Valientes en la hora difícil

Esas medidas, que toman algunos gobiernos para asegurarse de la muerte de la fe en sus países, me recuerdan los sellos del Sanedrín en el Sepulcro de Jesús. -El, que no estaba sujeto a nada ni a nadie, a pesar de esas trabas, ¡resucitó!

La solución es amar. San Juan Apóstol escribe unas palabras que a mí me hieren mucho: «qui autem timet, non est perfectus in caritate». Yo lo traduzco así, casi al pie de la letra: el que tiene miedo, no sabe querer. -Luego tú, que tienes amor y sabes querer, ¡no puedes tener miedo a nada! -¡Adelante!

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Contra-corriente

No esperes por tu labor el aplauso de las gentes. -¡Te digo más!: no esperes siquiera, a veces, que te comprendan otras personas e instituciones, que también trabajan por Cristo. -Busca sólo la gloria de Dios y, amando a todos, no te preocupe que otros no te entiendan. Si hay montes, obstáculos, incomprensiones, trapisondas, que satanás quiere y el Señor permite, has de tener fe, fe con obras, fe con sacrificio, fe con humildad.

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Dos frases valientes para tiempos duros

Dame, Jesús, Cruz sin cirineos. Digo mal: tu gracia, tu ayuda me hará falta, como para todo; sé Tú mi Cirineo. Contigo, mi Dios, no hay prueba que me espante… -Pero, ¿y si la Cruz fuera el tedio, la tristeza? -Yo te digo, Señor, que, Contigo, estaría alegremente triste.

No perdiéndote a Ti, para mí no habrá pena que sea pena.

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Una poesía de la Liturgia de las Horas para el Viernes Santo

Brazos rígidos y yertos,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis, por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.

Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.

Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.

Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;

que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:

de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.

Amén.

Si te sientes atascado y estancado

Me decías: “me veo, no sólo incapaz de ir adelante en el camino, sino incapaz de salvarme -¡pobre alma mía!-, sin un milagro de la gracia. Estoy frío y -peor- como indiferente: igual que si fuera un espectador de «mi caso», a quien nada importara lo que contempla. ¿Serán estériles estos días? Y, sin embargo, mi Madre es mi Madre, y Jesús es -¿me atrevo?- ¡mi Jesús! Y hay almas santas, ahora mismo, pidiendo por mí”. -Sigue andando de la mano de tu Madre, te repliqué, y “atrévete” a decirle a Jesús que es tuyo. Por su bondad, El pondrá luces claras en tu alma.

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Ante las dificultades

En momentos de agotamiento, de hastío, acude confiadamente al Señor, diciéndole, como aquel amigo nuestro: “Jesús: Tú verás lo que haces…: antes de comenzar la lucha, ya estoy cansado”. -El te dará su fuerza.

Si no hay dificultades, las tareas no tienen gracia humana…, ni sobrenatural. -Si, al clavar un clavo en la pared, no encuentras oposición, ¿qué podrás colgar ahí?

Parece mentira que un hombre como tú -que te sabes nada, dices- se atreva a poner obstáculos a la gracia de Dios. Eso es lo que haces con tu falsa humildad, con tu “objetividad”, con tu pesimismo.

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Confianza plena

Cuando ames de verdad la Voluntad de Dios, no dejarás de ver, aun en los momentos de mayor trepidación, que nuestro Padre del Cielo está siempre cerca, muy cerca, a tu lado, con su Amor eterno, con su cariño infinito.

Si el panorama de tu vida interior, de tu alma, está oscuro, déjate conducir de la mano, como hace el ciego. -El Señor, con el tiempo, premia esta humillación de rendir la cabeza, dando claridad.

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Disponibles para el Señor

Nunca te desalientes, porque el Señor está siempre dispuesto a darte la gracia necesaria para esa nueva conversión que necesitas, para esa ascensión en el terreno sobrenatural.

¡Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu Confesión sacramental. Y pensabas: es como si volviera a nacer. Luego, proseguiste con serenidad: «Domine, quid me vis facere?» -Señor, ¿qué quieres que haga? -Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: «serviam!» -¡te serviré sin condiciones!

Narra el Evangelista que los Magos, «videntes stellam» -al ver de nuevo la estrella-, se llenaron de una gran alegría. -Se alegran, hijo, con ese gozo inmenso, porque han hecho lo que debían; y se alegran porque tienen la seguridad de que llegarán hasta el Rey, que nunca abandona a quienes le buscan.

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Un plus de fe

Nos falta fe. El día en que vivamos esta virtud -confiando en Dios y en su Madre-, seremos valientes y leales. Dios, que es el Dios de siempre, obrará milagros por nuestras manos. -¡Dame, oh Jesús, esa fe, que de verdad deseo! Madre mía y Señora mía, María Santísima, ¡haz que yo crea!

Una firme resolución: abandonarme en Jesucristo, con todas mis miserias. Y lo que El quiera, en cada instante, «fiat!» -¡sea!

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Confianza audaz

Hijo, por tus propias fuerzas, no puedes nada en el terreno sobrenatural; pero, siendo instrumento de Dios, ¡lo podrás todo!: «omnia possum in eo qui me confortat!» -¡todo lo puedo en Aquél que me conforta!, pues El quiere, por su bondad, utilizar instrumentos ineptos, como tú y como yo.

Siempre que hagas oración, esfuérzate por tener la fe de los enfermos del Evangelio. Debes estar seguro de que Jesús te escucha.

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Tres tips espirituales

Ten picardía santa: no aguardes a que el Señor te envíe contrariedades; adelántate tú, con la expiación voluntaria. -Entonces no las acogerás con resignación -que es palabra vieja-, sino con Amor: palabra eternamente joven.

Hoy, por vez primera, has tenido la sensación de que todo se hace más sencillo, de que se te “descomplica” todo: ves eliminados, por fin, problemas que te preocupaban. Y comprendes que estarán más y mejor resueltos, cuanto más te abandones en los brazos de tu Padre Dios. ¿A qué esperas para conducirte siempre -¡éste ha de ser el motivo de tu vivir!- como un hijo de Dios?

¡Llénate de fe, de seguridad! -Nos lo dice el Señor por boca de Jeremías: «orabitis me, et ego exaudiam vos» -siempre que acudáis a Mí, ¡siempre que hagáis oración!, Yo os escucharé.

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Una aclaración importante sobre la vida espiritual

Sequedad interior no es tibieza. En el tibio, el agua de la gracia no empapa, resbala… En cambio, hay secanos en apariencia áridos que, con pocas gotas de lluvia, se colman a su tiempo de flores y de sabrosos frutos. Por eso, ¿cuándo nos convenceremos?: ¡qué importancia tiene la docilidad a las llamadas divinas de cada instante, porque Dios nos espera precisamente ahí!

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