dinero no es la de Juan; aquella contenía 900 dólares. Esta solo tiene 800. Así pues, quédate tu con ella hasta que aparezca su dueño. Y tú, Juan, espera que alguien te devuelva la tuya.

El Mejor Mecánico

Una vez iba un hombre en su automóvil por una larga y muy solitaria carretera. De pronto su auto comenzó a detenerse hasta quedar estático. El hombre bajó, lo revisó, trató de averiguar qué era lo que tenía. Pensaba que pronto podría encontrar el daño del auto pues hacía muchos años que lo conducía. Sin embargo, después de mucho rato se dió cuenta que no encontraba el daño del motor. En ese momento apareció otro auto, del cual bajó un hombre a ofrecerle ayuda. El dueño del primer auto dijo:

Mira, este es mi auto de toda la vida, lo conozco como la palma de mi mano. No creo que tú, sin ser el dueño, puedas hacer algo.

El otro hombre insistió con una cierta sonrisa, hasta que finalmente el primer hombre dijo:

Bueno, haz el intento pero no creo que puedas, pues este es mi auto.

El segundo hombre puso manos a la obra y en pocos minutos encontró el daño que tenía el auto y lo pudo arrancar. El primer hombre quedó atónito y preguntó:

¿Como pudiste arreglar el auto si es mi auto? El segundo hombre contestó: Verás, mi nombre es Felix Wankel… ¡Yo inventé el motor rotatorio que usa tu auto!

Cuantas veces hemos dicho: Esta es mi vida, es mi destino, es mi casa. Al enfrentarnos a los problemas creemos que nadie nos puede ayudar pues “es mi vida”, “nadie comprende mi problema, pues es mi problema”. Pero nunca habíamos pensado en que la vida es creación de Dios, que él hizo el tiempo, que te puso en esta tierra con un propósito y te entregó una familia. Sólo aquel que es el autor de la vida puede comprenderte y ayudarte cuando te quedes tirado en la carretera de la vida.

El Salmo 55:22 dice “Descarga en el Señor tu peso, y él te sustentará; no dejará que para siempre zozobre el justo”

El Aborto…

El profesor pidió silencio y la total atención de la clase.

“Damas y caballeros, comenzó, pronto serán doctores. Ahora, vamos a suponer que tienen frente a ustedes a una pareja que necesita consejos. El esposo tiene sífilis y la esposa tiene tuberculosis. Ellos tienen 4 hijos que viven: uno es ciego, otro es sordo y mudo, otro tiene tuberculosis y el cuarto está deforme; ahora la madre está esperando de nuevo. Ambos el esposo y la esposa aceptan la posibilidad de un aborto, pero les dejan la decisión final a ustedes.”

“Doctores, ¿qué les aconsejarían? Bajo tales circunstancias, ¿deberían tener el aborto?”

Se dejó que la clase tuviera unos minutos para meditarlo y luego se hizo una votación.

La mayoría de los estudiantes estaban en favor del aborto en dichas circunstancias.

“Felicidades, dijo el profesor a los estudiantes, acaban ustedes de abortar a BEETHOVEN!…..

Muchas veces nos hacemos “dueños” del destino de otros pues en nuestra muy reducida mente no puede caber que algo predeterminado pueda tener provecho alguno, por lo que pensamos que lo mejor es lo que nosotros pensamos en nuestra pequeñez.

Recordemos aquellas palabras “Lo que para el hombre es imposible es posible para Dios”.

Así que debemos dejarnos de tratar de encajar todo en nuestra “lógica” y confiar en aquel para quién todo es posible.

Echarle una mano a Dios

En una obra del escritor brasileño Pedro Bloch encuentro un diálogo con un niño que me deja literalmente conmovido.

— ¿Rezas a Dios? —pregunta Bloch.

— Sí, cada noche —contesta el pequeño.

— ¿Y que le pides?

— Nada. Le pregunto si puedo ayudarle en algo.

Y ahora soy yo quien me pregunto a mí mismo qué sentirá Dios al oír a este chiquillo que no va a Él, como la mayoría de los mayores, pidiéndole dinero, salud, amor o abrumándole de quejas, de protestas por lo mal que marcha el mundo, y que, en cambio, lo que hace es simplemente ofrecerse a echarle una mano, si es que la necesita para algo.

A lo mejor alguien hasta piensa que la cosa teológicamente no es muy correcta. Porque, ¿qué va a necesitar Dios, el Omnipotente? Y, en todo caso, ¿qué puede tener que dar este niño que, para darle algo a Dios, precisaría ser mayor que El?

Y, sin embargo, qué profunda es la intuición del chaval. Porque lo mejor de Dios no es que sea omnipotente, sino que no lo sea demasiado y que El haya querido “necesitar” de los hombres. Dios es lo suficientemente listo para saber mejor que nadie que la omnipotencia se admira, se respeta, se venera, crea asombro, admiración, sumisión. Pero que sólo la debilidad, la proximidad crea amor. Por eso, ya desde el día de la Creación, El, que nada necesita de nadie, quiso contar con la colaboración del hombre para casi todo. Y empezó por dejar en nuestras manos el completar la obra de la Creación y todo cuanto en la tierra sucedería.

Por eso es tan desconcertante ver que la mayoría de los humanos, en vez de felicitarse por la suerte de poder colaborar en la obra de Dios, se pasan la vida mirando hacia el cielo para pedirle que venga a resolver personalmente lo que era tarea nuestra mejorar y arreglar.

Yo entiendo, claro, la oración de súplica: el hombre es tan menesteroso que es muy comprensible que se vuelva a Dios tendiéndole la mano como un mendigo. Pero me parece a mi que, si la mayoría de las veces que los creyentes rezan lo hicieran no para pedir cosas para ellos, sino para echarle una mano a Dios en el arreglo de los problemas de este mundo, tendríamos ya una tierra mucho más habitable.

Con la Iglesia ocurre tres cuartos de lo mismo. No hay cristiano que una vez al día no se queje de las cosas que hace o deja de hacer la Iglesia, entendiendo por “Iglesia” el Papa y los obispos. “Si ellos vendieran las riquezas del Vaticano, ya no habría hambre en el mundo”. “Si los obispos fueran más accesibles y los curas predicasen mejor, tendríamos una Iglesia fascinante”. Pero ¿cuántos se vuelven a la Iglesia para echarle una mano?

En la “Antología del disparate” hay un chaval que dice que “la fe es lo que Dios nos da para que podamos entender a los curas”. Pero, bromas aparte, la fe es lo que Dios nos da para que luchemos por ella, no para adormecernos, sino para acicateamos.

“Dios, ha escrito Bernardino M. Hernando, comparte con nosotros su grandeza y nuestras debilidades”. El coge nuestras debilidades y nos da su grandeza, la maravilla de poder ser creadores como El. Y por eso es tan apasionante esta cosa de ser hombre y de construir la tierra.

Por eso me desconcierta a mi tanto cuando se sitúa a los cristianos siempre entre los conservadores, los durmientes, los atados al pasado pasadísimo. Cuando en rigor debíamos ser “los esperantes, los caminantes”. Theillard de Chardín decía que en la humanidad había dos alas y que él estaba convencido de que “cristianismo se halla esencialmente con el ala esperante de la humanidad”, ya que él identificaba siempre lo cristiano con lo creativo, lo progresivo, lo esperanzado.

Claro que habría que empezar por definir qué es lo progresivo y qué lo que se camufla tras la palabra “progreso”. También los cangrejos creen que caminan cuando marchan hacia atrás.

De todos modos hay cosas bastante claras: es progresivo todo lo que va hacia un mayor amor, una mayor justicia, una mayor libertad. Es progresivo todo lo que va en la misma dirección en la que Dios creó el mundo. Y desgraciadamente no todos los avances de nuestro tiempo van precisamente en esa dirección.

Pero también es muy claro que la solución no es llorar o volverse a Dios mendigándole que venga a arreglarnos el reloj que se nos ha atascado. Lo mejor será, como hacía el niño de Bloch, echarle una mano a Dios. Porque con su omnipotencia y nuestra debilidad juntas hay más que suficiente para arreglar el mundo.

José Luis Martín Descalzo, “Razones para vivir”.

Dos Hombres Fueron Condenados

Dos hombres fueron condenados. La sentencia consistía en que en un día determinado, en veinte años, sería torturados lentamente hasta la muerte.

Al escuchar la sentencia, el más joven se retorció de la pena y del dolor, y a partir de ese día, cayó en una profunda depresión.

“¿Para qué vivir?” se preguntaba, “si de todas maneras van a arrebatarme la vida, y de una manera inconcebiblemente terrible?” Desde ese día nunca fue el mismo. Cuando alguno de sus cercanos, compadecido por su estado, le ofrecía apoyo para tratar de alegrarlo, respondía rencorosamente diciendo:

– Claro, como tú no tienes que cargar mis penas, todo te parece fácil. En otras ocasiones también replicaba:

– Tú no sabes lo que sufro, no es posible que me entiendas… Y, a veces, gritaba: – ¿Para qué me esfuerzo? Si de todas formas…

Y así, poco a poco, el hombre se fue encerrando en su amarga soledad y murió mucho antes de que se cumpliera el plazo de los veinte años.

El otro hombre, al escuchar la sentencia, se asustó y se impresionó, sin embargo a los pocos días resolvió que, como sus días estaban contados, los disfrutaría.

Con frecuencia afirmaba: Voy a agradecer con intensidad cada día que me quede. Y, en vez de alejarse de los demás, decidió acercarse y disfrutar a los suyos, para sembrar en ellos lo mejor de sí. Cuando alguien le mencionaba su condena, respondía en broma:

– Ellos me condenaron, yo no me voy a condenar sufriendo anticipadamente y, por ahora, estoy vivo.

Fue así que, paulatinamente, se convirtió en un hombre sabio y sencillo, conocido por su alegría y su espíritu de servicio. Tanto, que mucho antes de los veinte años, le fue perdonada su condena.

El 99% de tus miedos no se realizarán; disfruta la libertad de ser feliz. La verdadera libertad no está en lo que haces, sino en la forma como eliges vivir lo que haces, y sólo a tí te pertenece tal facultad.

¿Cuál es tu naturaleza?

Había una vez, un maestro oriental que vio cómo un alacrán

se estaba ahogando. Decidió sacar al animalito del agua,

pero cuando lo hizo, el alacrán lo picó.

Ante el dolor lo soltó, por lo que el animal de nuevo se

estaba ahogando… entonces intentó sacarlo y otra vez lo volvió a picar.

La escena se repitió varias veces: Sacarlo del agua, ser picado y soltarlo.

Alguien que observa le dice:

– “Cómo es terco usted!! No entiende que cada vez que lo saque del agua lo va a picar??”.

Entonces, el maestro oriental le respondió:

– “La naturaleza del alacrán, que es picar… no va a cambiar mi naturaleza, que es ayudar”.

Consejos para la Vida

Una pareja de recién casados era muy pobre y vivía prácticamente de limosnas. Un día el marido le hizo la siguiente propuesta a su esposa:

“Querida, yo voy a salir de la casa, voy a viajar bien lejos; voy a buscar un empleo y a trabajar hasta tener condiciones para regresar y darte una vida mas cómoda y digna. No sé cuánto tiempo voy a estar lejos; sólo te pido una cosa: que me esperes, y mientras estemos separados, seas fiel a mí, pues yo te seré fiel a ti”.

Así, siendo joven aún, caminó muchos días, hasta que encontró a un cierto hacendado que estaba necesitando de alguien que se hiciera cargo de una finca. El joven llegó y se ofreció para trabajar y fue aceptado. Pidió hacer un trato con su jefe, el cual fue aceptado también. El pacto fue el siguiente:

“Déjeme trabajar por el tiempo que yo quiera y cuando encuentre que debo irme, me libera de mis obligaciones. Yo no quiero recibir mi salario. Le pido que lo coloque en una cuenta de ahorro hasta el día en que me vaya. El día que salga, usted me dará el dinero que yo haya ganado”.Estando ambos de acuerdo, aquel joven trabajó durante 20 años, prácticamente sin vacaciones y sin descanso.

Después de veinte años se acercó a su patrón y le dijo: “Patrón, yo quiero mi dinero, pues quiero regresar a mi casa”. El patrón le respondió: Muy bien, hicimos un pacto y voy a cumplirlo, sólo que antes quiero hacerte una propuesta, ¿está bien?

“Te doy tu dinero y tú te vas, o te doy tres consejos y no te doy el dinero, y te vas. Si yo te doy el dinero, no te doy los consejos y viceversa. Vete a tu cuarto, piénsalo y después me das la respuesta”. El pensó durante dos días, buscó al patrón y le dijo: “QUIERO LOS TRES CONSEJOS” El patrón le recordó: “Si te doy los consejos, no te doy el dinero”. Y el empleado respondió: “Quiero los consejos”. El patrón entonces le aconsejó:

1. NUNCA TOMES ATAJOS EN TU VIDA. Caminos más cortos, pero desconocidos, te pueden costar la vida.

2. NUNCA SEAS CURIOSO DE AQUELLO QUE REPRESENTE EL MAL, pues la curiosidad por el mal puede ser fatal.

3. NUNCA TOMES DECISIONES EN MOMENTOS DE ODIO Y DOLOR, porque puedes arrepentirte demasiado tarde.

Después de darle los consejos, el patrón le dijo al joven, que ya no era tan joven, así:

– “AQUÍ TIENES TRES PANES, dos para comer durante en viaje y el tercero es para comer con tu esposa cuando llegues a tu casa”.

El hombre entonces tomó su camino de vuelta, de veinte años lejos de su casa y de su esposa, a la que tanto amaba. Después del primer día de viaje, encontró una persona que lo saludó y le preguntó: “¿Para dónde vas?” El le respondió: – “Voy para un camino muy distante que queda a más de veinte días de caminata por esta carretera”.

La persona le dijo entonces: “Joven, este camino es muy largo, yo conozco un atajo con el cual llegarás en pocos días”. El joven, muy contento, comenzó a caminar por el atajo; pero se acordó del primer consejo, y entonces volvió a seguir por el camino normal.

Días después supo que el atajo llevaba a una emboscada.

Después de otros días de viaje, y cansado al extremo, encontró una pensión a la vera de la carretera, donde poder hospedarse. Pagó la tarifa por día y después de tomar un baño se acostó a dormir. De madrugada se levantó asustado con un grito aterrador, como de una película de miedo. Se levantó de un salto y se dirigió hasta la puerta para averiguar qué había detrás de ese grito singular y sepulcral, que le hacía recordar historias de su infancia. Mas cuando estaba abriendo la puerta, se acordó del segundo consejo. Entonces regresó y se acostó a dormir.

Al amanecer, después de tomar café, el dueño de la posada le preguntó si no había escuchado el grito, y él le contesto que sí lo había escuchado. El dueño de la posada le preguntó: “¿Y no sintió curiosidad?” El le contesto que no mucha. Y el dueño le respondió: “Ud. es de los pocos huéspedes que han salido vivos de aquí, pues mi único hijo a veces tiene crisis de locura, y su técnica son los gritos estridentes; cuando el huésped sale, lo mata y lo entierra en el lote aledaño”.

El joven siguió su larga jornada, ansioso por llegar a su casa. Después de muchos días y noches de caminata, ya al atardecer, vio entre los árboles humo saliendo de la chimenea de su pequeña casa, caminó un poco más, y vió entre los arbustos la silueta de su esposa. Estaba anocheciendo, pero alcanzó a ver que ella no estaba sola. Anduvo un poco más y vio que ella tenía sobre sus piernas a un hombre, al que le estaba acariciando los cabellos. Cuando vio aquella escena, su corazón se llenó de odio y amargura y decidió correr al encuentro de los dos y matarlos sin piedad. Respiró profundo, apresuró sus pasos, pero… recordó el tercer consejo.

Entonces se paró y reflexionó, decidió dormir ahí mismo aquella noche y al día siguiente tomar una decisión. Al amanecer, ya con la cabeza fría, se dijo: – “NO VOY A MATAR A MI ESPOSA. Voy a volver con mi patrón y a pedirle que me acepte de vuelta. Sólo que antes, quiero encarar a mi esposa y mostrarle que siempre fui fiel a ella!”. Se dirigió a la puerta de la casa y tocó.

La esposa le abre la puerta y lo reconoce, se cuelga de su cuello y lo abraza afectuosamente. El trató de quitársela, pero no lo consiguió. Entonces con lágrimas en los ojos le dijo: – “Yo te fui fiel y tú me traicionaste…” Ella espantada le responde: – “¿Cómo? Yo nunca te traicioné, te esperé durante veinte años”. El entonces le pregunto: – “¿Y quién era ese hombre que acariciabas ayer por la tarde?” Y ella le contesto: “AQUEL HOMBRE ES NUESTRO HIJO. Cuando te fuiste, descubrí que estaba embarazada. Hoy nuestro niño tiene veinte años de edad”.

Entonces el marido entró, conoció, abrazó a su hijo y les contó toda su historia, mientras su esposa preparaba la gran cena. Se sentaron a comer el último pan juntos. Después de la oración de agradecimiento, con lágrimas de emoción, partió el pan, y al abrirlo, se encontró todo su dinero: el pago de sus veinte años de dedicación.

Muchas veces creemos que los atajos “queman etapas” y nos ayudan a llegar mas rápido, lo que no siempre es verdad…

Muchas veces somos curiosos, queremos saber de cosas que ni nos dan respeto y no nos traen nada de bueno…

Otras veces reaccionamos movidos por el impulso, en momentos de rabia, y después fatal y tardíamente nos arrepentimos…

Espero que tú, así como yo, no te olvides de estos consejos, y sobre todo: no te olvides también de confiar, con la debida medida, aunque tengas muchos motivos para desconfiar.

Cómo templar el acero

Durante muchos años un herrero trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía andar bien en su vida; muy por el contrario sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día. Una tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó: “Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar. No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado”.

El herrero no respondió enseguida, él ya había pensando en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar, y terminó por encontrar la explicación que buscaba. He aquí lo que dijo el herrero:

“En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas. ¿Sabes tú cómo se hace esto? primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo, enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada, luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura.

Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente. ”

El herrero hizo una larga pausa, y siguió: “A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento. El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras. En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería”.

Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: “Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones. Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero. Pero la única cosa que pienso es: Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí. Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo de las almas”.

El Árbol de los Deseos

Un viajero muy cansado se sienta bajo la sombra de un árbol sin imaginarse que iba a encontrar un árbol mágico,

“El Árbol que realiza los deseos”.

Sentado sobre la tierra dura, el pensaba que sería muy agradable encontrarse una cama mullida. Al momento, esta cama apareció al lado suyo.

Asombrado el hombre se instaló y dijo que el colmo de la dicha sería alcanzado, si una joven viniera y masajeara sus piernas tullidas. La joven apareció y lo masajeó muy agradablemente.

– Tengo hambre, -dice el hombre,- y comer en este momento sería con seguridad, una delicia.

Una mesa surgió, cargada con alimentos suculentos.

El hombre se alegra. Come y bebe. Su cabeza se inclina un poco. Sus párpados, por la acción del vino y la fatiga, se cierran. Se dejó caer a lo largo de la cama y pensaba ahora en los maravillosos eventos de este extraordinario día.

– Voy a dormir una hora o dos -se dice él-. Lo peor sería que un tigre pasara por aquí mientras duermo.

Un tigre aparece enseguida y lo devora.

Usted tiene en si mismo un Árbol de deseos que espera sus órdenes.

Pero cuidado, el también puede realizar sus pensamientos negativos y sus temores. Este es el mecanismo de las preocupaciones que nos bloquean.

Yo le deseo, de todo corazón, una vida libre de preocupaciones, de pensamientos negativos y temores… en la bendición de Dios!

Algo muy grave sucederá en este pueblo…

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno con una expresión de preocupación en su rostro. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: “No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”.

El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice: “Te apuesto un peso a que no la haces”. Todos se ríen. El se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Y él contesta: “es cierto, pero me he quedado preocupado por algo que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a sucederle a este pueblo”.

Todos se ríen de él, y el que se ganó su peso regresa a casa, donde está con su mamá. Feliz con su dinero dice:- Le gané este peso a Dámaso de la forma más sencilla porque es un tonto.

– ¿Y porqué es un tonto?

– Porque no pudo hacer una carambola sencillísima preocupado porque su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

Y su madre le dice:

– No te burles de los presentimientos de los mayores porque a veces se hacen realidad…

Una pariente oye esto y va a comprar carne. Le pide al carnicero: “Deme un kilo de carne”, y en el momento que la está cortando, le dice “mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado”.

El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar le dice: “mejor lleve dos kilos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas”. Entonces la señora responde: “Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos…” Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.

Llega un momento en que toda la gente en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto a las dos de la tarde alguien dice:

– ¿Se han dado cuenta del calor que está haciendo?

– ¡Pero si en este pueblo siempre hizo calor! Tanto calor que los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.

– Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca hizo tanto calor.

– Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.

– Sí, pero no tanto calor como ahora.

Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz: “Hay un pajarito en la plaza”. Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

– Pero señores, siempre hay pajaritos que bajan.

– Sí, pero nunca a esta hora.

Es tal la tensión de los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

– Yo que soy muy macho -grita uno- Me voy.

Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que los demás dicen: “Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos”. Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice: “Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa”, y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.

Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presentimiento y le dice a su hijo : “¿Viste mi hijo, que algo muy grave iba a suceder en este pueblo?”.

Este Cuento fue narrado verbalmente, -y grabado-, en un Congreso de escritores por Gabriel García Marquez : “Para que vean cómo cambia cuando lo escriba”, y fue publicado por la Revista Mexicana El Cuento.

¿Te imaginaste en la historia? Estamos en ella todos los días desde hace un tiempo.- El efecto “bola de nieve” creo que hoy lo conocemos todos. Una persona puede ser generadora de una idea magnífica como así también ser el primer eslabón de una cadena que lleve a los demás a un estado de pánico o a un estallido general.

El hombre debe pensar antes de hablar y el receptor debe aprender también a escuchar. En la actualidad tanto el hombre como los medios de comunicación suelen atraer al público no por mostrar lo bello o el lado positivo de la vida, sino todo lo contrario. De un granito de arena en contados minutos nos encontramos con un médano. Sucede en la familia, en los trabajos y hoy lo vemos en los países en crisis.

Hay algo que debemos aprender de todo esto: El efecto “bola de nieve” es peligroso cuando el copo que dio lugar a la bola apunta a algo negativo. Si no tomamos ese copo, si lo desechamos antes de darle curso podemos salvar a otros de su efecto y salvarnos.

La mente es un arma poderosa. Desde diferentes medios hoy estamos expuestos a recibir información que además de desarmonizarnos, nos llenan de incertidumbre, de temor y de miedo.

Hoy más que nunca el hombre debe protegerse, debe cerrarse ante los comentarios malintencionados, debe aprender a no dejar que las malas noticias lo invadan y por sobre todo debe aprender a no temer, a no actuar en masa, a no dejarse llevar por las ideas de otro si no está de acuerdo con ellas.

“La mejor manera de combatir el mal, es un enérgico progreso en el sentido del bien”…entonces… ¿Por qué dejamos que un copo de nieve se sume a otro y a otro y a otro si sabemos que con esa bola de nieve solo vamos a lograr algo negativo? No será hoy el momento de cambiar y de aplicar esa frase que encierra el gran secreto de cómo construir un mundo mejor.

En la familia, en los trabajos, en los países y por sobre todo en la vida hagamos crecer una bola de nieve pero que lleve paz, amor y por sobre todo estrellas de esperanza para que a su paso todo se ilumine y el hombre sea cada día mejor.

Aguas de locura

En cierta ocasión previno Dios al pueblo de un terremoto que habría de tragarse las aguas de toda la tierra. Y las aguas que reemplazarían a las desaparecidas habrían de enloquecer a todo el mundo. Tan sólo el profeta se tomó en serio a Dios. Transportó hasta la cueva de su montaña enormes recipientes de agua, de modo que no hubiera ya de faltarle el líquido elemento en los días de su vida.

Y efectivamente, se produjo el terremoto, desaparecieron las aguas y una nueva agua llenó los arroyos y los lagos y los ríos y los estanques.

Algunos meses más tarde bajó el profeta de su montaña a ver lo que había ocurrido. Y era verdad: todo el mundo se había vuelto loco y le atacaba a él y no quería tener nada que ver con él. Y hasta se convenció todo el mundo de que era él quien que estaba loco. Así pues, el profeta regresó a su cueva de la montaña, contento por haber tenido la precaución de guardar agua. Pero, a medida que transcurría el tiempo, la soledad se le hacía insoportable. Anhelaba tener compañía humana. De modo que descendió de nuevo a la llanura. Pero nuevamente fue rechazado por la gente, tan diferente de él. Entonces el profeta tomó su decisión: Tiró el agua que había guardado, bebió del agua nueva y se unió a sus semejantes en su locura.

Reflexión:

Muchas veces por temor a la soledad solemos unirnos a los demás aún cuando nos damos cuenta que sus actitudes, sus formas de pensar, de hablar o de ser no nos son gratas o no coinciden con las nuestras. Y así nos entregamos a vivir la vida copiando modelos de otras personas y no respetando nuestro interior. Pero nos pasa a diario que nos sentimos acompañados pero vacios y que si bien estamos rodeados de gente seguimos sintiendonos solos. Si optamos por quedarnos solos hay quienes juzgan mal esa soledad y creen que el problema está en nosotros, que en algo fallamos cuando no tenemos amistades, que no somos “normales”. Con el lema de “la unión hace la fuerza” en estos tiempos vemos cómo muchos son cómplices de atentados, de secuestros y demás, pero también podemos ver que hay uniones positivas y son aquellas que buscan destacarse en la ayuda, la solidaridad y el hacer el bien a los demás.

Cuando escapamos de nuestra soledad tenemos que tener ciertos cuidados: tratemos de acercarnos a quienes pueden ayudarnos a ser mejores personas. Tratemos de no ser parte de una masa y por sobre todo de no usar un uniforme que nos haga perder nuestra verdadera identidad.

SEAMOS FIELES A “SUS” ENSEÑANZAS.

La pureza como revolución social

Existe la idea de que la pureza es una virtud individual, algo así como un hobby que ciertas personas cultivan como aditamento a sus convicciones privadas o sus represiones sexuales. Si algo ha quedado grabado en mi corazón de mi paso por Villavicencio es que lo privado y lo público refluyen el uno en el otro de manera continua e inseparable.

Dos ejemplos.

Se sabía que un alcalde de aquella época había sido, y probablemente seguía siendo, un drogadicto. Supuestamente eso pertenecía a su historia personal. Sin embargo, viendo tantos brotes de ineficiencia y burocracia, y tanta incapacidad de poner freno a los desmanes, mucha gente sacó la única conclusión lógica: “A este hombre sólo le importa su comodidad y pasarla bien, así la ciudad se caiga a pedazos.” En efecto, uno piensa: no es distinto el cuerpo que se acostumbra a drogarse y el cuerpo que se sienta en su despacho a atender los problemas de la ciudad.

Dígase otro tanto de otros temas. Si casi toda la plana editorial de un periódico de amplia circulación hace tiempos que practica el adulterio, el intercambio de parejas y todo tipo de experimentos afectivo-sexuales, hay que decir: Es el mismo cuerpo el que de noche refocila y de día escribe editoriales.

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