La radicalidad cristiana

Si luchas de verdad, necesitas hacer examen de conciencia. Cuida el examen diario: mira si sientes dolor de Amor, porque no tratas a Nuestro Señor como debieras.

Del mismo modo que muchos acuden a la colocación de “primeras piedras”, sin preocuparse de si se acabará después la obra así iniciada, los pecadores se engañan con las “últimas veces”.

Cuando se trata de “cortar”, no lo olvides, la “última vez” ha de ser la anterior, la que ya pasó.

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En combate; no en derrota

Como necesariamente, antes o después, has de tropezar con la evidencia de tu propia miseria personal, quiero prevenirte contra algunas tentaciones, que te insinuará entonces el diablo y que has de rechazar enseguida: el pensamiento de que Dios se ha olvidado de ti, de que tu llamada al apostolado es vana, o de que el peso del dolor y de los pecados del mundo son superiores a tus fuerzas de apóstol… -¡Nada de eso es verdad!

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Empieza a progresar ya en tu vida cristiana

No dialogues con la tentación. Déjame que te lo repita: ten la valentía de huir; y la reciedumbre de no manosear tu debilidad, pensando hasta dónde podrías llegar. ¡Corta, sin concesiones!

No tienes excusa ninguna. La culpa es sólo tuya. Si sabes -te conoces lo suficiente- que, por ese sendero -con esas lecturas, con esa compañía,…-, puedes acabar en el precipicio, ¿por qué te obstinas en pensar que quizá es un atajo que facilita tu formación o que madura tu personalidad? Cambia radicalmente tu plan, aunque te suponga más esfuerzo, menos diversiones al alcance de la mano. Ya es hora de que te comportes como una persona responsable.

Mucho duele al Señor la inconsciencia de tantos y de tantas, que no se esfuerzan en evitar los pecados veniales deliberados. ¡Es lo normal -piensan y se justifican-, porque en esos tropiezos caemos todos! Oyeme bien: también la mayoría de aquella chusma, que condenó a Cristo y le dio muerte, empezó sólo por gritar -¡como los otros!-, por acudir al Huerto de los Olivos -¡con los demás!-,… Al final, empujados también por lo que hacían “todos”, no supieron o no quisieron echarse atrás…, ¡y crucificaron a Jesús! -Ahora, al cabo de veinte siglos, no hemos aprendido.

Altibajos. Tienes muchos, ¡demasiados! altibajos. La razón es clara: hasta aquí, has llevado una vida fácil, y no quieres enterarte de que del “desear” al “darse” media una distancia notable.

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Cuida la imaginación

Si la imaginación bulle alrededor de ti mismo, crea situaciones ilusorias, composiciones de lugar que, de ordinario, no encajan con tu camino, te distraen tontamente, te enfrían, y te apartan de la presencia de Dios. -Vanidad. Si la imaginación revuelve sobre los demás, fácilmente caes en el defecto de juzgar -cuando no tienes esa misión-, e interpretas de modo rastrero y poco objetivo su comportamiento. -Juicios temerarios. Si la imaginación revolotea sobre tus propios talentos y modos de decir, o sobre el clima de admiración que despiertas en los demás, te expones a perder la rectitud de intención, y a dar pábulo a la soberbia. Generalmente, soltar la imaginación supone una pérdida de tiempo, pero, además, cuando no se la domina, abre paso a un filón de tentaciones voluntarias. -¡No abandones ningún día la mortificación interior!

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Curso de Liderazgo Católico para el siglo XXI, 1 de 8: Miradas

[Curso de Formación con un grupo de Superioras de las Hermanas Canonesas de la Cruz. Lima, enero de 2015.]

Sesión 1 de 8: Miradas

Todo empieza con una palabra y una mirada
* Génesis 3: la palabra de la serpiente; y luego Eva “vio que la fruta era deleitable.”
* La mirada abre el corazón: lo hace vulnerable: a lo bueno y a lo malo. Importancia de “saber mirar”
* Lucas 19: Zaqueo quiere ver a Jesús.

Tres miradas ante la Cruz
* María Magdalena, Juan Evangelista, María Virgen: redimidos, discípulos, unidos a Él.
* Podemos describir esas miradas como alegorías de la vía purgativa, vía iluminativa y vía unitiva
* O también: la fe, la esperanza y el amor.
* Otra serie: Se puede vencer al infierno; Se puede ser peregrino; Se puede anhelar el Cielo.
* Pasado, presente y futuro

Las miradas inútiles
* Son las que se concentran en uno mismo, en los problemas, en los enemigos, o en las nostalgias.
* Pablo quiere que venzamos esa inutilidad: “Acuérdate de Jesucristo!”

Preguntas de profundización
* ¿Qué puedo aprender yo de las tres miradas ante la Cruz?
* ¿A qué mirada nos llama el Señor en este momento de nuestra historia?
* ¿Qué otras miradas compiten hoy con este “ver a Cristo”?

De la conversión a la santidad

La santidad, el verdadero afán por alcanzarla, no se toma pausas ni vacaciones.

Chapoteas en las tentaciones, te pones en peligro, juegas con la vista y con la imaginación, charlas de… estupideces. -Y luego te asustas de que te asalten dudas, escrúpulos, confusiones, tristeza y desaliento. -Has de concederme que eres poco consecuente.

Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror al pecado. ¡Señor -repítelo con corazón contrito-, que no te ofenda más! Pero no te asustes al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones: sería tonto e ingenuamente pueril que te enterases ahora de que “eso” existe. Tu miseria no es obstáculo, sino acicate para que te unas más a Dios, para que le busques con constancia, porque El nos purifica.

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Preparados para la lucha espiritual

No todos pueden llegar a ser ricos, sabios, famosos… En cambio, todos -sí, “todos”- estamos llamados a ser santos.

Ser fiel a Dios exige lucha. Y lucha cuerpo a cuerpo, hombre a hombre -hombre viejo y hombre de Dios-, detalle a detalle, sin claudicar.

La prueba, no lo niego, resulta demasiado dura: tienes que ir cuesta arriba, a “contrapelo”. -¿Qué te aconsejo? -Repite: «omnia in bonum!», todo lo que sucede, “todo lo que me sucede”, es para mi bien… Por tanto -ésta es la conclusión acertada-: acepta eso, que te parece tan costoso, como una dulce realidad.

Hoy no bastan mujeres u hombres buenos. -Además, no es suficientemente bueno el que sólo se contenta con ser casi… bueno: es preciso ser “revolucionario”. Ante el hedonismo, ante la carga pagana y materialista que nos ofrecen, Cristo quiere ¡anticonformistas!, ¡rebeldes de Amor!

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Audacia del amor

¿Has visto? -¡Con El, has podido! ¿De qué te asombras? -Convéncete: no tienes de qué maravillarte. Confiando en Dios -¡confiando de veras!-, las cosas resultan fáciles. Y, además, se sobrepasa siempre el límite de lo imaginado.

¿Quieres vivir la audacia santa, para conseguir que Dios actúe a través de ti? -Recurre a María, y Ella te acompañará por el camino de la humildad, de modo que, ante los imposibles para la mente humana, sepas responder con un «fiat!» -¡hágase!, que una la tierra al Cielo.

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Aprender a confiar en serio en Dios

Mientras hablábamos, afirmaba que prefería no salir nunca del chamizo donde vivía, porque le gustaba más contar las vigas de “su” cuadra que las estrellas del cielo. -Así son muchos, incapaces de prescindir de sus pequeñas cosas, para levantar los ojos al cielo: ¡ya es hora de que adquieran una visión de más altura!

Sé atrevido en tu oración, y el Señor te transformará de pesimista en optimista; de tímido en audaz; de apocado de espíritu en hombre de fe, ¡en apóstol!

Los problemas que antes te acogotaban -te parecían altísimas cordilleras- han desaparecido por completo, se han resuelto a lo divino, como cuando el Señor mandó a los vientos y a las aguas que se calmaran. -¡Y pensar que todavía dudabas!

Cuando veo tantas cobardías, tantas falsas prudencias…, en ellos y en ellas, ardo en deseos de preguntarles: entonces, ¿la fe y la confianza son para predicarlas; no, para practicarlas?

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No más miedos

Convéncete: cuando se trabaja por Dios, no hay dificultades que no se puedan superar, ni desalientos que hagan abandonar la tarea, ni fracasos dignos de este nombre, por infructuosos que aparezcan los resultados.

¡Serenidad!, ¡audacia! Desbarata con esas virtudes la quinta columna de los tibios, de los asustados, de los traidores.

No te lanzas a trabajar en esa empresa sobrenatural, porque -así lo dices tú- tienes miedo a no saber agradar, a hacer una gestión desafortunada. -Si pensaras más en Dios, esas sinrazones desaparecerían.

A veces considero que unos pocos enemigos de Dios y de su Iglesia viven del miedo de muchos buenos, y me lleno de vergüenza.

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Más allá del miedo

¿Miedo?: es propio de los que saben que obran mal. Tú, nunca.

Hay una cantidad muy considerable de cristianos que serían apóstoles…, si no tuvieran miedo. Son los mismos que luego se quejan, porque el Señor -¡dicen!- les abandona.

Hay unos modos de obrar tan prudenciales que, en una palabra, significan pusilanimidad.

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Invitación a la audacia

No seáis almas de vía estrecha, hombres o mujeres menores de edad, cortos de vista, incapaces de abarcar nuestro horizonte sobrenatural cristiano de hijos de Dios. ¡Dios y audacia!

Audacia no es imprudencia, ni osadía irreflexiva, ni simple atrevimiento. La audacia es fortaleza, virtud cardinal, necesaria para la vida del alma.

No soy el apóstol que debiera ser. Soy… el tímido. -¿No estarás achicado, porque tu amor es corto? -¡Reacciona!

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